Lo mío es divertirme. Congénita o
no, esta destreza con la que me enfrento a un mundo vil y pendenciero también
me permite pasarlo bien. Uno se mosquea de vez en cuando pero al cabo de un
rato se le viene a la cabeza que la gravedad de las cosas no está hecha para
los monstruos y esbozo una sonrisa.
No obstante, esta forma tan
alegre e infantil de contemplar la vida tiene muchos lastres. Que si “Román no
tienes filtro”, “¡Qué poco compromiso!” o “Eres un bicho malo”. Uno se pone melancólico y ante
tanto sinsabor (y desaborío), promete ser más cauto y contentar a sus acólitos
y otros paparazzis (Tú sabe', beibi... Lo políticamente correcto, el buenismo o
otros neo-fascismos).
Pero como cualquier otro niño
desencantado por la regañina, esta cosa del lloriqueo no dura mucho. Basta con
darse un rulo por Instagram, declararse fan incondicional de Britney Spears
(otra que tal ¿canta? y ¿baila?), y decidir que este curso y más que nunca, el
aquí firmante va a ir a su aire (¿Por qué no permitírmelo aunque no sea
multimillonario?). Dejarse llevar por las corrientes de cualquier fluido
browniano. Escribir lo que surja. Peroratas pares, también impares,
buenrollistas y enervantes (que no solo Willy Toledo o Arcadi Espada tiene que
lucirse en las redes…).
La recomendación es que no me lo
reprochen. Ya son muchos años de barbaridades. Déjense llevar, ábranse a lo imposible,
a un discurso, quizá inconexo, surrealista, impertinente y un poco marítimo.
Sinsentido unas veces y otras más manido. Tómenlo con guasa, que la vida son
dos días que en na' se pasan.
Y si necesitan acicates, aquí les
traigo un título muy risueño de Jazmín Villagrán publicado por ediciones Ekaré.
Un libro (en formato vertical y páginas resistentes, oiga) que desde una
perspectiva absurda, esa que choca con los principios de la física, con el
orden natural de las cosas, nos ofrece numerosas interpretaciones que nos
pueden ser útiles a todos. Porque en ¿Qué está pasando allá arriba?, la
historia de tres ranas demasiado incrédulas y realistas que chocan con el
universo bizarro e imaginativo de un cerdo voluntarioso, da mucho de sí, más si
cabe cuando uno quiere tocar el cielo... ¿Lo tocan conmigo? Sería muy
enriquecedor...
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