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miércoles, 20 de noviembre de 2019

Un sonoro grito de auxilio



Lo siento por todos aquellos que no quieran sumergirse en un universo de referencias personales, artísticas y sociales. Lo siento, pero hoy toca "día Maurice Sendak" con En el vertedero con Juan y Pedro, un libro que bien merece ser diseccionado.
Editado por primera vez en nuestro país (Kalandraka), es uno de esos libros a los que nos tiene acostumbrado el genio (hablo en presente porque todavía sigue entre nosotros), pero quizá más crítico y controvertido, y porqué no, mucho más complejo de lo habitual.
Publicado por vez primera en 1993, We Are All in the Dumps with Jack and Guy está escrito e ilustrado durante la última etapa de su vida (según él iba a escena por día, estaba tremendamente inspirado), y se construye sobre el pasado –su propia niñez- y el presente que vive -lo que acontece en la Norteamérica de los años noventa-.
El libro cuenta la historia de un niño negro que es secuestrado por un par de ratas (N.B.: Empezamos con la primera alusión a uno de esos episodios que impactarían profundamente sobre el niño Sendak, concretamente el del rapto del hijo del aviador Charles Lindbergh, y que también inspiraría su obra Al otro lado) para finalmente ser rescatado por otros dos niños, Juan y Pedro, con ayuda de una gata y la omnipresente luna.


Podemos decir que Sendak se representa a sí mismo bajo la piel de ese niño negro, la raza que clásicamente se relaciona con la inmigración en Estados Unidos. Esto se debe a que él mismo también se siente extranjero en el país que lo ve nacer (no olviden que sus padres eran de origen polaco). Si nos fijamos, a lo largo de toda la acción, ese niño sólo dice una única palabra, “Socorro”. Con una u otra entonación, el protagonista pide ayuda una y otra vez. Probablemente es el propio Sendak el que llama nuestra atención, ese hombre que llena de miedos y anhelos todas sus creaciones, utilizará nuevamente este libro para pedir auxilio.


Al mismo tiempo, Sendak ambienta esta historia en mitad de la noche neoyorquina (véase el puente de Brooklyn en una de las escenas) donde la pobreza, la infancia sin techo y la miseria llenan las calles (Otra nota: Les recomiendo que echen un ojo a los periódicos que cubren los cuerpos semidesnudos de los niños figurantes porque les pueden poner la piel de gallina). Incluso Sendak hace referencia a la epidemia de SIDA que asola a la comunidad gay de las principales ciudades de Norteamérica, dedicando este libro a Marc Lida, artista reconocido y amigo del autor que fallece víctima del SIDA en 1992 (un año antes de publicarse este libro) a los 35 años de edad.


Y ahora nos toca hablar de Juan y Pedro (¿Por qué el traductor habrá elegido estos dos nombres tan bíblicos, los primeros apóstoles?)… Llamados en el original Jack y Guy no sólo son los héroes de la historia, sino que en palabras de algunos allegados de Sendak, como por ejemplo Tony Kushner, un íntimo amigo, representan a las dos personas más importantes en su vida. Por un lado, Jack, su hermano en la vida real y cuya muerte lo devastó, y por otro, Guy, el alter ego de Eugene, su pareja (“guy” se traduce como “chico”), con quien el artista compartiría medio siglo. Es decir, Sendak dedica dos de los personajes principales de este libro a las dos personas que más quiere, a quienes lo salvan de esos temores, quienes lo cuidan y ayudan, como a ese niño huérfano e inválido que es raptado por los roedores.


En el desarrollo de la historia podemos ver numerosos guiños a la religión, sobre todo a la religión católica (una paradoja muy sorprendente, teniendo en cuenta que Maurice Sendak era judío)... En primer lugar destaca la portada de este libro, que se inspira en una pintura de Andrea Mantegna titulada Descenso al Limbo, un cuadro que forma parte de un díptico en el que Cristo se sitúa en la misma posición que Juan y Pedro (salvadores), y el alma descendiente ocupa el lugar del niño negro (salvado). En segundo lugar llaman la atención otro tipo de alusiones a la pasión de Cristo como son el episodio en el que las ratas y Juan y Pedro se juegan el niño a las cartas (veo algo de la partida de dados bíblica), o la imagen en la que Juan baja al niño dormido de la Luna pues ambos adoptan una posición que recuerda al Descendimiento de Cristo de Rubens. Incluso otras autoras como Sandra L. Beckett, observan en este nutritivo álbum ciertas referencias a la deposición, la piedad y la resurrección de Cristo.



Mientras que en obras como Chancho-Pancho, Sendak realiza claras alusiones al judaísmo, en este caso, una de las pocas evidencias a su propia religión consiste en la representación del jalá o pan de Shabat, un pan trenzado que se consume durante la festividad y que come el niño negro tras quedar a salvo de las ratas.


En parte, este libro también habla del Holocausto, pues en él aparece una referencia clara al campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, concretamente a la torre de entrada del ferrocarril al citado campo y que Sendak dibuja fielmente en dos escenas en las que las ratas acarrean al niño y los gatos hacia el “Hospicio de San Pablo. Horno de pan” (un poco de humor negro nunca viene mal…).



Antes de terminar hay que hacer hincapié en algunos detalles de las ilustraciones... Vean los ángeles que aparecen en el libro, nunca miran hacia el lector, sino que están de espaldas a él. Esto me mueve a pensar en una crítica, un reproche hacia la Iglesia, una que prefiere no mirar hacia atrás para no darse cuenta de la triste realidad que nos presenta Sendak, esa misma que deja desvalida, desprotegida, a la infancia, más todavía si nos percatamos que todos excepto dos están leyendo el periódico con fruición (una paradoja más de esta sociedad hiper-informada pero super-desalmada). Y para rizar más el rizo, de esos dos, uno de ellos tiene el pelo largo y lo lleva sujeto con una cinta morada, un tocado que recuerda mucho al de Mozart, uno de los ídolos de Sendak y a quien le da permiso para acunar sobre la luna a esos niños que se han salvado de las garras de las temibles ratas, y que constituye un sincero tributo.


Como no tengo ni idea de póker, también les plantearé un par de incógnitas... Si se fijan en las tres cartas de la baraja que rodean la partida entre las ratas y Juan y Pedro, verán un as de tréboles, la jota de corazones y el nueve de picas. La jota se llama vulgarmente “jack”, como uno de los protagonistas y el hermano de Sendak, y casualmente aparece con los ojos cerrados… ¿Qué nos querrá decir con esto?). Por otro lado y como no tengo idea de póker, ¿querrá decirnos algo con la combinación de estos tres naipes?...
Como punto y final cabe destacar que en este libro se aúnan dos rimas infantiles tradicionales del mundo anglosajón, dos de las Mother Goose nursery rhymes más clásicas, concretamente In the Dumps y Jack and Gye (observen como Sendak ha hecho su adaptación particular), para dar lugar a un libro completamente nuevo y personal en el que se construye un potentísima crítica sobre la forma en la que el mundo adulto vapulea los derechos de la infancia sin olvidar dos de sus referencias literarias indiscutibles, Herman Melville y William Blake.


Lean este libro, unas veces absurdo, otras, altamente intrincado. No es ni más ni menos que otro juego del genio, una historia enormemente simbólica y sensible que debe interpretarse casi como un grito de misericordia, de luz y, probablemente, de resurrección en un momento de angustia y tristeza incomprensible.



3 comentarios:

  1. Guau, madre mía, Roman. Impresionante. Gracias, mil gracias por un texto que enriquecerá sin duda la lectura de este cuento. No puede haber mejor post en el Día de la infancia.

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  2. Increíble todo lo que puede trasmitir "un libro infantil".
    ¡¡Espectacular, Román!! Gracias por este regalo.

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