El disco de vinilo ha vuelto con fuerza. A pesar de que en los años 90 el CD desterrara al vinilo de las tiendas generalistas y las plataformas digitales on-line se hicieran con el cotarro musical en el nuevo milenio, el vinilo ha sobrevivido en tiendas especializadas. Y aunque les parezca un negocio más testimonial y romántico que otra cosa, siguen vendiendo esos grandes discos de plástico negro con dos caras llenas de surcos diminutos que necesitan de una aguja y una cápsula fonocaptora que vaya descodificando las vibraciones. De hecho desde el año 2015, la venta de discos de vinilo en Reino Unido se dobló en solo un año y ha ido aumentando tanto en países como EE.UU o Japón que está a pique de alcanzar al CD. ¿Por qué? He aquí algunas consideraciones que pueden arrojar algo de luz.
En primer lugar hemos de tener en cuenta el factor nostálgico y sentimental, uno que se acrecenta cuando la gente empieza a cumplir años. Y si además tenemos en cuenta que quiénes hoy día tienen poder adquisitivo son cuarentones en adelante, el sentimentalismo orientado al consumo hace el resto.
La segunda se basa en el coleccionismo, pues no hay que olvidarse de que muchas casas discográficas producen formatos diferentes. El CD y el disco de vinilo no tienen la misma imagen en la portada (suele ser mejor la del vinilo por el tamaño), algunos incluyen libretos enormes, varios discos… El vinilo tiene otro rollito, un aire más vintage que llama más la atención.
También tenemos un sonido diferente. Analógico y con imperfecciones, en el que una simple mota de polvo o una pequeña ralentización en el giro pueden modificar la canción que estamos escuchando. Una razón por la que muchos dj’s siguen utilizando este soporte para hacer sus mezclas y muchos melómanos con tiempo lo prefieren.
Por último me atrevería a hablar del carácter juguetón del vinilo, un disco al que hay alque darle la vuelta (¡Lo que corríamos mi hermana y yo para ver quién era el primero!), al que hay que poner a la velocidad adecuada (no es lo mismo el de 33 rpm que el de 45 rpm) y al que frecuentemente hay que limpiar -junto con la aguja del tocadiscos. Rituales muy necesarios en el universo de lo fácil.
Y así llegamos al disco que acaban de sacar Ediciones Modernas El Embudo para engordar su colección ¿Te suena? durante este septiembre. Un sencillo en tapa blanda que incluye dos canciones ilustradas, en la cara A El manisero y en la B, Un elefante se balanceaba.
Es así como remasterizan El manisero, una composición del músico cubano Moisés Simons (cuya autoría sigue suscitando cierta polémica), y Un elefante se balanceaba, la coplilla que todo el mundo conoce y que forma parte del ideario infantil, para disfrute de todos esos niños que además de contar hasta doce, quieren pasarlo en grande.
Gracias a la historia que Elena Odriozola ha ideado para conectar ambos hits, la lectura se enriquece a base de aprendizaje (si no saben cómo teje una araña su tela, este es el libro), juegos de búsqueda y manipulación del objeto-libro (¿Quién dijo que no nos pudiéramos balancear sobre las palabras?). Todo ello aderezado de toques de humor -fíjense en las guardas- y técnicas digitales que recuerdan al grafismo de otros tiempos.
¡Ah! Y no se olviden de que la música corre de cuenta del lector, ¡que no todo lo iban a poner ellos!
¡Ah, los vinilos! Yo conservo muchos de los años 70 y 80. Son verdaderas joyas y no me desprendo de ellos por nada del mundo. Y es curioso que se vuelve a ver en puestos ambulantes o en mercadillos algunos de estos viejos vinilos.
ResponderEliminarMuchas gracias por esta entrada tan nostálgica.
Saludoa
Yo no llegué a tiempo de comprar pero sí de disfrutar con los de mi padre, que es melómano empedernido. Todo vuelve cuando hay negocio de por medio. ¡Esperemos que sea para bien! ¡Un abrazo!
ResponderEliminar