Cuando allá por los ochenta todavía existían las clases de
ética, éramos pocos los que aparcábamos la religión para plantearnos otra
mirilla a través de la que ver nuestra vida infantil. En primaria era el único
que cursaba la asignatura de toda la clase y como por aquel entonces no había
tanto separatismo (siempre he sido muy comprensivo con las mayorías), me
dedicaba a mis fichas mientras los demás escuchaban sobre el ser buenos
cristianos. Los mensajes no diferían mucho, lo único que cantaba es que yo
pensaba por mí mismo las respuestas (todavía no sé cómo me dejaban sólo
sabiendo lo bicho que era), mientras que el resto asentían ante el dogma.
Luego llegaron los noventa y el BUP. La cosa se fue animando
en los circos (¡Ups!, quería decir clases) de Tomás Miranda. Todos pensábamos
que la ética tenía que ver con los grandes problemas morales, pero descubríamos
que, tras esa presupuesta trascendencia, se escondían preguntas que podíamos extrapolar
a lo cotidiano, cuestiones que nunca nos habíamos planteado pero que estaban
insertas en lo humano, en su naturaleza racional.
Debates, juegos de roles, intercambios de pareceres… Todo eso y mucho más, aunque todavía pervive de una manera más críptica en las aulas y depende mucho de los profesionales de la filosofía y del pensamiento, es lo que se intenta reforzar desde iniciativas como, Wonder Ponder, un proyecto de filosofía visual para niños que ha roto muchos de los esquemas que se presentaban en la educación de la ética y eso del pensar en las primeras edades.
Ante las denostadas humanidades, dos cabezas biempensantes, Ellen
Duthie, filósofa, traductora y gran lectora de álbumes ilustrados (yo creo que
aquí reside el germen de esta idea que plantea un camino hacia la filosofía
utilizando lenguajes verbales y gráficos), y Daniela Martagón, ilustradora,
entran en comunión junto a la editora Raquel Martínez Uña, para crear una serie
de tarjetas en las que, a partir de una situación real o fantástica, se plantean
diferentes caminos en las mentes creadoras de los críos y no tan críos (les
puedo asegurar que dan de sí para jóvenes y adultos, ¡que la filosofía es para
todos!) que giran en torno a una temática específica dependiendo de la caja.
Mundo cruel, Yo, persona, Lo que tú quieras y ¡Pellízcame!
son las cuatro cajas/libro que se pueden encontrar hasta el momento. Temas como
la realidad y la fantasía, el mundo virtual, la violencia humana, las leyes
naturales, la empatía, lo propio y lo ajeno, la convivencia, o la consciencia
de uno mismo, son los que estas creaciones pretenden abrir a los ojos de
escolares de Madrid, Londres, Quebec, Santiago de Chile, Valparaíso, México DF,
Ciudad del Cabo, Buenos Aires, Delhi o Tokio (¿Acaso la filosofía no es
universal?), desde un lenguaje cuidado y una estética cercana.
Teniendo en cuenta esa perspectiva pedagógica que a veces me
abruma (defecto profesional, ya saben), veo innumerables bazas a este proyecto.
La primera es lo aperturista del mismo. Acostumbrados a las preguntas cerradas
y las respuestas únicas, los niños están muy atontaos y dirigidos. Necesitan desplegar
su propio abanico de posibilidades. Unas que, ilógicas o poco plausibles, son
necesarias. Simplemente porque les invitan a la reflexión, a utilizar las
herramientas de las que disponen, a plantearse nuevas estrategias,
planteamientos diferentes, a utilizar su imaginación y un sinfín de destrezas más. Guiscan en su subconsciente y rompen esquemas fijados y preconcepciones
para, después de un proceso intelectual, quizá llegar a las mismas.
Por otro lado no creo que cada caja sea independiente de la
otra, sino que todas tienen algo que ver entre sí. Que estén delimitadas físicamente
no quiere decir que el adulto no pueda establecer nuevos nexos entre ellas, e
incluso continuar con otras preguntas que se sucedan en el diálogo personal y/o
colectivo, algo en lo que ya cayeron las autoras prestando tarjetas vacías
donde los espectadores pueden plantear, dibujar nuevos puntos de partida.
En fin, que como profesor de ciencias me parece una
iniciativa deliciosa porque si algo denoto en esta infancia/juventud que se nos
avecina es una falta de estrategias que les permitan pensar. Así que… ¡A por
ellas! Presiento que les van a dar mucho juego a pesar del peligro que esto
suponga (N.B.: Ya saben que la libertad de pensamiento suele ser subversiva, y
eso, a veces, suscita reticencias).