En este día en el que los colores se han apropiado de
balcones consistoriales, buzones, escudos de armas y redes sociales, un
servidor ha decidido decantarse por el gris. No me pregunten porqué, solo sé que
hoy he estado un poco ceniciento.
No se vayan a pensar que es algo negativo. No. El gris
siempre me ha parecido un color hermoso. Dejando a un lado su simbolismo
(parece ser que lo plomizo siempre ha sido indicativo de tristeza), creo que debemos
ensalzar mucho a los grises.
¿Sabrán que los grises permiten dotar de volumen a las
figuras a través de las sombras y los contornos, no? También que el gris es el
único color que tiene como complementario a otro gris, y que puede ser frío o
cálido dependiendo del color de base (le pasa como a los negros: azulados,
rojizos o verdosos). Tampoco olviden que sin el gris no habría fotografía -mal
llamada, por cierto- en “blanco y negro”.
También tenemos la sustancia gris, un tejido que podemos
diferenciar en el sistema nervioso que contiene la mayor parte de los somas
neuronales y los axones sin vainas de mielina, y que por tanto se asocia con el
procesado de la información (razonamiento, señores, razonamiento).
Tampoco pueden olvidarse que el gris es el color de muchos
metales como el plomo, la plata, el platino o el aluminio, es por ello que el
gris se asocia con lo industrial y tecnológico, algo que también se relaciona
con lo futurista (fíjense en las
películas de ciencia-ficción de ahora en adelante).
Y con tanto gris llegamos hasta el escenario lunar en el que
se desarrolla una historia muy apropiada para un domingo de asueto como este. Día de campo en la Luna de John Hare y
editado en castellano por Océano Travesía es uno de esos álbumes sin palabras
que te engancha en la primera lectura, te ofrece más en la segunda, te deja un
poso agridulce y te ofrece muchas facetas de nuestra condición humana (¿He
empezado fuerte, verdad?).
La acción se desarrolla en un futuro próximo en el que las
visitas escolares se realizan a la Luna en vez de a los museos. Todos están muy
atentos a las explicaciones del profesor excepto un niño despistado que, con la
caja de ceras en una mano y el bloc de dibujo en la otra se queda durmiendo
sobre una pequeña loma. Al despertar descubre que está solo en nuestro
satélite. ¡Un momento! Alguien aparece desde ese suelo gris y pulverulento…
Con este argumento tan atractivo para los pequeños lectores
(todo lo que tenga que ver con naves y trajes espaciales les chifla), se
desarrolla una narración no exenta de humor en la que se habla de muchas cosas.
La soledad, la falta de comprensión, el miedo a lo desconocido, la amistad, el
reconocimiento artístico (fíjense en que ocurre mientras el profesor no mira) o
el menosprecio al mundo adulto (sólo ve y experimenta el niño), son algunas de múltiples
miradas que se recogen en un álbum que se decanta por una puesta en escena
atractiva, para decirnos al final del todo que el gris importa tanto que puede
dibujar un arcoíris en nuestros corazones.
Genial, el libro y la entrada. Gracias!
ResponderEliminarEntro a leer la Selección de libros informativos, sabiendo que alguno cae seguro.Los de embarazos y bebés me resuelven el regalo de unos padres primerizos.Después el de Historia de la ropa interior casi puedo asegurar que lo compro también.Y entonces veo el de la Arquitectura que ese lo tengo que comprar sí o sí....
ResponderEliminarMuchas gracias Román.