Ha comenzado el adviento. Los comercios están abarrotados de
productos y, sobre todo, de gente. No hay quien quepa en los bares (para una cervecita
siempre hay tiempo) y el personal no para de hacer cábalas y así cuadrar una
agenda que cada año se hace más cuesta arriba (Menos mal que yo me mantengo
fiel a mis principios de asistir única y exclusivamente a aquellos eventos en
los que pinto algo…).
Se avecinan las cenas “remember”. Las de los años de colegio
(Pfff… Nostálgicos…), las de cuando íbamos al instituto (Más de lo mismo…),
incluso las del conservatorio (¡Yingelbels, yingelbels…!). También hay que
quedar bien con los amigos de la infancia (Qué acabaos están algunos… Hola… ¿Es
ahí el geriátrico?), con los del barrio (¡Y venga batallitas!) y con los del
apartamento de Torrevieja (Aunque los cuerpos no estén para olas). En
definitiva, hay que ver a todo quisqui y no morir en el intento (cosa harto difícil,
pues los estómagos ya no están para ostias).
Lo mejor de todo es cuando hacen acto de presencia los familiares...
Como si de una aparición mariana se tratase, empiezan a desfilar por la puerta
cientos de sombras chinescas que vienen a ponerse como la Tomata. Lo que otrora
era un remanso de paz, se transforma en un comedero de pollastres. Si te
descuidas te sacan el ojo con un mondadientes. A ver quién se ceba más. Como si
no hubiera un mañana… Intentas agasajarlos, sacas las mejores viandas del
trastero y al final terminas a codazos. No sabes cuántas cabezas, cuántas
manos, cuantas suegras y cuñados hay alrededor de la mesa. Cuentas tropecientas
bocas, unos cuantos anillos de casado, no-sé-cuántas fajas, otras tantas gafas
(las lentillas las dejamos a un lado), un par de dientes de plata, y al
terminar, te desmayas.
Así, con la consciencia perdida, llegamos a uno de esos
libros que te hacen pensar al mismo tiempo que te sacan una sonrisa. Y es que En mi casa somos... un libro con texto
de Isabel Minhós Martins, ilustraciones de Madalena Matoso y editado por Takatuka,
nos encontramos con una dilatada familia con la que la vida es toda una aventura,
no sólo aritmética (¡Atención a los maestros de preescolar y primaria! ¡Que
este libro da mucho juego con las matemáticas!), sino también por lo anatómico
de la historia.
Si además tenemos en cuenta que nos hace reflexionar sobre
la animada vida en familia (si yo les contará nuestras celebraciones en familia
de antaño, no pararían de reír en un par de años) y lo (des)agradable que es
tener a hermanas, padres, abuelos, tíos y primos al lado, podríamos afirmar que
este libro es una imperiosa necesidad. Y si me apuran, les empujaré a que lo
lean todos juntos, al derecho y al revés, y de esta manera, pasar más tiempo
juntos que, aunque no lo crean, es lo que nos hace falta.
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