No les miento si les digo
que mi grupo de 3º B, a pesar de ser más gandules que el suelo, me
tienen loco de contento. Aunque montan el circo con más asiduidad de
la que me gustaría (¡Todo el día enredando!), lo cierto es que me
suelen prestar atención cuando les explico más en profundidad o les
cuento algún ejemplo sobre lo que estamos estudiando. Vamos, que
están vivos y eso se agradece.
Miren. Les cuento...
Adrián se lo pasa en grande (todo el día con la sonrisa en la
boca). La Sara, tan madura ella, sigue deslenguada. Joaquín y José
Manuel (el grande) entretenidos con cualquier cosa mientras José
Manuel (el chico), en la distancia, también se une a la fiesta
(menos en su cuaderno, está en otro sitio). Andrés más
feliz que una perdiz, con sus canciones, sus disquisiciones y sus
cosas variopintas. Ladrón de Guevara (un apellido con empaque, mire
usté) intenta ponerse serio pero no puede. Maricarmen y la Minerva
siguen de mesa camilla ¡Qué par de cacatuas!... ¡Viva! ¡Darlin y
sus garabatos se han despertado! ¿Algún día Javi y Marisol me
contarán que ocurre en ese planeta que habitan? “¡Nacho! ¡El
gorro fuera!” Virginia y sus manías higiénicas me dejan con la
boca abierta, y Cecilia y Lidia siguen el hilo muy calladitas, ni pío
dicen con tal de no pecar (¡Menos mal que alguien estudia en esta
parva!). Alberto y los Jesuses, bastante tranquilos, sueltan alguna
perla de vez en cuando. Claudia resignada y Juanfran sentando
cátedra. Hasta Donate, ha dejado sus temores a un lado, ¡y se va a
arrancar por bulerías con esto de la lectura en voz alta!...
Esperemos que algún día les dé por estudiar...
Con
tanto jaleo me acabo de acordar de Pájaros en la cabeza
un álbum de Rocío Araya. Este libro con dos vidas, una, la que
nació desde la autoedición y el crowdfunding, y la segunda, la que
le dio hace poco la editorial Litera a modo de resurrección, no
tiene desperdicio. Con la serie de cambios acometidos por la propia
autora, una artista con un estilo muy libre que descansa en el
collage, el trazo fresco y el contraste entre el blanco degradado y
las manchas de color, más todavía.
Pájaros en la cabeza
es uno de esos libros que todo maestro debería leer (tomen nota para
los futuros regalos y peloteos varios), no sólo para hacer un poco
de autocrítica, sino porque en él, desde la modestia, se recoge la
quintaesencia de cualquier libro para niños de calidad. Por un lado
nos habla de lo subversivo, de ese espacio en el que el niño se
siente libre y se enfrenta al orden establecido por el mundo adulto,
poniendo en duda sus preceptos. Por otro, se relaciona con un lugar
próximo al pequeño lector, la escuela. El colegio es uno de esos
sitios donde puede pasar de todo, donde los niños invierten su
tiempo, aprendiendo, jugando, interaccionando con otros iguales. Es
el mejor rincón para desarrollar la acción. En último lugar cabe
apuntar que, en esta historia, la protagonista lleva a gala eso de
imaginar, de buscar lo poético en lo cotidiano, de hurgar en la
fantasía para encontrar las respuestas a lo que le rodea, de soñar,
soñar mucho.
En fin, que yo no sé si
estos pupilos míos aprenderán algo de biología, pero al menos y
como ocurre al final de este libro-álbum, nos entendemos y
aprendemos los unos de los otros, que al fin y al cabo es de lo que
trata la vida.
Me gusta el título de este libro.
ResponderEliminarMucho de lo que estudiamos se olvida. Incluso diría, muchísimo. Pero lo que nos hicieron sentir, pensar y vivir nuestros mejores maestros, eso no se olvida.
Para lo bueno y para lo malo... Jejeje. ¡Un abrazo con muchos pájaros, Miriam!
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