Con esta curiosidad científica que la naturaleza me ha dado, no puedo evitar acercarme a la playa y disfrutar de la fauna variopinta que allí acampa. Están los deportistas de orilla, esos que exhiben su destreza con las palas o el balón, y de paso se remojan los pinrreles o se dan un chapuzón. También los paseantes… playa pa’rriba, playa pa'bajo, no pierden ripio de lo que sucede debajo de las sombrillas o a pie de chiringuito mientras charlan y mueven un poco las carnes sobrantes. Guiris en modo cangrejo que no falten. Bien untados de aceites bronceadores o protectores solares siguen a la carrera del moreno perfecto y un cáncer de piel galopante. ¿Y qué me dicen de los chulazos bien tuneados? Cuerpos de gimnasio, tetas postizas, rayos UVA, extensiones capilares, bien de tatuajes… Da gusto verlos aunque no vayas a catarlos. No se nos deben olvidar los hamaqueros, los clanes playeros, las viejas amargadas, los buitres madrugadores y los niños porculeros.
Prometiéndoles un análisis más pormenorizado de todos ellos más adelante, les dejo en compañía de otros animales, esos que llenan las páginas de un libro tan marino, como simpático.
Envuelta en tules y gasas
va flotando la medusa
por los jardines del mar.
-¿Adónde vas con tus velos,
campanita de cristal?
-Yo voy a los lavaderos
que hay en la orilla del mar
para lavar mis cabellos
con el jabón de las olas
hicieron de espuma y sal.
* * *
El pez sierra no corta.
El pez perro no ladra.
El pez rata no roe
y el pez loro no habla.
El pez sol no calienta.
El pez gallo no canta.
El pez luna no alumbra
y el pez lija no raspa.
La del fondo del mar…
¡vaya fauna más rara!
Carlos Reviejo.
La medusa quiere lavar su cabello y ¡Vaya fauna!
En: Abezoo Océano. Un abecedario pasado por agua.
Ilustraciones de Javier Aramburu.
2021. Madrid: SM.
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