Aunque no es tiempo de flores y demás chanzas primaverales
(¡Menudo frío hace!), hoy le llega el turno a una de esas historias que, a
pesar de haber trascendido a la cultura popular gracias a la serie de dibujos
animados televisiva de los 80-90, mucha gente no sabe sobre su primigenia condición de novela. Y es que Las aventuras de la
abeja Maya de Waldemar Bonsels tiene mucho que decir.
Es por ello que aprovecharé el post de hoy para trasladarles
mi experiencia (segunda en este caso, pues leí este libro por primera vez
cuando era un mengajo) aprovechando la nueva edición de Nórdica Libros con las
siempre exquisitas ilustraciones de Ester García (fíjense en su colorido, en
las composiciones equilibradas, en esos marcos redondos de otro tiempo, y en la
labor de investigación sobre la flora y fauna) que acompañan a esta reseña de
hoy.
Antes de sumergirme en las andanzas del autor y otras
consideraciones, decidí que lo mejor era releerlo sin muchas influencias
externas, algo que fue un acierto pues lo pasé bastante bien con esa abeja y la
caterva de bichos que la acompañaban en sus andanzas (cosa rara, pues no soy
muy insectívoro). Aunque me recordó a la primera lectura (muy humana,
detallista y con mucha plasticidad), sí es cierto que lo hice con esa
perspectiva de ¿adulto? que te endosan los años.
Después de aparcar el libro sobre el sofá, me puse manos a
la obra con la biografía del autor, Waldemar Bonsels, que según tenía
entendido, no tenía desperdicio (la pueden disfrutar enterita después de la
reseña, que me he tomado la libertad de elaborarla aparte).
Tras leer y leer muchos artículos ya no sabía si dejarme llevar
por la vida de su autor y lapidar a la abeja Maya junto a él -como han hecho
tantos otros-, o dejar de lado los datos biográficos y buscar un punto
intermedio en mis anotaciones. Me vino a la cabeza la palabra “censura” y, con
una sacudida de orejas opté por extraer el jugo de un libro que ha vendido
millones de copias (que yo, por lo general, siempre respeto a los lectores).
En primer lugar hay que decir que la abeja Maya es un libro
sobre la naturaleza. Hay mucha belleza en él. Es un jardín junto a un lago, un
paraíso vegetal en el que pululan montones de seres vivos que establecen
multitud de relaciones. Es fiel reflejo de lo que acontece en un prado. Y si no
me creen, siéntense frente a trozo de hierba y dejen el tiempo pasar.
En segundo lugar hablamos de una obra de insectos que, a
pesar de conservar su aspecto y comportamiento instintivo (ya saben, las
libélulas son carnívoras y los saltamontes brincan), son antropomorfos en su
manera de pensar y razonar, el verdadero quid de la cuestión en una obra
bastante vapuleada por el tiempo, los prejuicios y las interpretaciones.
De entre todos los personajes que se pasean por sus páginas
destaca Maya, la protagonista, una abeja que se encuentra a caballo entre una
paria y una suerte de heroína que se enfrenta al mundo sola con las mínimas
lecciones vitales de Casandra, su nodriza, algo que se repite en otros muchos
actores principales de la Literatura Infantil.
De esta forma Maya representa a ese niño inocente que
realiza su propio viaje iniciático y va creciendo conforme se desarrolla la
acción. Entabla conversación y vive experiencias con otros seres. Crece y va modificando
su pensamiento y conducta para enfrentarse a las adversidades que le presenta
el camino, algo bastante presente en los libros para niños de finales del XIX y
principios del XX en los que el carácter pedagógico/didáctico es
bastante patente.
Las aventuras de la
abeja Maya también es un canto a la libertad, pues se debería adscribir a la
llamada “literatura de vagabundos” como bien ha apuntado el experto Walter Fähnders. Este es un género en el que los personajes deambulan errantes y
escriben sus historias a la intemperie. Pastores, bandoleros, hechiceros,
gitanos y una abeja exploran el mundo y nos trasladan sus impresiones (¿Bonito,
verdad?)
Hay pasajes a lo largo del libro que hablan de su inocencia
infantil. La abeja también es piadosa, algo que muestra en el pasaje en el que Schnuck
devora a Hans Cristoph o en el que le habla de una rana moribunda (“...me
cuesta mucho ver sufrir a alguien” o “Hay muchas cosas tristes en el mundo”, explica Maya). También es ignorante (su
capacidad de sorprenderse con una gota de rocío habla por sí sola), bastante
correcta y educada (se refiere a todos muy cortésmente), tiene muy buen humor (su
encuentro con el escarabajo Kurt lo deja bien claro) y es muy curiosa (su
obsesión por toparse con los humanos es tan preocupante como la de un mocoso
empecinado en conocer a un troll).
A pesar de todos estos rasgos destacables, no han sido pocos
los que han interpretado esta obra desde prismas menos inocentes y más sesgados,
relacionándola con los valores del nacionalsocialismo alemán. El caso más
reciente es el de Sven Hanuschek que se centra en varios puntos para justificar
esta idea… Así, apunta al carácter supremacista de la abeja, sobre todo cuando
se refiere a las avispas, sus acérrimas enemigas. Pasajes como “Ser confundida
con una avispa, con ese atajo de ladronas inútiles, con ese pueblo de bandidas,
de vagabundas, significaba para ella la mayor de las injurias” podrían hablar
de judíos y alemanes, aunque también es cierto que podrían hablar de orcos y
elfos, de piratas y niños perdidos.
También habla de la colmena como símbolo de la nación
alemana, una a la que Maya regresa finalmente para combatir a las fuerzas
invasoras; un punto de vista con el que no estoy de acuerdo, pues la
organización estatal de cualquier himenóptero (véanse hormigas) facilita
bastante la asimilación por parte del lector de una metáfora sobre el modus
vivendi humano y son ampliamente utilizadas en el universo cultural infantil.
Hanuschek señala al mismo tiempo las similitudes entre el
discurso de la abeja reina y el que el emperador Guillermo II de Alemania dio
en julio del año 1900 a las tropas que partían para enfrentarse al
levantamiento bóxer en China, y que, aunque podría ser cierto, se me ocurre
pensar que las arengas bélicas son bastante parecidas en contenido.
Por último, tanto Sven Hanuschek, como otros autores, echan
mano de que La abeja Maya fue uno de los libros más leídos por los soldados alemanes
en las trincheras para justificar esa supuesta identificación con el régimen, una cuestión
sobre la que tengo varios peros… Si nos fijamos bien La abeja Maya se publica en 1912, antes de desatarse la Primera
Guerra Mundial, esa que acabaría con la hegemonía industrial del Imperio Austrohúngaro, y también es bastante anterior a la crisis económica producto de las
disposiciones del Tratado de Versalles, germen de un descontento ciudadano que
pergeñaría el nacionalsocialismo hitleriano.
El segundo apunte que hago se refiere a la guerra en sí
misma, pues aunque Maya tuviera un
éxito ulterior entre los lectores de aquella época, los conflictos bélicos
siempre han existido, no sólo en el mundo real, sino también en la ficción
infantil y juvenil. La guerra está ahí, bien entre nazis y yanquis, bien entre
abejas y avispas.
El último apunte y como bien explica Helga Karrenbrock trata
sobre ese amparo que ofrece Maya. Bonsels
empatiza con el soldado por ser un guardián
de la libertad, una libertad situada en ese prado floreciente y lleno de
vida que, aunque ilusorio, se convierte
en un lugar de anhelo sobrecargado frente a chimeneas industriales humeantes,
ciudades en explosión y una crisis de fe. Porque el soldado también es humano y
necesita un refugio en el que sentirse vivo y en paz.
Para finalizar todo este (contra)análisis sobre La abeja
Maya, sólo me resta una consideración sobre las decisiones del autor… No seré
yo quien justifique las de Bonsels pues tengo bastante con las mías, pero sí
les diré que no se deben extrañar de que los artistas o “agentes culturales” busquen refugio entre políticos para recibir apoyos de muchos tipos. Lo que no
sabría decirles es si todos ellos se dan cuenta de que les hacen un flaco favor
a sus obras, pues las estigmatizan a lo largo del tiempo y las condenan a la
censura, una consecuencia que no se merece ni La abeja Maya ni cualquier otro
título que encandile a tantos lectores durante tanto tiempo.
Waldemar Bonsels nace en
1880, en Holstein, siendo el segundo de los cinco hijos de un farmacéutico
reconvertido a odontólogo. Cursa educación secundaria en Kiel, estudios que
abandona a la edad de dieciséis para asistir en Bielefeld a una escuela de
negocios (algo parecido a la formación profesional). Terminado ese tiempo
trabaja como comercial en una imprenta entre 1900 y 1902. Tras ese
periodo decide enrolarse en la llamada Misión de Basilea, una organización
ecuménica protestante, y es enviado como comerciante misionero a las Indias Orientales durante seis
meses entre 1902 y 1903. A su regreso funda junto a tres socios la editorial EW Bonsels and Co. en Munich, en la
que publicará sus primeros trabajos.
En 1906 contrae matrimonio con Klara Brandenburg, su primera
esposa y con quien tiene dos hijos. Se divorcia y vuelve a casarse con Elise
Ostermeyer y tiene otros dos hijos. Durante este tiempo continua
publicando sus escritos, tanto en su propia editorial, como en otras, véase F.
Fontane & Co, Avestruz, y Schuster y Loeffler.
Así llegamos a 1910, año en el que el editor y escritor se
traslada con su familia a una casa que su amigo Bernd Iseman posee en Oberschleißheim, una zona en las afueras de
Munich y en la que se inspira para escribir su gran éxito, Las aventuras de la abeja Maya, un libro que sería
publicado en 1912.
Estalla la Primera Guerra Mundial y Bonsels es enviado como
corresponsal de guerra a Galicia y Lodomeria (Ucrania-Polonia) y más tarde a
los países bálticos. Cuando termina la contienda en 1918, Bonsels decide
comprar una casa en la isla de Capri y otra en Ambach en la orilla oriental del
lago Starnberg, donde se traslada a vivir él solo mientras el resto de su familia reside en Munich, algo que desembocará en un nuevo divorcio.
Es así como Bonsels dedica su tiempo a escribir nuevos
libros sobre crímenes o relatos eróticos, a entablar amistad con otros autores
como Benjamin Franklin Wedekind o Heinrich Mann (ambos de origen judío), en viajar
a Estados Unidos, Turquía o Egipto, y en dar conferencias por diferentes países
disfrutando de las rentas que produce la
abeja Maya, uno de los libros más vendidos hasta la década de los 40.
Durante ese tiempo, además de tener otro hijo con la
bailarina Edith von Schrenck -nunca se casarán-, hay que destacar otros hechos
significativos en la vida de Bonsels… Entre 1924 y 1925, junto al biólogo y
director de cine Wolfram Junghans, adapta la abeja Maya al cine utilizando
insectos vivos (lo que oyen). La película muda de seis actos se estrena en el
Capitolio de Dresde el 8 de abril de 1926 recibiendo buenas críticas por su la
producción técnica. Este hecho favoreció que Walt Disney se interesara por la obra para su adaptación en cine de animación y mucho más tarde, en el 87, su producción para la pequeña pantalla en forma de serie.
Como fruto de esta experiencia, Bonsels también se anima a
realizar una expedición a Brasil junto al documentalista Adolph von Dungern y el
director de fotografía August Brückner, con intención de realizar un reportaje
naturalista, un proyecto que se ve truncado inesperadamente.
Así llegan los años 30 y con ellos el ascenso del Hitler al
poder. Es así como el nacionalsocialismo irrumpe en la vida de los alemanes,
incluido Bonsels, que desde su casa en Capri se entera de que muchos de sus
libros son quemados la noche del 10 de mayo de 1933 junto a obras de Marx,
Freud, Remarque, Ossietzky o Tucholsky, por incluir pasajes que recogen
prácticas sexuales desviadas. No obstante se salvan de la hoguera Las aventuras de la abeja Maya, un libro
que se sigue vendiendo a todo trapo, y otras dos obras más, Viaje a la India y
Himmelsvolk. Si esto no fuera poco, Bonsels comienza a escribir una serie de
artículos apoyando los ideales del régimen nazi entre los que destaca el
titulado NSDAP y el judaísmo, donde
evidencia una clara postura antisemita, sobre todo en lo que al aspecto
cultural se refiere, calificando a los intelectuales judíos como “veneno”
debido a su gran influencia y poder cultural prescriptivo. Esto unido una
fortuna mayor que la de algunos ministros del Tercer Reich en la que la abeja Maya tiene mucho que decir (les
recuerdo que fue uno de los libros de cabecera de los soldados en las
trincheras), le ayuda a obtener un
puesto influyente en el Reichsschrifttumskammer, uno de los siete departamentos de la
Cámara de Cultura fundada por Goebbels para el nuevo régimen.
En 1943 publica Dositos,
un libro del que sólo se publicaron un centenar de copias y con un prólogo muy
controvertido, donde destaca nuevamente el antisemitismo.
Todo cambia tras la Segunda Guerra Mundial y después de la
caída de Adolf Hitler, Bonsels intenta presentarse a los aliados como víctima
del régimen nazi, cosa que no cuela. Así es incluido en la llamada desnazificación,
por lo que sus novelas son prohibidas y su figura queda relegada a un segundo
plano.
En 1949, Waldemar Bonsels enferma de linfogranulomatosis
(enfermedad de Hodgkin). Al año siguiente, se casa con su última pareja,
Rose-Marie Bachofen, y el 31 de julio de 1952, Bonsels muere en su casa en
Ambach. La urna con sus cenizas es enterrada en el jardín.
Como siempre, interesantísima la entrada Román.
ResponderEliminarCreo que es el libron perfecto para pedírselo a los Reyes Magos.
ResponderEliminarQue ganas de ver las ilustraciones por dentro
ResponderEliminarCreo que es el libro perfecto para pedir en la carta a los Reyes Magos.
ResponderEliminarPues hay que leerlo. Más si tú lo recomiendas.
ResponderEliminarMenuda entrada, cuanto saber!! He de decir que crecí con la serie de Maya y hasta hace bien poco desconocía el libro, pero....con esta nueva publicación, me dan ganas de leerlo.
ResponderEliminarMe has creado necesidades...
ResponderEliminarMe ha parecido muy muy interesante tanto lo que comenta sobre el libro (tengo ganas de conocer esas ilustraciones y pasajes diversos) como la biografía del autor. Me ha parecido sorprendente la vida de este último. Pero estoy de acuerdo en que no deberia interferir en la lectura de la obra lo que sabemos del autor, porque puede perjudicarla y mucho. Mil gracias por tanta información.
ResponderEliminarMás, más...Lo que da de sí la pequeña Abeja Maya, gracias Román por todo este pozo de sabiduría, como he disfrutado!
ResponderEliminarVaya entrada tan interesante!
ResponderEliminarGran reseña. No conocía nada de la vida de este hombre y resulta muy interesante. Pero siempre es bueno que vuelvan obras como está que nos devuelvan a las cosas sencillas, con historias bien construidas de las que ayudan a hacer lectores.
ResponderEliminarQue maravillas de edición con las exquisitas ilustraciones de Ester
ResponderEliminarMuy interesante! La edición es una belleza. A mi simplemente me cae muy bien esta abejita!
ResponderEliminarUna maravilla de edición, las ilustraciones son espectaculares!!!
ResponderEliminarparece una pasada de libro!!!...yo era muy fan de la abeja maya cuando era pequeña una gran inspiracion .....muchas gracias por el sorteo....
ResponderEliminarperdon el comentario de arriba es mio veo que aparece como desconocido....soy la bellamedusa en instagram....
ResponderEliminarNórdica edita de lujo. Es un placer para los sentidos acercarse a los clásicos gracias a su labor. Completísima entrada!
ResponderEliminarUna vez más, preciosa entrada. La verdad es que independientemente de las interpretaciones que puedan hacerse de esta obra, qué bonito es que la literatura te lleve a conocer hechos tan importantes de la historia, a disfrutar y, sobre todo, a pensar. Más aún la literatura infantil que con su cuidada estética te hace disfrutar el doble.
ResponderEliminarInteresantísimo.... y las ilustraciones, ¡una delicia! Con unas ganas tremendas de sentarme a leerlo.
ResponderEliminarLo dicho, lo he pedido a los Reyes y, ahora, después de leer esta reseña con más ahínco.
ResponderEliminarPor cierto, por si se adelantan los Reyes, soy Xaragall.blog (Ve lavándote los dientes)
Wow, tenemos que leerlo ��
ResponderEliminar