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viernes, 28 de enero de 2022

Ofendidos por nuestras propias miserias


Que Peter Dinklage, el actor acondroplásico de Juego de tronos, piense que Blancanieves es un cuento "retrógrado y discriminatorio" por el mero hecho de que él sea enano, nos debería preocupar, sobre todo cuando este tipo de ejemplos victimistas empiezan a ser más que habituales en cualquier ámbito, e incluso terroríficos. Agárrense los machos que ahí va una buena anécdota… 
Como el currículo de cierta asignatura optativa recoge que debemos desarrollar el sentido crítico, todos los años vemos en clase el documental Supersize Me, una producción sobre las consecuencias de la comida basura con poca vis científica pero con gran impacto mediático, para analizarla a posteriori.
Tras la primera sesión, se me acercó una alumna y me dijo que ponía en mi conocimiento que el día anterior se había marchado a su casa con un ataque de ansiedad provocado por los comentarios ofensivos que se hacían en el documental hacía personas que, como ella, sufrían obesidad, y me pedía que la dejásemos de ver.
A mí, que llevo muy mal la censura, se me abrieron los ojos como platos y le dije que si no quería ver el documental, era libre de marcharse. El Bachillerato es una etapa no obligatoria de la educación reglada y por tanto, puede cursarla o no. Sinceramente, no entendía su queja. Yo no había manifestado mi acuerdo con esas opiniones, ni creía que debiera privar a sus compañeros de verlo y establecer un debate, solo porque ella no quisiera enfrentarse a una situación incómoda. 
Me pareció una pataleta sin pies ni cabeza alentada por el sistema de ofendidos que se está instaurando en estas sociedades occidentales de la piel fina. Por otro lado, y si tan orgullosa está de su condición, podría haber denunciado al programa de "Escuelas saludables" que desarrolla la administración educativa por hacer apología de la ingesta de comida sana, o al profesor de educación física. Pero no, siempre hay que ir a lo fácil...
Todos tenemos miedos, complejos y problemas que encaramos con mayor o menor empaque, pero querer capar el mundo para que nada ni nadie nos incomode, me parece una opción tan ilógica, como egoísta. Es como si la Cenicienta del siguiente cuento le pidiese indemnización al príncipe azul… Pa' habernos matao.

Cenicienta estaba gorda
y lo pasaba fatal
pues siempre se le rompían
los zapatos de cristal.

Iba cada noche al baile
y en un rincón se sentaba,
pero siempre daban las doce
y el príncipe no llegaba.

Porque aunque ella fuese por dentro
más hermosa que una flor,
es un cuento eso que cuentan
de la belleza interior.

Que cuando te has de poner
las braguita con tenazas
ni el hada madrina puede
conjurar las calabazas.

Si quieren contarte un cuento,
tú mejor hazte la sorda,
pues nunca el príncipe azul
sacó a bailar a la gorda.

Aunque ella estaba en forma
(forma de telecabina)
empezó a tomar su leche
poniéndole sacarina.

Incluso el hada madrina
intentó quitarle el pan
haciendo de su varita
una barrita de all-bran.

Pero la varita mágica
Cenicienta la fue a usar
para hurgarse en la garganta
y empezar a vomitar.

A los veinte la ingresaron
por debajo de los treinta,
se le había ido el color,
tenía la piel cenicienta.

Si quieren contarte un cuento
es mejor que no lo creas,
que nunca el príncipe azul,
quiso bailar con las feas.

Como los días pasaban
sin ver al príncipe guapo,
Cenicienta aceptó un día
Salir a cenar con un sapo.

A sus amigas les cuenta
que no es tanto lo que pierde
cambiando a un príncipe azul
por un lindo sapo verde.

Moraleja

Mira, mira, niña tonta,
mira que yo no te miento:
por cada príncipe azul
hay sapos verdes sin cuento.

Dino Lanti.
Cenicienta kilos y medio.
En: Cuentos cruentos.
Ilustraciones de Pere Ginard.
2015. Barcelona: Thule.


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