Bienaventurados los que echen mano del médico de cabecera porque irán directos al reino de los cielos. No es para menos teniendo en cuenta cómo está la atención primaria en estos momentos. ¿Que han privatizado los servicios? ¿Que no tienen medios? ¿Que están desbordados?... ¡Pero qué pijo! ¡Muchos se están rascando el fandango! Y les aviso que nos quedan unos cuantos años de esta guisa. Así que Dios les pille confesados que yo me quedo en el limbo.
No hay manera de que te vean presencialmente, y si te ven, con mala cara -por joderles almuerzo y zambra-. Paradojas de la nueva realidad. El estrés postraumático, la coartada perfecta (anda que no hay bajas…). La consulta telefónica, el chollo de sus vidas. Y mientras media España engorda las colas del paro, ellos te cantan esa de “Es una la-ta el trabajar...”
Bendita pandemia que a más de uno le ha abierto los ojos. Ellos, que vivían embobados con los matasanos, tan buenos y tan sabios. “Querido Papá Noel, esta navidad quiero un médico” escribían algunas criaturas “de esos solidarios y suavones, que le cuelgue el fonendoscopio del pescuezo y haga cantidad de crossfit…” ¿Y ahora esto? Si es que no hay vergüenza: jugando con nuestras ilusiones.
Mucho código deontológico, mucho juramento hipocrático y mucho vacilar de EPI en las redes sociales, pero a la hora de la verdad, la vocación se les ha ido por el sumidero (si es que alguna vez la tuvieron). A ver, para que yo me aclare... Si en una situación sanitaria sin precedentes quienes tienen que cribar a los enfermos y evitar la saturación de los hospitales, no lo hacen, ¿entonces quién? ¿los reponedores de los supermercados?... Que sí, que son más susceptibles de contagio y que el miedo es gratis, pero ¿qué se creían que era practicar la medicina? Camareros, limpiadoras, dependientes, maestros… todo quisqui jugándose el pellejo (si es que nos queda algo con tanto gel hidroalcohólico) y ellos, "héroes", ¿acojonados? FLI-PO. Menos mal que internistas, neumólogos, cardiólogos, enfermeros de UCI, de urgencias, y otros sanitarios están dando el callo en los hospitales, porque si no, en vez de palmas, llovían ostias.
Siento generalizar (que también los hay muy profesionales), pero mi experiencia ha sido nefasta y no me da ningún reparo alzar la voz y decir que la sensación que cunde entre la gente es la dejación de funciones por parte de estos sanitarios. Muchos queremos que nos atiendan dignamente y no sucede así desde hace meses. Lo peor de todo es que los que actúan de esa manera desprestigian a todo un colectivo y se dedican a boicotear la sanidad (sobre todo pública, que es a la que pertenezco). El que quiera crédito que se lo gane. Como Oso, un tipo con mucha entrega que hace lo imposible por curar a Tigre, su mejor amigo. Lo lleva a casa, lo venda y lo mima. Viendo que esto no da resultado, lo lleva al hospital para que le hagan todas las pruebas oportunas y lo traten como es debido.
Este es el argumento de Yo te curaré, dijo el pequeño oso, uno de los libros más conocidos de esta serie de Janosch (editorial Loqueleo), que era necesario traer aquí para hablar de medicina y vocación. Una historia llena de sinsentido pero de excepcional ternura que, lejos de dejarte un amargo sabor de boca, rezuma calidad humana y mucho humor, dos premisas que siempre deberían primar en todos aquellos que se dediquen al universo sanitario.
Perdonamos que en el menú no haya trucha saltarina con salsa de almendras y pan rallado, pero al menos, que haya buena voluntad. Y que se note.
Ya era hora de que alguien hablara de esto. Tuve Covid, el médico de me correspondía solo me llamaba por teléfono una vez por semana y cuando le dije que respiraba mal me mandó Lexatin. Tenía principio de neumonía. Menos mal que no le hice caso y fui a urgencias. Qué cara más dura tienen
ResponderEliminar