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domingo, 25 de abril de 2021

Neolenguas, compromiso y clases medias: una breve radiografía de las reseñas literarias actuales


Mural del colectivo Pawn Works en un muro del barrio de Pilsen, en Chicago.

Tras un Día del Libro no muy sonado a causa de los daños pandémicos y esa crisis económica que se cierne sobre nosotros, toca hablar de las reseñas que circulan por todo tipo de plataformas.
No voy a decir que mis reseñas sean lo más de lo más, de hecho, ya me gustaría a mí tener el suficiente tiempo para profundizar como dios manda en los libros, a base de lecturas académicas y puntos de vista más especializados. Sí, lo reconozco, a veces me voy por las ramas, pero al menos pongo el ojo donde toca o me apetece, que ya es bastante.
Tampoco diré que soy el único, pues todavía queda gente seria en esto de la Literatura (infantil en mi caso) que se preocupa por aportar cierto rigor a las lecturas, conectar unas con otras, ver más allá del argumento y sugerir interpretaciones discursivas desde los aledaños. Mi aplauso hacia su trabajo.
Lo que sí voy a decir es que hay otro gran, por no decir enorme, grupo de reseñadores que cada vez me ponen más enfermo. Y no es que sean más o menos guapos, tampoco tiene que ver con el tipo de literatura que recomiendan (para gustos, los colores) o que sus fotos tengan mejor o peor calidad. Tiene que ver con su manera de aupar un libro, de entregarlo a sus posibles lectores.


Mural de Frenemy (aka Kristopher Kotcher) en Jaffa, Israel.

En primer lugar exhiben unas tremendas carencias lingüísticas. Y no me voy a poner pejiguero con tildes, comas, cohesión sintáctica o tiempos verbales (que yo también la cago). Simplemente son incapaces de explicar las razones que les llevan a recomendar un libro. Sus deficiencias son tan grandes en esto de la expresión escrita, que el abanico de adjetivos se limita a seis vocablos: “guay”, “chulo”, "genial" “espectacular”, “impresionante” y “brutal”. Si bien es cierto que delimitan muy bien sus parcelas de satisfacción, no aportan nada más al posible lector (aparte del típico copy-paste de la presentación editorial..., que esa es otra...). Y si nos ponemos a hablar de las jergas neolingüistas, pa' qué más... ¡Parece mentira que lean tanto! Resumiendo: cualquier alumno de sexto de primaria lo haría mejor. 


Mural de Douglas Rouse (aka Douglas 66) para la librería Poor Richard's en Colorado Springs.

Seguimos con el compromiso, más todavía si hablamos de Literatura Infantil… Si no teníamos bastante con emocionarios o libros de valores, ha llegado el momento de los ismos. Y no es que la literatura deba ser aséptica, pero tampoco convertirse en el refugio de todas las tendencias que pongan de moda nuestros políticos y gurús personales. Feminismo, racismo, ecologismo, veganismo… Parece ser que, últimamente, si compramos cualquier libro, este debe ser susceptible de constituir un manual inmejorable con el que salvar a la humanidad, de ser útil para el lector; hacernos mejores personas y vivir comprometidos con nuestros preceptos ideológicos o sociales... ¿Qué rollo, no? No hay que orientar todos los libros hacia la salvación eterna, que para eso ya hay religiones. Un poco de personalidad, melones. Hay que darle la vuelta a la tortilla, desterrar los tabúes, divertirse y leer porque sí. Me hastía tanto libro por un mundo mejor.


Mural de Levalet en Francia.

Por último me pregunto: ¿Por qué todas estas reseñas parecen destinadas al mismo tipo de público (Léase "personas caucásicas con un nivel cultural medio y cierto poder adquisitivo")? ¿Acaso otros no leen? Seguramente sí, pero damos por hecho que no. O simplemente es que no sabemos que leen. Es por ello que animo a todo el lumpen, las clases bajas y obreras, los pijos de la calle Serrano y a los maestros de los colegios de élite, a dar su visión sobre la lectura, a que den vuelo a sus gustos e interpretaciones. Parece ser que la lectura nos interesa exclusivamente a la clase media. ¿Solo leemos los funcionarios, los médicos, los docentes y algún yuppie? Como mediadores de lectura necesitamos dirigir nuestra opinión a cualquiera, un término que incluye a los temporeros, las cajeras del supermercado, los CEO de las multinacionales o los aristócratas. La lectura, como el comer y el dormir, debe alcanzar a todos los que construimos la sociedad, no solo a una franja de sus estamentos.


Mural de Tinho (Walter Nomura) en Frankfort.

Y sí, quizá todo se deba a un mundo que gira muy rápido, a la costumbre de ser lo más breves y sintéticos posible, a que muchos no leen ni siquiera los libros que publicitan (que eso es lo que hacen), o a la falta de formación en un área que se presupone puede hacer cualquiera (me gusta o no me gusta, ¿he ahí la mediación lectora?), pero por favor, como mínimo, hablen de sus impresiones personales, no quieran hacerse los salvadores y diríjanse a todo quisqui. Algunos se lo agradeceremos. ¡Que recomendar un libro es una cosa muy seria, odo!


Mural de Marcin “Barys” Barjasz, en Lódź, Polonia.

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