Shaun Tan
“Cuentoterapia”...
Suena a utilitarismo de la LIJ, ¿verdad? Un barrizal en el que llevo
tiempo emporcándome y del que tienen muestras fehacientes AQUÍ y
AQUÍ. Cada día que pasa escucho más y más esta palabra. Alguien
la pronuncia en un curso, otros en las redes sociales... Suponía lo
que era. Me lo imaginaba. Pero como soy un poco curioso, he creído
oportuno internarme en ese mundo que aúna cuentos y psicología,
sobre todo la terapéutica, para empaparme de sus bases y no errar
demasiado en mis conjeturas (exponer de una manera objetiva un tema siempre se agradece).
Antes de empezar, lo de siempre: que a pesar de ser un tanto monstruosas, espero que les sugieran otras diferentes. Y sin más dilación, ¡doy
el pistoletazo de salida!
Erin E. Stead
Aunque el término
cuentoterapia no tiene más de treinta años, se pueden vislumbrar
ciertos inicios teóricos gracias a los planteamientos de Bruno
Bettelheim (Psicoanálisis de los cuentos de hadas) y otros
psicólogos como Sheldon Cashdan (La bruja debe morir), que
vieron en los cuentos de hadas una forma discursiva compleja mientras
escuchábamos o leíamos cuentos. No es hasta el año 2002 cuando el vocablo fue
registrado por Antonio Lorenzo Hernández Pallares a pesar de que a
finales de los noventa Jorge Bucay desarrollara sus “cuentos para
pensar” que, aunque son creaciones ficcionales del propio autor,
funcionan con algunos principios de dicha cuentoterapia. Durante las
primeras décadas del siglo XXI la cuentoterapia se ha extendido como
la pólvora en las consultas de psicólogos y psicoterapeutas, e
incluso ha empapado escuelas infantiles y aulas educativas para
ayudar a niños y no tan niños en la tarea de conocerse a sí mismos
y al mundo que les rodea.
En inicio y de manera
sencilla se podría definir la cuentoterapia como el arte de sanar a
través de los cuentos, para ayudar y educar en destrezas
emocionales, y prevenir algunas patologías psicológicas y afectivas. Este método tiene como principal herramienta las
producciones orales o escritas dirigidas a la infancia, tanto las que
proceden de la tradición, como aquellas de ficción contemporáneas.
Asimismo define tres tipos de cuentos o historias: los emosémicos
(producen emociones), los monosémicos (poseen un mensaje) y los
polisémicos (contienen diferentes mensajes).
En lo que a aspectos
técnicos se refiere cabe decir que la cuentoterapia trabaja a dos
niveles, el interpersonal o interpsíquico (cada situación o
personaje se traduce en el tipo de relaciones que tenemos con los
demás) y el intrapersonal o intrapsíquico (cada situación o
personaje son diferentes facetas del mismo individuo).
En último lugar y para
terminar esta introducción, señalar que, a todo lo anterior, habría
que unir, por un lado, los diferentes matices dependiendo de las
escuelas y corrientes que sigan los terapeutas que utilicen o
impartan estas técnicas en las que literatura y psicología se unen
en pro de una mejor salud mental. Por otro lado, apuntar a los
diferentes tipos de narraciones orales o libros que se utilicen en
esta terapia.
Mitsumasa Anno
Aunque hasta este punto
todo parece coherente y tiene sentido, me he hecho una pregunta... ¿Y
lo literario, dónde se queda? Porque parece ser que además de terapia, también leemos, y no sé muy bien qué decirles. ¿Son efectivas estas metodologías? ¿Qué lecturas son las mejores? Empecé a darle vueltas al asunto
(venga y venga cavilar...). Aparte de estos alegatos (AQUÍ el primero y AQUÍ el segundo) que ponen en tela de juicio estas terapias, me apetecía hablar de la relación literaria con estas prácticas, así que apunté mis ideas en un papel, las
organicé de la mejor manera que se me ocurrió y aquí las traigo,
en forma de “peros”, para que les pongan pegas o añadan lo que
crean oportuno...
1. Sanación o la magia
de la lectura
Quizá muchos monstruos
tengamos la culpa de que el libro, ese objeto que acompaña al hombre
desde hace siglos, sea considerado una pieza mágica, casi esotérica. Nos encanta y lo defendemos a ultranza. Pero, ¿es un cofre lleno de tesoros que nos puede hacer la vida mejor? No nos debe extrañar que a él se adscriban ideas como
el poder, la justicia o la sanación. ¿Es realmente tan necesario el
libro para nuestra felicidad? ¿Nos sirve para todas esas cosas? ¿Es
la medicina de todos los males humanos? Mientras buscamos respuestas
acuérdense del efecto placebo, y no olviden preguntarse también porqué un
libro, al presentarnos una sucesión de imágenes mentales que se
forman a raíz de una narración o una lectura, ejerce un poder
subliminal sobre los pacientes, es capaz de hurgar en nuestro
subconsciente y resetear el sistema nervioso, repararlo y curarlo.
¿Magia o ciencia ficción?
Maurice Sendak
2. Los mil y un discursos
vs. el discurso dirigido
Si han llegado a algún
sitio con las preguntas anteriores, seguramente se habrán topado con
el llamado discurso literario (den al enlace y disfruten). Si bien es cierto que, refiriéndonos a narración, libros o literatura, casi siempre hablamos del discurso lingüístico, una
forma literaria puede tener otros planos discursivos como el
sociológico, el antropológico o el psicológico, algo que complica
todavía más el estudio de este campo de minas. Cuando alguien lee un libro,
sea del tipo que sea, se abren ante él numerosos caminos, multitud de
interpretaciones, transformaciones que pueden converger o divergir,
hacerle avanzar o retroceder. Existen mil vías que pueden llevar al
oyente, al lector hacia otras tantas mil salidas. Pero si esas salidas no se
contextualizan en un proceso discursivo literario sino en otro más
pragmático como el psicológico, ¿quién es el encargado de dirigir
a los lectores hacia a las correctas? ¿Ellos mismos? ¿El terapeuta?
Yo lo único que sé es que en Literatura todos son válidos porque
la lectura es un proceso que se realiza libremente (sea obligado o no, el que lee es porque quiere y el que no, mira el libro, que eso no es leer), pero en
psicología ¿vale cualquier camino? ¿todos llevan a Roma?
Por otro lado también
hay que hablar de la experiencia, un factor determinante en la lectura. Nuestras vivencias, nuestros miedos y vergüenzas, la familia, los amigos, los placeres y qué tipo de humor nos gusta, son personales y al mismo tiempo, ajenas, otro condicionante que un terapeuta no puede controlar completamente a
la hora de construir (o dirigir) el discurso resultante.
Jimmy Liao
3. Lecturas literarias
vs. lecturas terapeúticas
Mientras que unos
terapeutas (los menos) prefieren para sus sesiones cuentos al azar (y me consta que muchos de ellos defienden el cuento primigenio sin aderezos ni edulcorantes, algo que los monstruos agradecemos) y sin ninguna
dirección, otros realizan una labor más terca y encauzada eligiendo aquellos
cuentos o producciones literarias que tienen relación con un
problema determinado de sus pacientes. Asimismo también hay
profesionales de la salud mental que obvian cuentos y narraciones que
no son políticamente correctas (AQUÍ unos apuntes sobre la censura en la LIJ) para decantarse por parábolas o
creaciones que sí lo son (¿Acaso la vida es correcta? ¿Se adecua a
unos cánones? ¿A unas pautas y directrices?). Sin embargo, otros prefieren
centrarse en el símbolo y no tanto en la forma.
También me he fijado que
muchos de los libros seleccionados por los terapeutas son libros
introspectivos, es decir, en los que el lector o receptor puede
buscar un reflejo de sí mismo, en los que no actúa como espectador
de la acción que se desarrolla en la narración, sino como un actor. Sus ilustraciones suelen encontrarse con el surrealismo, contienen multitud de metáforas visuales y poéticas que nos hacen suponer qué corrientes o escuelas siguen estos profesionales.
Libros como Noche de tormenta (Michèle Lemieux), Si quieres ver una ballena (Julie Fogliano y Erin E. Stead), El árbol rojo (Shaun Tan), La gran pregunta (Wolf Erlbruch) o El sonido de los colores (Jimmy Liao), plantean problemas existencialistas y vitales, quasi-filosóficos,
trascendentales pero embebidos en una matriz poética, fantástica y hermosa, pero ¿por qué esas ganas de encontrar el super-yo? ¿Acaso no se puede ser feliz con el mini-yo? ¿Con Un día diferente para el señor Amos, La ola o El punto y la recta?
Para la última posición
dejo los emocionarios, unos libros, ¿informativos? en unos casos,
manuales ficcionales en otros, que se suponen muy útiles para
identificar los estados anímicos del lector, y a los que yo sigo
haciendo una mueca de desaprobación teniendo en cuenta la ¿necesidad? de su comercialización y moda, para recomendarles en su lugar cualquier novela con un mínimo
de calidad poética. Y si no saben cual escoger, pregunten a su bibliotecari@.
Norton Juster
4. La identificación con
lo imposible
Sigo con mis
cuestiones... Y si nos decantamos por cualquier tipo de creación
literaria, obviando temáticas, argumentos o personajes, ¿se podría
decir que todas las narraciones envían un mensaje que se puede
extrapolar a la vida real? No creo que así sea ya que existen
multitud de obras literarias (cuando hablamos de infantiles muchas
más) que se enclavan dentro del género del nonsense o sinsentido,
es decir, solo intentan divertir, evadir al lector y jugar con él de
la misma forma que lo hacen el Monopoly®
o el escondite. Tenemos que tener en cuenta que no todas las obras
literarias ni todos los cuentos de hadas parten de una
intencionalidad exploratoria ni mucho menos didáctica o pedagógica,
sino que se acogen a principios libertarios, a arbitrariedades, a
caprichos o a estupideces de los autores y que, como tales, no sirven
más que para sonreír.
Michele Lemieux
5. Una ficción
insensata o el prejuicio de lo inofensivo
Siguiendo con el punto
anterior y citando a expertos como Alison Lurie hay que llamar la
atención sobre la naturaleza subversiva de lo que campa en el bosque
de la Literatura Infantil y Juvenil. Se cree que los libros para niños son completamente inofensivos, más todavía si los comparamos con fármacos y psicotropos. "¿Qué daño pueden hacer estos libritos llenos de ilustraciones coloristas, con cuatro frases y poquitas páginas?" concluyen muchos. Al contrario de lo que piensan muchos adultos, bastantes historias para
niños rompen con las normas preestablecidas del universo adulto,
trasgreden convenciones sociales y puntos de vista, son paródicas y desestabilizadoras (quizá por eso se elijan) que, si no eres un
niño y has desarrollado una visión traslúcida y/u opaca a estas, pueden
confundirte sobremanera cuando los lees en una terapia activa donde
hay que buscar respuestas interiores que te ayuden a sobrevivir en un
mundo creado para mayores. Desde La cocina de noche hasta Peter Pan y Wendy, encontramos muchísimos tipos de subversión en la LIJ que, si bien es cierto que se pueden utilizar para
ilustrar o ejemplificar un caso concreto, yo no
recomendaría nunca a un adulto, a no ser que quiera retrotraerlos a su más tierna (y compleja) infancia...
Armin Greder
6. Utilitarismo de lo
literario
Según dice un conocido
que realiza esta práctica con sus pacientes, “la lectura es un
momento puntual en tu historia vital y puede marcar un antes y un
después en un proceso terapeútico. Te permite acceder a redes
emocionales a las que no se llegaría por otros medios". Seguramente esté en lo cierto, pero he de añadir que ese tipo de lectura no
está inmersa en un contexto festivo o de ocio, que es lo que
intentamos los monstruos. Por tanto, puede desvirtuar una
magnífica obra literaria por el mero hecho de utilizarla como
vehículo terapeútico. No hagamos que los niños sientan que un libro dirige sus vidas, que es el producto para que los adultos nos inmiscuyamos en su día a día, emociones y sentimientos, que crean que es un objeto que los moldea a su antojo y conveniencia. No hagamos que los niños odien los libros.
En definitiva: los
cuentos, los álbumes, los libros, sirven para muchas cosas además
de para leer (¡Que nos lo digan a padres y maestros, Reyes de la LIJ moral y didáctica!) aunque muchas de ellas tengan poco o nada que ver con lo
literario. Pero si todavía no se han dado cuenta, les traigo un último
documento gráfico que une cuento tradicional y petardeo de la mano de la mismísima Tamara, y que espero les sea clarificador. Disfrútenlo en la medida de lo posible, que
mañana será otro día...