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viernes, 28 de abril de 2017

La primavera de las aves extintas


John Tenniel. Ilustración para Alicia en el País de las Maravillas.

La primavera está que trina, más todavía cuando colorines y verderones no paran de cruzarse en el camino. Se posan en los postes que lo bordean y sobre los brotes de las moreras. Ya se fueron los petirrojos y las pajaritas de las nieves dejando paso a las cigüeñas. Alas que baten el aire y dan vida al paisaje yermo del invierno. Me encantan los pájaros. Incluso en los días de lluvia, cuando los oyes pero no los ves. Esperemos que nunca se extingan. No se me ocurre pensar en un cielo sin aves...

No es dada, ni dede,
ni didi, ni dudu...
ES dodo.

Así:
como la nota musical primera
de la escalera:
do re mi fa sol la sí.
Dices do... ¡Y a repetir!

El dodo
era un pájaro algo bobo,
que no sabía volar,
aunque primo hermano fuera
de la plumada paloma mensajera.

Pero el dodo ya no es.
El dodo era.

Con ese nombre tan afortunado,
casi de duda, dedo, o dado,
le tocó, por azar, desaparecer,
y se extinguió.
¡Vaya usted a saber por qué!
(Igual que los dinosaurios...)

El dodo, ¡ay, qué pena!,
ya no es... Era.

Antonio Rubio.
Dodo (Raphus cucullatus). (N.B.: ¿Por qué habrán escrito los nombres científicos en mayúscula?)
En: Las alas del avecedario.
Ilustraciones de Rebeca Luciani.
2017. Vigo: Faktoria K de Libros.


miércoles, 26 de abril de 2017

Zapatos en los libros infantiles, una selección


Tomi Ungerer

Con la primavera en plena efervescencia (Nota 1: Ya empiezan a notarse las alergias) y este calor que nos asola (Nota 2: Dicen que va a cambiar el tiempo pero yo no veo atisbo de ello), he decidido lavar y guardar ropa de abrigo (Nota 3: No toda, que luego nos sorprende el frío a mitad de mayo).
Aunque mirándolo por otra parte, creo que me traería más cuenta limpiar y colocar el calzado de invierno porque entre que tengo “pocos” (denoten la ironía entre las comillas) pares de botas y zapatos, y que el espacio escasea en mis armarios, me van a salir por las orejas (y sólo tengo dos, imaginen lo grotesco del tema...). Si a mi fetichismo galopante y manifiesto con esta prenda del vestuario, unimos que no se me rompen ni a tiros (es lo que tiene hacerse grande, que todo empieza a ser más duradero), zapatillas y sandalias me empiezan a invadir. Sí, sí, ya sé lo que me van a decir, pero lo siento, no me puedo resistir ante unos zapatos buenos y bonitos (lo de barato dejémoslo aparte porque está visto que el buen calzado es caro. Ya saben: piel de calidad, buena goma, acolchados, buena terminación, herretes a la medida...).
Me exaspera que mucha gente preste poca atención a sus pies y eso que solo tenemos dos, la mar de importantes. Los pilares que nos sostienen, nos permiten desplazarnos y hacer deporte. Es por ello que hay que vestirlos cómodamente, cuidarlos con mimo y delicadeza (¡Las cremas no sólo son para la cara!), evitar los zapatos de tacón en la medida de lo posible (ya sé que estilizan mucho, mujeres, pero contribuyen a la aparición de juanetes y son nefastos para la columna vertebral) y acudir al podólogo cuando observemos alguna herida o deterioro provocado por hongos y bacterias.
Y después de estas sugerencias sobre pedicuras y otras manías saludables (parezco su médico favorito), me interno sin más demora en esta curiosa selección que nació a costa de un par de títulos en los que zapatos y zapatillas eran los protagonistas y que he ido aumentando conforme han pasado los días (si conocen algún título más, no duden en incluirlo en sus comentarios). ¡Que la anden y disfruten!

Ilustrados


Antonio Rubio y Óscar Villán. Zapato. Kalandraka.


Mar Benegas y Christian Inaranja. Me duermo en un zapato. Combel.


Mar Pavón y María Girón. Inseparables. Tramuntana.


Tomi Ungerer. ¿Dónde está mi zapato? Kalandraka.


Germán Machado y Martín Romero. Salir a caminar. A Buen Paso.


Estela Antón y Paco Martínez. Humberto el ciempiés. Takatuka.


Asun Balzola. Los zapatos de Munia. Destino (Edición en rústica en Oxford).


Jean-François Dumont. Más tonto que un zapato. Picarona.


Pep Molist y Maria Espluga. Arena en los zapatos. Bambú (Edición más actual en Combel).


Eduardo Flores. Los zapatos de Fred Astaire y otras historias imposibles. Apila.


Una Leavy y Anne Decis. Tomás no quiere zapatos. SM.


María Menéndez-Ponte y Javier Andrada. Pupi y los zapatos asesinos. SM.


Carlos Pellicer López. Juan y sus zapatos. Fondo de Cultura Económica.



Emilio Carballido y Carmen Cardémil (il.). Los zapatos de fierro. Fondo de Cultura Económica.


Svjetlan Junakovic. A mi manera. Una historia de zapatos. Saga Editorial.


Gigi Bibot et Pépito Máteo e Isabelle Chatellard. Los zapatos. Edelvives.


Ramón Aguirre y Mario Ayguavives. Zapatario. Apila.

Cuentos clásicos


Charles Perrault. El gato con botas. Varias ediciones.


Charles Perrault. Cenicienta. Varias ediciones (La imagen que acompaña es de la edición ilustrada por Roberto Innocenti para SM).


Wilhelm y Jakob Grimm. Los zapatos rotos de tanto bailar. Varias ediciones.


Wilhelm y Jakob Grimm. Los duendes y el zapatero. Varias ediciones.


H. C. Andersen. Los zapatos rojos. Impedimenta.





Tradicional (incluido generalmente en Mother Goose Nursery Rhymes). The Old Woman Who Lived in a Shoe (La viaje que vivía en un zapato)Varias ediciones.

Narrativa






L. Frank Baum. El mago de Oz. Varias ediciones. (Imágenes de las ediciones ilustradas por Jùlia Sardá, Robert Ingpen y W. W. Denslow)


Ursula Wöfel. Zapatos de fuego y sandalias de viento. Noguer.


Miguel Fernández-Pacheco. Los zapatos de murano. Siruela.


Lygia Bojunga Nunes. Zapatos de tacón. SM.

Zapatos todavía no traducidos al castellano


Eve Bunting y Sergio Ruzzier. Whose shoe? Clarion Books.


K. G. Campbell. The mermaid and the shoe. Kids Can Press.

Libro de actividades.



Jordi Palet y Ester Llorens. Zapatos, zapatitos y zapatones. Parramón.  


Tomi Ungerer

martes, 25 de abril de 2017

Cartas como premio


El viernes pasado terminó el pequeño concurso que realicé a propósito del artículo sobre la anatomía narrativa del objeto libro, uno en el que apuntaba a fajas, camisas, tapas y guardas como elementos físicos de los álbumes y que también contribuyen a la narración de estos. Habiendo valorado las aportaciones de los que participaron en él y el grado de concreción de éstas, he decidido que el premio vaya para... ¡Rubén Alejandro Cohen Tercero!, administrador de la página Bichitos Lectores.
Teniendo en cuenta que la piedra angular del concurso fue La carta de la señora González, un álbum de los españoles Sergio Lairla y Ana G. Lartitegui (A buen paso, 2019; existe otra edición anterior en Fondo de Cultura Económica), he creído que el gala más apropiado es precisamente un ejemplar de dicho libro. Así que, en breve llegará al buzón del ganador.


No obstante y siendo consciente de que son bastantes los que se han devanado los sesos con el citado concurso (casi nadie conocía este libro con tanta chicha), aquí traigo un premio inmaterial (tendré que hablar con los que llevan el tema de los patrimonios en la UNESCO...) para todos ellos y otros muchos que no participaron en él: mis apuntes sobre este álbum ilustrado.
Aunque la mayor parte de las reseñas de este álbum, una mención honorífica del III Premio A la orilla del viento, hacen referencia a la correspondencia entre la señora González y el señor Lairla (sí, los autores decidieron desempeñar un papel en esta historia que todavía no sé cómo definir... principal, secundario...), este libro es más que eso... Pero sí, el libro empieza con una carta, un buzón y un cartero, aunque la cosa se complica cuando el cartero cae a un pozo... De esta manera la carta emprende un viaje que terminará depositándola en las manos de su destinatario en loor de un amor sincero que aparta lo banal y mundano en pro de lo bello y humano.


En este libro circular -ya saben, que empiezan y terminan en el mismo lugar (o eso parece)-, además de una narración que está basada en una especie de retahíla donde capítulos a modo de peldaños se suceden utilizando como elemento narrativo la dualidad realidad-fantasía, hay que hablar de muchos elementos técnicos, muchos detalles más que pensados (N.B.: Algunos gustan de definir estos álbumes como “experimentales”, un tipo de libros en los que destacan esta pareja de autores de cuyo arte también pueden disfrutar en El libro de la suerte también editado por A buen paso).


En primer lugar me gustaría hablar de la estructura en capítulos. Si nos fijamos bien, estos capítulos empiezan la cuenta hacia delante, pero al llegar al ecuador de la narración, como por arte de magia, empiezan a sucederse hacía atrás hasta llegar de nuevo al primero, esto da una perspectiva simétrica y lo que, de manera obvia, podría parecer un libro circular, para mí son dos imágenes especulares.
En segundo lugar me gustaría hablar de la conexión que se establece entre los finales textuales de un capítulo y el siguiente. El autor utiliza el acto concluyente para dar importancia a fragmentos narrativos. […] como el ombligo de una bestia peluda., […] como la garganta de un gigante., se prestan como antesala a imágenes evocadoras y de gran carga metafórica.


No hay que olvidarse de cuestiones menos evidentes como por ejemplo:
-las guardas sintéticas (esas que nos han traído hasta este libro) donde aparecen muchos de los elementos que, aparentemente sin relación, encuentran conexión una vez leemos y releemos (¡Relectura obligada de este fantástico álbum una y otra vez! Si no, nunca van a apreciarlo en toda su magnitud ¿Me han oído? ¡Re-lec-tu-ra! Lartitegui y Lairla dixit);
-el fabuloso uso de la luz que se hace en las imágenes (fíjense en los útiles de escritura que hay sobre la mesa, ¿no creen que son las estrellas de la escena?)
-los detalles minúsculos (¡El sello! ¡El sello que hay sobre el escritorio!);
-las pequeñas figuras gráficas en blanco y negro situadas sobre el texto de los capítulos impares que cumplen un cometido referencial a la escena anterior.



Por último y teniendo en cuenta las imágenes de gran belleza (Ni se les ocurra decirme que es la primera vez que ven a ese pez payaso nadando entre los árboles), hablemos del estilo de la ilustración... Hay que decir que se erige sobre una mezcla de estilos (un tanto ecléctica pero con gran personalidad) donde el figurativo surrealista lleva la voz cantante (elementos descontextualizados buscan alojarse en el subconsciente del lector, referencias simbólicas que llaman nuestra atención, y juego, mucho juego y adivinanza). La técnica de realización es mixta (acuarela con matices a lápiz de color) y la composición está muy estudiada ya que las formas y la perspectiva (esa combinación de planos generales y primeros planos me vuelve loco...) tienen una carga narrativa importante.


Así que, llegados a este punto, creo que ya tienen más de una razón para retomar este álbum que han olvidado con mucha facilidad (una pena teniendo en cuenta que es un álbum relativamente joven). Para mí, que me gusta lo diferente y complejo (para que les recomienden libros asépticos ya tienen otros espacios más blancos y virginales), es un álbum genial. ¿Y ustedes? ¿Qué opinan?


domingo, 23 de abril de 2017

Día del Libro 2017


Domingo, luce el sol y los libros salen a la palestra. Los libreros se lanzan a la calle para dibujar el contorno de ese objeto de culto, los lectores se dejan seducir por el romanticismo y la nostalgia de la lectura, las instituciones nos llenan de mensajes sobre las bonanzas del papel impreso, y un servidor prefiere irse al campo y pensar en todos los libros que siguen buscando cobijo en la imaginación de otros...

Estaba el señor don Libro
sentadito en su sillón,
con un ojo pasaba la hoja
con el otro veía televisión.

Estaba el señor don Libro
aburrido en su sillón,
esperando a que viniera... (a leerlo)
algún pequeño lector.

Don Libro era un tío sabio,
que sabía de Luna y de Sol,
que sabía de tierras y mares,
de historias de aves,
de peces de todo color

Estaba el señor don Libro,
tiritando de frío en su sillón,
vino un niño, lo cogió en sus manos
y el Libro entró en calor.

Gloria Fuertes.
El señor don Libro.
En: Versos fritos.
2007. Madrid: Susaeta.
N.B.: Autores de las imágenes de la entrada desconocidos.


jueves, 20 de abril de 2017

Un poco de narrativa infantil y juvenil en estos días de rosas y libros


Zuzanna Celej

Ya saben que el Román, este monstruo ávido de libros infantiles, siente verdadera pasión por los álbumes. También que es una persona bastante curiosa y suele meter las narices en otros muchos libros que no son los propiamente ilustrados. Por ello, en este jueves ventoso y siendo consciente de que hay monstruos que gustan de leer palabras y dejan a un lado las imágenes, les traigo unos cuantos apuntes sobre algunos libros de narrativa infantil y/o juvenil que he leído durante los pasados meses y que creo que merece la pena tener en cuenta. ¡Allá voy Día del Libro 2017!


Sin lugar a dudas Los incursores, el volumen que engloba las dos primeras novelas de la serie de Mary Norton (Los incursores y Los incursores en el campo) y que fue editado por Blackie Books hace un año y medio aproximadamente, se perfila la re-edición de literatura infantil clásica que más he disfrutado durante los últimos tiempos. Esto se debe no sólo a una edición magnífica (sé que muchos se acuerdan de las ediciones de Altea Benjamín, pero eso ya es historia), sino porque quienes gustamos de la literatura elaborada y la prosa algo más compleja que la se estila durante los últimos tiempos (¿Por qué la subordinación es casi inexistente y la construcción de los personajes tan inconsistente?), encontramos ciertos reflejos de nosotros mismos en esta obra necesaria de la LIJ. ¡Arrietty ni canta ni baila pero no se pierdan sus aventuras!



Sigo con Tania Val de Lumbre de María Parr e ilustraciones de Zuzanna Celej (Nórdica Infantil). Aunque puede parecer un libro bastante invernal por ambientarse en Noruega, lo cierto es que la luz y la naturaleza inundan de primavera sus escenas. Las peripecias de esta niña pelirroja nos trasladan a un mundo que tiene mucho que ver con las heroínas de la literatura infantil más conocidas como Pippi Calzaslargas, Ana de las Tejas Verdes y, sobre todo, Heidi, la protagonista de la obra de Johanna Spyri que recibe innumerables guiños desde esta novelita. Los paisajes nevados, la familia, sus idas y venidas, la amistad intergeneracional y el humor son los pilares de una narración a caballo entre la novela coral y la de aventuras por episodios, todo ello regado con melodías de violín y una mirada que, desde la inocencia, mira el mundo adulto con humor y sentido crítico.


Continuo con El mar y la serpiente, un libro de Paula Bombara publicado en la colección Nandibú Horizontes de la editorial Milenio. Es un libro cálido y acogedor, evocador y nostálgico. La primera parte es arrebatadora, no sólo por esa inocencia que envuelve las palabras que comparte la niña consigo misma, sino las que intercambia con su madre y las que reza a su padre. Hay algo que te mueve en cada silencio, en cada palabra que suena a eco. Sutil y crítico. El ritmo va in crescendo y provoca un internamiento en la historia paso a paso. Conforme tiramos de la hebra, obtenemos sorbos de información que nos llenan, nos conmueven y nos duelen. La segunda parte cambia de tercio, al expositivo, quizá más árido y que choca frontalmente con lo poético de la primera, un contraste que quizá sea intencionado por parte de la autora para afianzar el lapso espacio-temporal. Un libro que habla de Argentina y su historia, de las dictaduras y sus consecuencias.


Llega el turno de las novelitas de adolescentes... Después de haber leído Bajo la misma estrella no pude resistirme a la tentación de engullir Ciudades de papel, otra novela de John Green (Nube de Tinta) que fue llevada a la gran pantalla hace un tiempo. A pesar de constatar que no había tenido el mismo éxito que la primera, me dejé llevar por el lado más quinceañero de mi existencia y empecé con él. Aunque tiene un principio arrollador (lo mejor, sin duda), va perdiendo fuelle conforme se va desarrollando la acción. Guarda bien el ritmo y se lee con mucha facilidad (sin duda uno de los puntos fuertes de este autor), pero noté cómo iba cuesta abajo. Así que, de repente, me topé con un final un tanto incoherente y pegué un frenazo en seco. ¿Por qué buscas del lector un tirón de orejas hacia esa protagonista con ínfulas de estrella en vez de ensalzar la figura de un chaval que arriesga mucho por un amor que se terminará rebelándo (sí, con b) un tanto platónico (y patético)? ¿Me explicas?


Y termino con Mi hermana duerme sobre la repisa de la chimenea de Annabel Pitcher (Siruela), un libro que fue un sorpresa para mí, más que nada porque no lo conocía y se reveló como un acicate para con mis alumnos... Tuve la suerte de toparme con una edición original en Foyles, así que, cuando regresé a España busqué la versión española en la biblioteca más cercana y me lancé a la piscina... La escritora trabaja bien al elenco de actores (ese niño que todavía no ha pasado el duelo por la muerte de su hermana en los atentados del metro de Londres del 2005 y su familia desestructurada por la tragedia, bien merecen una lectura pausada), trata con suficiente realismo la relación entre los dos protagonistas de esta historia (aunque en algunos momentos deja entrever resquicios de debilidad, quiero pensar que esto no se deba a la autocensura y lo políticamente correcto) y crea una narración a través de la cual los lectores pueden hacerse preguntas abiertas sobre los conflictos entre lo cultural y religioso. Lo recomiendo abiertamente para últimos cursos de primaria y los primeros de secundaria.


Zuzanna Celej