Lo siento por todos aquellos que no quieran sumergirse en un
universo de referencias personales, artísticas y sociales. Lo siento, pero hoy
toca "día Maurice Sendak" con En el vertedero
con Juan y Pedro, un libro que bien merece ser diseccionado.
Editado por primera vez en nuestro país (Kalandraka), es
uno de esos libros a los que nos tiene acostumbrado el genio (hablo en presente
porque todavía sigue entre nosotros), pero quizá más crítico y controvertido, y
porqué no, mucho más complejo de lo habitual.
Publicado por vez primera en 1993, We Are All in the Dumps with Jack and Guy está escrito e ilustrado
durante la última etapa de su vida (según él iba a escena por día, estaba
tremendamente inspirado), y se construye sobre el pasado –su propia niñez- y el
presente que vive -lo que acontece en la Norteamérica de los años noventa-.
El libro cuenta la historia de un niño negro que es
secuestrado por un par de ratas (N.B.: Empezamos con la primera alusión a uno
de esos episodios que impactarían profundamente sobre el niño Sendak,
concretamente el del rapto del hijo del aviador Charles Lindbergh, y que
también inspiraría su obra Al otro lado) para finalmente ser rescatado por otros dos niños, Juan y Pedro, con ayuda de
una gata y la omnipresente luna.
Podemos decir que Sendak se representa a sí mismo bajo la
piel de ese niño negro, la raza que clásicamente se relaciona con la inmigración
en Estados Unidos. Esto se debe a que él mismo también se siente extranjero en
el país que lo ve nacer (no olviden que sus padres eran de origen polaco).
Si nos fijamos, a lo largo de toda la acción, ese niño sólo dice una única
palabra, “Socorro”. Con una u otra entonación, el protagonista pide ayuda una y
otra vez. Probablemente es el propio Sendak el que llama nuestra atención, ese
hombre que llena de miedos y anhelos todas sus creaciones, utilizará nuevamente
este libro para pedir auxilio.
Al mismo tiempo, Sendak ambienta esta historia en mitad de
la noche neoyorquina (véase el puente de Brooklyn en una de las escenas) donde
la pobreza, la infancia sin techo y la miseria llenan las calles (Otra nota: Les
recomiendo que echen un ojo a los periódicos que cubren los cuerpos semidesnudos
de los niños figurantes porque les pueden poner la piel de gallina). Incluso
Sendak hace referencia a la epidemia de SIDA que asola a la comunidad gay de
las principales ciudades de Norteamérica, dedicando este libro a Marc Lida, artista
reconocido y amigo del autor que fallece víctima del SIDA en 1992 (un año
antes de publicarse este libro) a los 35 años de edad.
Y ahora nos toca hablar de Juan y Pedro (¿Por qué el
traductor habrá elegido estos dos nombres tan bíblicos, los primeros
apóstoles?)… Llamados en el original Jack y Guy no sólo son los héroes de la
historia, sino que en palabras de algunos allegados de Sendak, como por ejemplo
Tony Kushner, un íntimo amigo, representan a las dos personas más importantes
en su vida. Por un lado, Jack, su hermano en la vida real y cuya muerte lo devastó,
y por otro, Guy, el alter ego de Eugene, su pareja (“guy” se traduce como “chico”),
con quien el artista compartiría medio siglo. Es decir, Sendak dedica dos de
los personajes principales de este libro a las dos personas que más quiere, a
quienes lo salvan de esos temores, quienes lo cuidan y ayudan, como a ese niño
huérfano e inválido que es raptado por los roedores.
En el desarrollo de la historia podemos ver numerosos guiños
a la religión, sobre todo a la religión católica (una paradoja muy sorprendente,
teniendo en cuenta que Maurice Sendak era judío)... En primer lugar destaca la portada
de este libro, que se inspira en una pintura de Andrea Mantegna titulada Descenso al Limbo, un cuadro que forma
parte de un díptico en el que Cristo se sitúa en la misma posición que Juan y
Pedro (salvadores), y el alma descendiente ocupa el lugar del niño negro (salvado). En segundo lugar llaman la atención otro tipo de alusiones a la pasión de
Cristo como son el episodio en el que las ratas y Juan y Pedro se juegan el
niño a las cartas (veo algo de la partida de dados bíblica), o la imagen en la
que Juan baja al niño dormido de la Luna pues ambos adoptan una posición que recuerda
al Descendimiento de Cristo de
Rubens. Incluso otras autoras como Sandra L. Beckett, observan en este
nutritivo álbum ciertas referencias a la deposición, la piedad y la
resurrección de Cristo.
Mientras que en obras como Chancho-Pancho, Sendak realiza claras alusiones al judaísmo, en
este caso, una de las pocas evidencias a su propia religión consiste en la representación
del jalá o pan de Shabat, un pan trenzado que se consume durante la festividad
y que come el niño negro tras quedar a salvo de las ratas.
En parte, este libro también habla del Holocausto, pues en
él aparece una referencia clara al campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau,
concretamente a la torre de entrada del ferrocarril al citado campo y que
Sendak dibuja fielmente en dos escenas en las que las ratas acarrean al niño y
los gatos hacia el “Hospicio de San Pablo. Horno de pan” (un poco de humor
negro nunca viene mal…).
Antes de terminar hay que hacer hincapié en algunos detalles
de las ilustraciones... Vean los ángeles que aparecen en el libro, nunca miran
hacia el lector, sino que están de espaldas a él. Esto me mueve a pensar en una
crítica, un reproche hacia la Iglesia, una que prefiere no mirar hacia atrás
para no darse cuenta de la triste realidad que nos presenta Sendak, esa misma
que deja desvalida, desprotegida, a la infancia, más todavía si nos percatamos
que todos excepto dos están leyendo el periódico con fruición (una paradoja más
de esta sociedad hiper-informada pero super-desalmada). Y para rizar más el
rizo, de esos dos, uno de ellos tiene el pelo largo y lo lleva sujeto con una
cinta morada, un tocado que recuerda mucho al de Mozart, uno de los ídolos de
Sendak y a quien le da permiso para acunar sobre la luna a esos niños que se
han salvado de las garras de las temibles ratas, y que constituye un sincero
tributo.
Como no tengo ni idea de póker, también les plantearé un par
de incógnitas... Si se fijan en las tres cartas de la baraja que rodean la
partida entre las ratas y Juan y Pedro, verán un as de tréboles, la jota de
corazones y el nueve de picas. La jota se llama vulgarmente “jack”, como uno de
los protagonistas y el hermano de Sendak, y casualmente aparece con los ojos
cerrados… ¿Qué nos querrá decir con esto?). Por otro lado y como no tengo idea
de póker, ¿querrá decirnos algo con la combinación de estos tres naipes?...
Como punto y final cabe destacar que en este libro se aúnan dos
rimas infantiles tradicionales del mundo anglosajón, dos de las Mother Goose nursery rhymes más
clásicas, concretamente In the Dumps
y Jack and Gye (observen como Sendak
ha hecho su adaptación particular), para dar lugar a un libro completamente
nuevo y personal en el que se construye un potentísima crítica sobre la forma
en la que el mundo adulto vapulea los derechos de la infancia sin olvidar dos
de sus referencias literarias indiscutibles, Herman Melville y William Blake.
Lean este libro, unas veces absurdo, otras, altamente
intrincado. No es ni más ni menos que otro juego del genio, una historia enormemente
simbólica y sensible que debe interpretarse casi como un grito de misericordia,
de luz y, probablemente, de resurrección en un momento de angustia y tristeza
incomprensible.
Guau, madre mía, Roman. Impresionante. Gracias, mil gracias por un texto que enriquecerá sin duda la lectura de este cuento. No puede haber mejor post en el Día de la infancia.
ResponderEliminarIncreíble todo lo que puede trasmitir "un libro infantil".
ResponderEliminar¡¡Espectacular, Román!! Gracias por este regalo.
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