El mundo se está poniendo cada vez más peligroso y nos
pasamos el día temiendo lo que nos pueda ocurrir. Ladrones, asesinos,
violadores, terroristas, narcotraficantes, estafadores, chantajistas,
pederastas, políticos… La verdad es que no es para menos, más todavía si
tenemos en cuenta que somos todos unos pobres a quienes la justicia protege más
bien poco (la justicia es para quien la paga, sobre todo bajo cuerda, cada vez
lo tengo más claro).
Esta especie de psicosis ha traído consigo un enaltecimiento
de la seguridad ciudadana que sólo propicia el enriquecimiento de las empresas
de vigilancia (¡Que se lo digan a mis vecinos que han puesto cámaras por toda
la finca!) y la manipulación de los políticos y multinacionales sobre la
población (Estoy hasta las narices de las cookies, de las redes sociales, de
las compañías telefónicas y de la ley de protección de datos. Todo se resume en
lo mismo: si no firmas, no hay servicio).
Nadie se fía de nadie. Todo está sujeto a las leyes del
soslayo y el bisbiseo, de la mala fama y, sobre todo, de la imaginación. Que
sí, que sí, que yo soy un confiado, que siempre pienso bien de la gente, pero
siempre he pensado que la aventura está bien dentro de unos límites, de la
cautela, que nadie es tan bueno ni tan malo, que a veces hay que correr riesgos
(tampoco meterse en la boca del lobo, pero sí olvidarse de apariencias y
primeras impresiones) y que me encanta llevarme sorpresas -buenas, claro está-.
Estaba yo en estas cuando llega a la redacción de este blog
un libro con el que me había topado en Londres este verano, El muro en mitad del libro de Jon Agee y
editado por La casita roja en nuestro país. Me alegro sobremanera porque es un
libro con mucha chicha, de los que nos gustan a los monstruos. Nos cuenta la
historia de un pequeño caballero, de esos que va ataviado con armadura y que se
monta su propia película frente a un muro: al otro lado sólo hay peligros y
prefiere su zona de confort.
De esta manera empieza una narración que se basa en un
recurso sencillo, una pared de ladrillos que el autor construye en la frontera de
la doble página y que divide la escena en dos espacios/tiempos que a veces se
complementan y otras echan mano de la disyunción. De esta manera, el lector, al
identificarse con el protagonista, también se convierte en actor de una
historia que invita a aparcar los prejuicios y adentrarse en el bosque, pero al
mismo tiempo también es capaz de observar lo que el protagonista no ve, creando
así un discurso complejo que invita a la reflexión.
Si a todo lo anterior unimos una caracterización exquisita
de los personajes (en cierto modo me recuerda al trabajo de Jon Klassen o Peter
Brown), las pinceladas de humor y detalles peritextuales como unas guardas que
funcionan como prólogo y epílogo, este álbum está más que recomendado.
¡Y déjense seducir por el otro lado!
Me gusta mucho tu blog junto con los libros que reseñas, como fan de la literatura infantil y mamá, siempre es bueno estar al tanto de nuevas lecturas para compartir. Me encantan sobre todo los cuentos ilustrados, de hecho guardo en mi biblioteca varios de cuando era niña, para mí se han convertido en un tesoro invaluable.
ResponderEliminarMe gusta tanto leer, que actualmente escribo algunas leyendas y cuentos online para niños, creo que la literatura se ha convertido en mi pasión y fueron sitios como el tuyo los que me ayudaron a descubrirlo.
Quería pedirte, ya que estamos en octubre, si podrías recomendar algún libro infantil para Halloween que no hayamos visto antes, ya que es verdad que abundan los clásicos (como Las Brujas o Coraline) y realmente, me gustaría descubrir algo nuevo para regalar a mis hijos. Si no es molestia, claro está, te lo sugiero porque pareces saber un poco más que yo.
Felicidades por tu blog y muchas gracias por compartir estas pequeñas joyas.