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miércoles, 4 de diciembre de 2019

La abeja Maya o una censura de la belleza



Aunque no es tiempo de flores y demás chanzas primaverales (¡Menudo frío hace!), hoy le llega el turno a una de esas historias que, a pesar de haber trascendido a la cultura popular gracias a la serie de dibujos animados televisiva de los 80-90, mucha gente no sabe sobre su primigenia condición de novela. Y es que Las aventuras de la abeja Maya de Waldemar Bonsels tiene mucho que decir.
Es por ello que aprovecharé el post de hoy para trasladarles mi experiencia (segunda en este caso, pues leí este libro por primera vez cuando era un mengajo) aprovechando la nueva edición de Nórdica Libros con las siempre exquisitas ilustraciones de Ester García (fíjense en su colorido, en las composiciones equilibradas, en esos marcos redondos de otro tiempo, y en la labor de investigación sobre la flora y fauna) que acompañan a esta reseña de hoy.
Antes de sumergirme en las andanzas del autor y otras consideraciones, decidí que lo mejor era releerlo sin muchas influencias externas, algo que fue un acierto pues lo pasé bastante bien con esa abeja y la caterva de bichos que la acompañaban en sus andanzas (cosa rara, pues no soy muy insectívoro). Aunque me recordó a la primera lectura (muy humana, detallista y con mucha plasticidad), sí es cierto que lo hice con esa perspectiva de ¿adulto? que te endosan los años.


Después de aparcar el libro sobre el sofá, me puse manos a la obra con la biografía del autor, Waldemar Bonsels, que según tenía entendido, no tenía desperdicio (la pueden disfrutar enterita después de la reseña, que me he tomado la libertad de elaborarla aparte).
Tras leer y leer muchos artículos ya no sabía si dejarme llevar por la vida de su autor y lapidar a la abeja Maya junto a él -como han hecho tantos otros-, o dejar de lado los datos biográficos y buscar un punto intermedio en mis anotaciones. Me vino a la cabeza la palabra “censura” y, con una sacudida de orejas opté por extraer el jugo de un libro que ha vendido millones de copias (que yo, por lo general, siempre respeto a los lectores).


En primer lugar hay que decir que la abeja Maya es un libro sobre la naturaleza. Hay mucha belleza en él. Es un jardín junto a un lago, un paraíso vegetal en el que pululan montones de seres vivos que establecen multitud de relaciones. Es fiel reflejo de lo que acontece en un prado. Y si no me creen, siéntense frente a trozo de hierba y dejen el tiempo pasar.
En segundo lugar hablamos de una obra de insectos que, a pesar de conservar su aspecto y comportamiento instintivo (ya saben, las libélulas son carnívoras y los saltamontes brincan), son antropomorfos en su manera de pensar y razonar, el verdadero quid de la cuestión en una obra bastante vapuleada por el tiempo, los prejuicios y las interpretaciones.
De entre todos los personajes que se pasean por sus páginas destaca Maya, la protagonista, una abeja que se encuentra a caballo entre una paria y una suerte de heroína que se enfrenta al mundo sola con las mínimas lecciones vitales de Casandra, su nodriza, algo que se repite en otros muchos actores principales de la Literatura Infantil.


De esta forma Maya representa a ese niño inocente que realiza su propio viaje iniciático y va creciendo conforme se desarrolla la acción. Entabla conversación y vive experiencias con otros seres. Crece y va modificando su pensamiento y conducta para enfrentarse a las adversidades que le presenta el camino, algo bastante presente en los libros para niños de finales del XIX y principios del XX en los que el carácter pedagógico/didáctico es bastante patente.
Las aventuras de la abeja Maya también es un canto a la libertad, pues se debería adscribir a la llamada “literatura de vagabundos” como bien ha apuntado el experto Walter Fähnders. Este es un género en el que los personajes deambulan errantes y escriben sus historias a la intemperie. Pastores, bandoleros, hechiceros, gitanos y una abeja exploran el mundo y nos trasladan sus impresiones (¿Bonito, verdad?)


Hay pasajes a lo largo del libro que hablan de su inocencia infantil. La abeja también es piadosa, algo que muestra en el pasaje en el que Schnuck devora a Hans Cristoph o en el que le habla de una rana moribunda (“...me cuesta mucho ver sufrir a alguien” o  “Hay muchas cosas tristes en el mundo”, explica Maya). También es ignorante (su capacidad de sorprenderse con una gota de rocío habla por sí sola), bastante correcta y educada (se refiere a todos muy cortésmente), tiene muy buen humor (su encuentro con el escarabajo Kurt lo deja bien claro) y es muy curiosa (su obsesión por toparse con los humanos es tan preocupante como la de un mocoso empecinado en conocer a un troll).


A pesar de todos estos rasgos destacables, no han sido pocos los que han interpretado esta obra desde prismas menos inocentes y más sesgados, relacionándola con los valores del nacionalsocialismo alemán. El caso más reciente es el de Sven Hanuschek que se centra en varios puntos para justificar esta idea… Así, apunta al carácter supremacista de la abeja, sobre todo cuando se refiere a las avispas, sus acérrimas enemigas. Pasajes como “Ser confundida con una avispa, con ese atajo de ladronas inútiles, con ese pueblo de bandidas, de vagabundas, significaba para ella la mayor de las injurias” podrían hablar de judíos y alemanes, aunque también es cierto que podrían hablar de orcos y elfos, de piratas y niños perdidos.


También habla de la colmena como símbolo de la nación alemana, una a la que Maya regresa finalmente para combatir a las fuerzas invasoras; un punto de vista con el que no estoy de acuerdo, pues la organización estatal de cualquier himenóptero (véanse hormigas) facilita bastante la asimilación por parte del lector de una metáfora sobre el modus vivendi humano y son ampliamente utilizadas en el universo cultural infantil.
Hanuschek señala al mismo tiempo las similitudes entre el discurso de la abeja reina y el que el emperador Guillermo II de Alemania dio en julio del año 1900 a las tropas que partían para enfrentarse al levantamiento bóxer en China, y que, aunque podría ser cierto, se me ocurre pensar que las arengas bélicas son bastante parecidas en contenido.
Por último, tanto Sven Hanuschek, como otros autores, echan mano de que La abeja Maya fue uno de los libros más leídos por los soldados alemanes en las trincheras para justificar esa supuesta identificación con el régimen, una cuestión sobre la que tengo varios peros… Si nos fijamos bien La abeja Maya se publica en 1912, antes de desatarse la Primera Guerra Mundial, esa que acabaría con la hegemonía industrial del Imperio Austrohúngaro, y también es bastante anterior a la crisis económica producto de las disposiciones del Tratado de Versalles, germen de un descontento ciudadano que pergeñaría el nacionalsocialismo hitleriano.
El segundo apunte que hago se refiere a la guerra en sí misma, pues aunque Maya tuviera un éxito ulterior entre los lectores de aquella época, los conflictos bélicos siempre han existido, no sólo en el mundo real, sino también en la ficción infantil y juvenil. La guerra está ahí, bien entre nazis y yanquis, bien entre abejas y avispas.



El último apunte y como bien explica Helga Karrenbrock trata sobre ese amparo que ofrece Maya. Bonsels empatiza con el soldado por ser un guardián de la libertad, una libertad situada en ese prado floreciente y lleno de vida que, aunque ilusorio, se  convierte en un lugar de anhelo sobrecargado frente a chimeneas industriales humeantes, ciudades en explosión y una crisis de fe. Porque el soldado también es humano y necesita un refugio en el que sentirse vivo y en paz.
Para finalizar todo este (contra)análisis sobre La abeja Maya, sólo me resta una consideración sobre las decisiones del autor… No seré yo quien justifique las de Bonsels pues tengo bastante con las mías, pero sí les diré que no se deben extrañar de que los artistas o “agentes culturales” busquen refugio entre políticos para recibir apoyos de muchos tipos. Lo que no sabría decirles es si todos ellos se dan cuenta de que les hacen un flaco favor a sus obras, pues las estigmatizan a lo largo del tiempo y las condenan a la censura, una consecuencia que no se merece ni La abeja Maya ni cualquier otro título que encandile a tantos lectores durante tanto tiempo.



 *          *          *

Waldemar Bonsels nace en  1880, en Holstein, siendo el segundo de los cinco hijos de un farmacéutico reconvertido a odontólogo. Cursa educación secundaria en Kiel, estudios que abandona a la edad de dieciséis para asistir en Bielefeld a una escuela de negocios (algo parecido a la formación profesional). Terminado ese tiempo trabaja como comercial en una imprenta entre 1900 y 1902. Tras ese periodo decide enrolarse en la llamada Misión de Basilea, una organización ecuménica protestante, y es enviado como comerciante misionero a las Indias Orientales durante seis meses entre 1902 y 1903. A su regreso funda junto a tres socios la  editorial EW Bonsels and Co. en Munich, en la que publicará sus primeros trabajos.
En 1906 contrae matrimonio con Klara Brandenburg, su primera esposa y con quien tiene dos hijos. Se divorcia y vuelve a casarse con Elise Ostermeyer y tiene otros dos hijos. Durante este tiempo continua publicando sus escritos, tanto en su propia editorial, como en otras, véase F. Fontane & Co, Avestruz, y Schuster y Loeffler.
Así llegamos a 1910, año en el que el editor y escritor se traslada con su familia a una casa que su amigo Bernd Iseman posee en  Oberschleißheim, una zona en las afueras de Munich y en la que se inspira para escribir su gran éxito, Las aventuras de la abeja Maya, un libro que sería publicado en 1912.
Estalla la Primera Guerra Mundial y Bonsels es enviado como corresponsal de guerra a Galicia y Lodomeria (Ucrania-Polonia) y más tarde a los países bálticos. Cuando termina la contienda en 1918, Bonsels decide comprar una casa en la isla de Capri y otra en Ambach en la orilla oriental del lago Starnberg, donde se traslada a vivir él solo mientras el resto de su familia reside en Munich, algo que desembocará en un nuevo divorcio.
Es así como Bonsels dedica su tiempo a escribir nuevos libros sobre crímenes o relatos eróticos, a entablar amistad con otros autores como Benjamin Franklin Wedekind o Heinrich Mann (ambos de origen judío), en viajar a Estados Unidos, Turquía o Egipto, y en dar conferencias por diferentes países disfrutando de las rentas que produce la abeja Maya, uno de los libros más vendidos hasta la década de los 40.
Durante ese tiempo, además de tener otro hijo con la bailarina Edith von Schrenck -nunca se casarán-, hay que destacar otros hechos significativos en la vida de Bonsels… Entre 1924 y 1925, junto al biólogo y director de cine Wolfram Junghans, adapta la abeja Maya al cine utilizando insectos vivos (lo que oyen). La película muda de seis actos se estrena en el Capitolio de Dresde el 8 de abril de 1926 recibiendo buenas críticas por su la producción técnica. Este hecho favoreció que Walt Disney se interesara por la obra para su adaptación en cine de animación y mucho más tarde, en el 87, su producción para la pequeña pantalla en forma de serie.


Como fruto de esta experiencia, Bonsels también se anima a realizar una expedición a Brasil junto al documentalista Adolph von Dungern y el director de fotografía August Brückner, con intención de realizar un reportaje naturalista, un proyecto que se ve truncado inesperadamente.
Así llegan los años 30 y con ellos el ascenso del Hitler al poder. Es así como el nacionalsocialismo irrumpe en la vida de los alemanes, incluido Bonsels, que desde su casa en Capri se entera de que muchos de sus libros son quemados la noche del 10 de mayo de 1933 junto a obras de Marx, Freud, Remarque, Ossietzky o Tucholsky, por incluir pasajes que recogen prácticas sexuales desviadas. No obstante se salvan de la hoguera Las aventuras de la abeja Maya, un libro que se sigue vendiendo a todo trapo, y otras dos obras más, Viaje a la India y Himmelsvolk. Si esto no fuera poco, Bonsels comienza a escribir una serie de artículos apoyando los ideales del régimen nazi entre los que destaca el titulado NSDAP y el judaísmo, donde evidencia una clara postura antisemita, sobre todo en lo que al aspecto cultural se refiere, calificando a los intelectuales judíos como “veneno” debido a su gran influencia y poder cultural prescriptivo. Esto unido una fortuna mayor que la de algunos ministros del Tercer Reich en la que la abeja Maya tiene mucho que decir (les recuerdo que fue uno de los libros de cabecera de los soldados en las trincheras), le  ayuda a obtener un puesto influyente en el Reichsschrifttumskammer, uno de los siete departamentos de la Cámara de Cultura fundada por Goebbels para el nuevo régimen.
En 1943 publica Dositos, un libro del que sólo se publicaron un centenar de copias y con un prólogo muy controvertido, donde destaca nuevamente el antisemitismo.
Todo cambia tras la Segunda Guerra Mundial y después de la caída de Adolf Hitler, Bonsels intenta presentarse a los aliados como víctima del régimen nazi, cosa que no cuela. Así es incluido en la llamada desnazificación, por lo que sus novelas son prohibidas y su figura queda relegada a un segundo plano.
En 1949, Waldemar Bonsels enferma de linfogranulomatosis (enfermedad de Hodgkin). Al año siguiente, se casa con su última pareja, Rose-Marie Bachofen, y el 31 de julio de 1952, Bonsels muere en su casa en Ambach. La urna con sus cenizas es enterrada en el jardín.



21 comentarios:

  1. Como siempre, interesantísima la entrada Román.

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  2. Creo que es el libron perfecto para pedírselo a los Reyes Magos.

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  3. Que ganas de ver las ilustraciones por dentro

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  4. Creo que es el libro perfecto para pedir en la carta a los Reyes Magos.

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  5. Pues hay que leerlo. Más si tú lo recomiendas.

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  6. Menuda entrada, cuanto saber!! He de decir que crecí con la serie de Maya y hasta hace bien poco desconocía el libro, pero....con esta nueva publicación, me dan ganas de leerlo.

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  7. Me has creado necesidades...

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  8. Diariodeclasediciembre 15, 2019

    Me ha parecido muy muy interesante tanto lo que comenta sobre el libro (tengo ganas de conocer esas ilustraciones y pasajes diversos) como la biografía del autor. Me ha parecido sorprendente la vida de este último. Pero estoy de acuerdo en que no deberia interferir en la lectura de la obra lo que sabemos del autor, porque puede perjudicarla y mucho. Mil gracias por tanta información.

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  9. Más, más...Lo que da de sí la pequeña Abeja Maya, gracias Román por todo este pozo de sabiduría, como he disfrutado!

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  10. Vaya entrada tan interesante!

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  11. Gran reseña. No conocía nada de la vida de este hombre y resulta muy interesante. Pero siempre es bueno que vuelvan obras como está que nos devuelvan a las cosas sencillas, con historias bien construidas de las que ayudan a hacer lectores.

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  12. Que maravillas de edición con las exquisitas ilustraciones de Ester

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  13. Muy interesante! La edición es una belleza. A mi simplemente me cae muy bien esta abejita!

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  14. Una maravilla de edición, las ilustraciones son espectaculares!!!

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  15. parece una pasada de libro!!!...yo era muy fan de la abeja maya cuando era pequeña una gran inspiracion .....muchas gracias por el sorteo....

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  16. perdon el comentario de arriba es mio veo que aparece como desconocido....soy la bellamedusa en instagram....

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  17. Nórdica edita de lujo. Es un placer para los sentidos acercarse a los clásicos gracias a su labor. Completísima entrada!

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  18. Una vez más, preciosa entrada. La verdad es que independientemente de las interpretaciones que puedan hacerse de esta obra, qué bonito es que la literatura te lleve a conocer hechos tan importantes de la historia, a disfrutar y, sobre todo, a pensar. Más aún la literatura infantil que con su cuidada estética te hace disfrutar el doble.

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  19. Interesantísimo.... y las ilustraciones, ¡una delicia! Con unas ganas tremendas de sentarme a leerlo.

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  20. Lo dicho, lo he pedido a los Reyes y, ahora, después de leer esta reseña con más ahínco.
    Por cierto, por si se adelantan los Reyes, soy Xaragall.blog (Ve lavándote los dientes)

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  21. Wow, tenemos que leerlo ��

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