Estas
historias en formato de álbum reconocen los problemas de las
sociedades modernas occidentales y la ruptura con los estereotipos de nuestro tiempo, a partir de situaciones en las que la inteligencia
emocional tiene mucho que decir (N.B.: Esto se debe más a una cuestión personal que a una
intencionalidad manifiesta, como se ha apuntado en ciertas ocasiones
relacionando este hecho con los miedos y temores de niñez del autor).
Todas ellas le han valido
a Browne para erigirse, no sólo como uno de los autores de
libro-álbum más afamados dentro del panorama internacional (entre
otros muchos galardones, se le concedió el premio H. C. Andersen en
el año 2000), sino como uno de los representantes de la
postmodernidad en el mundo de la ilustración contemporánea
(Andricaín, 1996).
Huelga decir que la
mayoría de sus libros son difícilmente clasificables. Unos prefieren
hablar de narrativa, otros los engloban en libros formativos, muchos
en libros de valores, otros en álbumes de autoayuda... Yo prefiero
ser más general y hablar de ficción (no sé si paraliteraria, me lo tengo que pensar...). La exploración del mundo interior
del lector a través de las situaciones y personajes, la marcada
presencia de los valores, el criticismo social, la direccionalidad
del discurso o lo narratológico de sus imágenes cargadas de humor y
simbolismo a partes iguales, son rasgos que imprimen cierta dualidad
(definición-indefinición) a esa ficción que intenta ofrecer, tanto
consciente, como inconscientemente, una serie de herramientas para
enfrentarse a las realidades que ofrece la vida.
Fantasía didáctica,
discurso críptico, constructivismo, divertimentos, juego... Sea lo
que sea, los libros de Anthony Browne están bien trabajados, tanto
física, como discursivamente. Y au...
Anthony Browne. Autorretrato.
Teniendo en cuenta todo
esto, traigo a la palestra uno de los primeros álbumes del autor,
que, paradójicamente, se despoja de muchas de estas convenciones
presupuestas y nos permite conocer la evolución de este artista
nacido en Sheffield, Inglaterra, en 1946 (¡Qué bien se conserva el
jodío! ¡Qué lustre para setenta tacos!)...
Un paseo por el parque
fue publicado en castellano por Everest hace unos cuantos años (yo
tengo una edición de 1981, así que, sí, está ya descatalogado...
Inténtenlo por la vía del libro usado), aunque las ediciones en
gallego, catalán y vasco las podemos encontrar en el mercado gracias
a Kalandraka. Junto a otras obras menos conocidas como Mira lo que tengo (Everest, 1981), El libro de
Osito, Un cuento de oso (ambos en Fondo de Cultura Económica, 1994) Bear goes to town
(inédito en castellano) o Through the magic mirror (su primer
libro publicado y también inédito en castellano), constituyen la primera etapa de este creador.
Un paseo por el parque
es una historia cotidiana con multitud de detalles que nos invitan a
descubrir nuestro mundo más cercano. Esta es la historia de un niño
y una niña que coinciden en el parque mientras sus padres pasean a
sus respectivos perros. Son las mascotas las que se ponen a jugar
primero para que después, como si de una enfermedad contagiosa se
tratara, esas ganas de compartir y disfrutar se trasladan también a
los dos niños. que terminarán por descubrir la amistad, finalmente traducida en un hermoso regalo.
En principio, parece una
historia sin mucha chicha, con un discurso directo y afable. Pero la
otra historia, la que subyace a un nivel menos visible, se refiere a
la diferencia de clases sociales, a la sinergia que las diferentes
facciones (en este caso clase obrera y clase media) pueden llegar a
alcanzar (o no) en un campo de juego neutral. He aquí algunos puntos
en los que fijarnos:
Veamos la caracterización
de los personajes... Mientras que la niña vive en una típica “council
house” (casas de dos o tres plantas revestidas de ladrillo
caravista típicas de los cinturones industriales de las grandes
ciudades inglesas que tanto proliferaron tras la Guerra Mundial) que
ocupa una sola página, mientras que el niño en una vivienda
unifamiliar de grandes dimensiones con garaje y jardín particulares, que ocupa una doble página. También habla por sí sola la
vestimenta de los mayores (la madre del niño viste con pieles,
mientras que el padre de la niña utiliza un atuendo aparentemente
más humilde). E incluso, me atrevería a hablar de las razas de los
perros como elemento de distinción (un labrador y un perro de trazo más callejero).
Sobre la relación que se
establece entre ellos hay bastante que decir. Mientras que los
perros, desprovistos de prejuicios comienzan a jugar, los seres humanos permanecen estáticos en un banco (Nota: Me
encanta un fragmento de una ilustración en la que la mitad trasera
de uno y la delantera de otro, gracias a la ayuda del tronco de un
árbol, se funden para formar un único perro. Simbolismo precioso). Separados por un muro
invisible, los niños parecen tenderse la mano mientras que los
adultos permanecen aislados. Los pequeños deciden ponerse a jugar. La
cosa va in crescendo. Se unen a la fiesta de los perros. El invierno
da paso a la primavera y brilla el arcoiris (se puede ver en la copa de los árboles). Lo humano se cuela por
los resquicios de lo mundano. Dos mundos diferentes se dan la mano a
pesar de los prejuicios y en pro de la niñez. Un mensaje bonito del
que quedan marginados los adultos con sus preconcepciones, con sus
prejuicios (la conquista por la igualdad está cercana pero siempre
hay alguien reticente...).
Además de todos estos
elementos literales o más crípticos, encontramos multitud de
referencias al estilo tan peculiar de su autor que nunca ha
abandonado los guiños al surrealismo y el impresionismo, dos
constantes en toda su obra. Es así como objetos descontextualizados
irrumpen en las escenas. Plátanos coronando las columnas, salchichas
trinchadas en verjas, árboles con forma de paraguas o los cameos de
personajes de la gran pantalla como Tarzán o Charles Chaplin, llenan
las páginas de un libro con muchos niveles de lectura.
Es llamativo que esta
obra fuera objeto de revisión por parte del autor, que desarrollaría
años más tarde una relectura al publicar Voces en el parque (1999),
un título que bebe de este libro. Aunque existe algún que otro caso, no es
frecuente que en la literatura infantil sea el propio autor quien revisite su
obra y la dote de otro cáriz, rice el rizo, mejore el formato y lo haga más (llamémoslo así) "contemporáneo" (Es cierto que Un paseo por el parque es una
rara avis dentro de la obra de este autor, sobre todo porque se aleja
del estilo que las demás proyectan y se muestra más temporal, claramente setentera). Es así como Browne decide modificar la
fisionomía de los protagonistas (monos antropomorfos), dota de una
perspectiva más cinematográfica a las ilustraciones, y combina el uso de distintas
tipografías, para obtener más aceptación comercial. Sí, existen
escenas idénticas y recursos de estilo similares, pero son libros
diferentes.
No sabría decir cuál es
mejor, pero esta claro que Un paseo por el parque, aunque a
muchos les puede resultar anecdótico, es más fresco, más abierto y
menos dogmático, unos valores añadidos ante cualquier libro para
niños.
Como curiosidad final y
atendiendo al análisis entre los dos libros, me gustaría hacer un
guiño botánico (mi especialidad biológica). Tanto Un paseo por
el parque, como Voces en el parque, terminan con un
regalo, una flor, que Browne decide cambiar en ambas obras. Mientras que en el
primero elige un ranúnculo o botón de oro (Ranunculus sp.
pl.) en el segundo elige una amapola (Papaver sp. pl. ¿Se han fijado en quiénes corretean por la taza?), dos
flores ornamentales muy utilizadas en los jardines ingleses y
fácilmente reconocibles por la pigmentación, y la forma de las
hojas y el gineceo. Algunos pensarán que esto tiene algún
significado, pero ya les digo que no, que es un mero recurso
plástico que atiende a razones puramente estéticas más que a
simbólicas.
Aprovechen este día de
invierno y vayan al parque, quizá les aguarde alguna sorpresa, que
parece que sale el sol...
Andricaín, Sergio. 1996. Anthony Browne, un postmoderno en el universo del libro infantil. Hojas de lectura, 42. Bogota: Fundalectura.
Me parece interesante esta última relación de los diez mejores libros infantiles para que los niños se duerman según el Diario El Mundo (14-1-2017). Excelente para padres, maestros, pedagogos, psicólogos, etc.
ResponderEliminarEnlace (copiar y pegar en el navegador):
http://www.elmundo.es/sapos-y-princesas/2017/01/14/587a8e98ca474190638b4592.html
Muy muy interesante, muchas gracias por la info.
ResponderEliminarMe encanta la entrada porque adoro a Browne. Aunque lo conocerás por si acaso te recomiendo El juego de las formas, libro donde el autor descubre múltiples secretos de su obra al lector.Hasta pronto monstruo!
ResponderEliminar¡Me alegra que os guste Carmen y Principito!
ResponderEliminarMe encanta "El juego de las formas", Carmen.
Antonia (si es que existes), preferiría que no mandes más "spam", sobre todo porque tendría que borrar todos tus comentarios y es algo que no me gustaría...
¡Un abrazo para todos!