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miércoles, 19 de septiembre de 2018

¡A divertirse!



Lo mío es divertirme. Congénita o no, esta destreza con la que me enfrento a un mundo vil y pendenciero también me permite pasarlo bien. Uno se mosquea de vez en cuando pero al cabo de un rato se le viene a la cabeza que la gravedad de las cosas no está hecha para los monstruos y esbozo una sonrisa.
No obstante, esta forma tan alegre e infantil de contemplar la vida tiene muchos lastres. Que si “Román no tienes filtro”, “¡Qué poco compromiso!” o “Eres un  bicho malo”. Uno se pone melancólico y ante tanto sinsabor (y desaborío), promete ser más cauto y contentar a sus acólitos y otros paparazzis (Tú sabe', beibi... Lo políticamente correcto, el buenismo o otros neo-fascismos).


Pero como cualquier otro niño desencantado por la regañina, esta cosa del lloriqueo no dura mucho. Basta con darse un rulo por Instagram, declararse fan incondicional de Britney Spears (otra que tal ¿canta? y ¿baila?), y decidir que este curso y más que nunca, el aquí firmante va a ir a su aire (¿Por qué no permitírmelo aunque no sea multimillonario?). Dejarse llevar por las corrientes de cualquier fluido browniano. Escribir lo que surja. Peroratas pares, también impares, buenrollistas y enervantes (que no solo Willy Toledo o Arcadi Espada tiene que lucirse en las redes…).


La recomendación es que no me lo reprochen. Ya son muchos años de barbaridades. Déjense llevar, ábranse a lo imposible, a un discurso, quizá inconexo, surrealista, impertinente y un poco marítimo. Sinsentido unas veces y otras más manido. Tómenlo con guasa, que la vida son dos días que en na' se pasan.
Y si necesitan acicates, aquí les traigo un título muy risueño de Jazmín Villagrán publicado por ediciones Ekaré. Un libro (en formato vertical y páginas resistentes, oiga) que desde una perspectiva absurda, esa que choca con los principios de la física, con el orden natural de las cosas, nos ofrece numerosas interpretaciones que nos pueden ser útiles a todos. Porque en ¿Qué está pasando allá arriba?, la historia de tres ranas demasiado incrédulas y realistas que chocan con el universo bizarro e imaginativo de un cerdo voluntarioso, da mucho de sí, más si cabe cuando uno quiere tocar el cielo... ¿Lo tocan conmigo? Sería muy enriquecedor...


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