Padres… los hay de todo tipo. Autoritarios, histéricos, permisivos, negligentes, democráticos, empalagosos… Cada padre o madre es un mundo y necesitamos clasificarlos. De entre todas estas taxonomías, mi favorita es la que se refiere a los hiperpadres, una que se refiere al cuidado que reciben los hijos hoy día.
Tenemos a los padres helicóptero, esos que sobrevuelan a su prole y vigilan distantes. Aunque a veces les permiten tomar decisiones por sí mismos –libertad ficticia-, cuidan de que aprendan, tomen conciencia de cómo funciona el mundo y no se equivoquen. Les procuran cuidados y están alertas de que no sobrepasen los límites.
Los segundos son los padres apisonadora, unos que por sistema se dedican a allanar el camino de sus hijos. Que nada les resulte tedioso, frustante o imposible. En lugar de preparar para el futuro, simplemente se dedican a eliminar los obstáculos para que los pobrecitos no sufran.
También están los padres tigre. No dejan a su prole ni a sol, ni a sombra. Si pudieran, la engullirían. Su nivel de exigencia es insufrible, no son nada permisivos y tienen el control sobre todo lo que les atañe. Una suerte de infierno donde anulación, imposición y censura son las principales armas a blandir.
Los padres guardaespaldas y los padres secretario no me gustan nada. Mientras que los primeros siempre intervienen en cualquier conflicto escolar y viven preocupados por la integridad física de sus hijos (esos que nunca les dejan ir de excursión escolar), los segundos son los que les preparan la mochila, están pendientes de las tareas que tienen que hacer (e incluso las hacen) y llevan al día la agenda de actividades.
Los padres mayordomo son una variante de los secretarios pero mucho más denigrante. Llevan vasos de agua a la cama, ejercen de chóferes, acarrean mochilas y dejan lo que están haciendo para atender los caprichos filiales.
Por último también tenemos a los padres de corral, esos que les da igual ocho que ochenta. Dan libertad absoluta a sus hijos. Algo que está bien porque los chiquillos aprenden a buscarse las castañas por sí mismos, pero es un fastidio cuando molestan a terceros, son unos deslenguados o aprenden todas las maldades del mundo.
Pero aunque te resulte extraño, todos ellos tienen algo en común que Davide Cali y Noemi Vola nos lo desvelan en Pregúntale a tu padre… y otras frases misteriosas de los adultos, un libro que acaba de publicar Liana Editorial.
En él se centran en esas frases tan recurrentes que son patrimonio de todos los padres. Da igual su origen, estatus social, educación o raza, cualquier madre las utiliza indistintamente. Es cierto que hay variaciones dependiendo del tipo de familia que tengamos (léanse parejas homoparentales o monoparentales), pero el caso es que la mayor parte de las sentencias que recopila esta pequeña guía comentada e ilustrada se utilizan con frecuencia.
Ya veremos… "Pregúntale a tu madre", "Porque no", "Cuando crezcas lo entenderás" o "No se puede tener todo" son algunas de las afirmaciones que recoge este compendio comentado e ilustrado. Además, añade un pequeño apartado sobre preguntas tontas de las que me quedo con "¿Me has oído?" (Es la pregunta más estúpida que se le puede hacer a una criatura). Al final del libro hay una doble página pautada donde los lectores pueden añadir nuevas sentencias paternas y hacer más grande esta lista.
Con recursos del cómic y mucho dinamismo en lo que a composición y tipografía se refiere, este libro además de derrochar mucho humor, nos interna en el ecosistema infantil, su sinsentido y desbordante creatividad. Una parodia de los padres y su comportamiento que auguro tendrá mucho éxito en toda la familia.