Con lo que me gusta un salseo literario debo sumarme a la polémica que ha suscitado la relación que muchos medios de comunicación han establecido entre La edad de la ira, una novela de corte juvenil de Nando López, y el triple crimen del parricida de Elche, un suceso que ha conmocionado a la sociedad española poniendo de relevancia los problemas de un universo adolescente cada vez más complejo.
Se ve que el chaval que mató a su padre, su madre y su hermano por verse privado de videoconsola y wifi a consecuencia de unas malas notas (el castigo preferido por todas las familias de este país… ya saben, lo más fácil), lo tenía sobre la mesita de noche, según comentan los investigadores del caso y, cómo no, los (des)informantes ya se han lanzado sobre la carroña.
A día de hoy y con todo lo que estamos viendo, deberían saber que sensacionalismo y reduccionismo son las armas favoritas de los políticos y sus mamporreros, los grandes grupos de comunicación, para hacer de su capa un sayo. Manipular a la opinión pública para lograr sus intereses es algo inherente al poder, todavía más en la era de un buenismo donde hay que erradicar toda incomodidad de la faz de la tierra y fabricar así zombis votantes. Censura, censura y más censura, algo que he comentado hasta la saciedad con temas como el de la salud mental. Por ello mi recomendación es que apaguen la tele, se alejen de las redes sociales y lean. A Nando López o a cualquier otro. Seguro que sacan mucho más provecho.
Hacer responsables a los autores y sus libros de los actos que otros cometen me parece una justificación muy vana por tres razones. La primera es que parece una especie de intento por elevar a la categoría de víctimas a una serie lectores que no saben dónde tienen la mano izquierda o necesitan internamiento psiquiátrico. Como si las palabras o la literatura los erigiera en un estatus criminal muy superior en aras de una actividad cultural que parece ser la quintaesencia del postureo ilustrado (no se pierdan este artículo). Dudo mucho que la naturaleza asesina se base única y exclusivamente en lo que lean antes de irse a la cama.
La segunda es que colgarle el sambenito a los libros o los videojuegos es otra evidencia más de una sociedad enferma llena de culpables, externalidades y vendas en los ojos. Miserias que, precisamente se ponen de relevancia gracias a los productos culturales de calidad. Porque la buena literatura es precisamente eso, internarse en lo intrincado de la naturaleza humana para lacerarnos de algún modo con sus dardos, dejarnos ver el tipo de efluvios que exudamos. Nada es tan feo o tan bonito como para dejar de mirar dentro y fuera de nuestro pellejo.
La tercera tiene que ver con la construcción del discurso, pues como bien expliqué AQUÍ, la lectura es un acto complejo donde no solo interviene el autor, sino también el lector. Él pone sobre ese tablero que es el libro su experiencia previa, sus frustraciones, deseos y pasiones para construir un relato, un mensaje que no tiene que ser precisamente válido, inofensivo o coherente. De hecho la suspensión de la incredulidad que ha desencadenado esta atrocidad depende única y exclusivamente de un adolescente y su mala interpretación de una obra ficcional (he aquí otra pregunta: ¿Es necesaria la mediación lectora?).
Por otro lado les digo: y si esa conexión fuese cierta, ¿qué? A veces me "alegro" de que estas cosas sucedan. Y no porque mueran familias enteras (¡Qué pena y qué culpa tan grande!), asesinen al presidente de una nación (recuerden la historia que subyace a El guardián entre el centeno) o existan suicidios en masa (se ve que Goethe lo consiguió). Me satisface porque aúpa en cierto modo el poder que tienen los libros sobre la sociedad, en aras del morbo, of course, pero poder al fin y al cabo.
Tampoco es que me vaya a rasgar las vestiduras por un libro que no he leído (millenials, armarios, traumas, intriga..., quizá me anime), pero me alegro de que se le dé visibilidad, y la gente, los teenagers, sientan curiosidad por él y se acerquen a las librerías. Auguro que este escritor catalán se va a hinchar, más todavía teniendo en cuenta que mañana se estrena la serie homónima.
Lo dicho, lean, pero con calma, que no todos los lectores obsesivos se lanzan a luchar contra molinos de viento.
Totalmente de acuerdo 👏👏👏
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