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miércoles, 16 de noviembre de 2022

Cuentos populares y libros-álbum: un puñado de sinergias


Como todos los años, esta semana se celebra en Instagram la Folktale Week, una iniciativa de un puñado de ilustradoras en la que, tomando como excusa siete elementos típicos de los cuentos de hadas (uno por cada día de la semana), artistas de los cinco continentes pueden desarrollar diferentes propuestas y dan a conocer sus imágenes y cuentos populares de cualquier parte del mundo.
En esta ocasión, esos siete interruptores son: engaño, árbol, estrella, rebelde, disfraz, poción y victoria. Para disfrutar de todas las imágenes que se creen en torno a ellos, solo tenéis que darle al enlace que hay arriba o buscar el hashtag #folktaleweek o #folktaleweek2022 en la citada red social.


Tomando como excusa esta fiesta en torno a los cuentos de toda la vida, durante esta semana daré salida a un buen puñado de artículos que toman como punto de partida los citados cuentos. Hoy, sin ir más lejos, me gustaría dar respuesta a la pregunta ¿Qué tienen en común los libros-álbum y los cuentos tradicionales que suelen establecer sinergias tan fuertes y frecuentes?


Si van a cualquier biblioteca o librería se toparán de bruces con montones de álbumes que, o bien recogen cuentos de toda la vida, o bien apuestan por narraciones con estructura de cuento más actual. Esto se debe a una serie de razones...
La primera es que el cuento ha sido la narración infantil por antonomasia. Es decir, todos los niños (o al menos hasta bien llegado el siglo XXI, que todo está cambiando y ni los abuelos saben cuentos), han crecido escuchando toda suerte de historias con una trama, un nudo y un desenlace, una estructura muy básica pero más que efectiva.


La segunda es la brevedad. Si tenemos en cuenta que un libro-álbum convencional tiene un número de páginas que oscila entre las 26 y las 32, el cuento se puede adscribir fácilmente a esta extensión tan reducida.
El tercer lugar lo ocupa el componente fantástico. Brujas, magos, ogros, animales fantásticos y objetos mágicos son frecuentes en estas narraciones. Esto hace que el lenguaje simbólico adquiera una dimensión especial a la hora de acercarse al lector infantil.


En cuarto lugar hay que hablar sobre la libre interpretación de los eventos que suceden en los cuentos de hadas. Aunque en el pasado las enseñanzas que contenían los cuentos tradicionales se relacionaban directamente con lo humano y sus problemas básicos (de ahí los arquetipos), en la actualidad estos contenidos son la verdadera punta de lanza en el formato álbum y se dirigen hacia derroteros más utilitaristas (he aquí los estereotipos) donde los ismos, el dogma y los contenidos pedagógicos se abren camino en unos cuentos modernos donde la belleza se esfuma y se gana corrección política.
El último punto es que los cuentos se pueden ilustrar “fácilmente” (entrecomillo para que no haya malinterpretaciones). Bien por la carga figurativa, bien por la libertad que da la universalidad de estas historias, las ilustraciones para un cuento no están sujetas a un lapso espacio-temporal concreto, sino que pueden fluir en diferentes sociedades, culturas o épocas, sin que esto vaya en detrimento del plano discursivo.


Cinco razones, cinco puntos comunes que ayudan a entender la estrecha relación que surge entre unos y otros, bien por extensión, por recombinación, por ósmosis, por asimilación del formato o porque sí. La cuestión es que los cuentos siguen más vivos que nunca en un universo infantil que necesita escuchar la voz del pasado con los matices del presente.

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Los títulos que acompañan a esta entrada son, por orden de aparición:

David Acera e Ina Hristova. ¿Por qué los pájaros no tienen rey? Takatuka. En esta historia los autores nos trasladan a un cuento de autor con tintes antiguos en el que el sol quiere designar un rey entre las aves que ponga orden entre tanta algarabía. El afortunado será aquel que más se acerque a él. Con un sabor agridulce, esta historia con mucho ingenio, interpretaciones varias y una luz muy especial, merece más de una lectura.

Alan Mills y Abner Graboff. La cabra tragona. Libros del zorro rojo. Aquí tenemos una historia muy simpática donde una cabra se come todo lo que pilla. Con mucha rima consonante, además de arrancarnos alguna que otra carcajada, la cosa termina a lo grande, que es como se pone la protagonista por culpa de un hambre voraz. De gran calidad gráfica, este álbum del 1964 tiene mucha vidilla.

Beatriz Martín Vidal. Enigmas. Thule. En este libro que ya va por su segunda edición, la autora vallisoletana hace un recorrido por una serie de enigmas que le rondan tras la lectura de cuentos populares. ¿Qué soñó la Bella Durmiente? ¿Sintió alivio Rapunzel al cortarse la trenza? ¿Por qué Hansel y Gretel regresaron a su hogar? Con un estilo potente e intrigante, te lanza preguntas de las que quizá, surjan otras. 

Anónimo. El pañuelo del sultán. Cuento popular marroquí. Ilustraciones de Pia Worthman. Yekibud. El sultán quiere casarse con Zakia, la hermosa hija del visir. Esta le pone una condición, tendrá que aprender un oficio. El sultán decide formarse en el oficio de tejedor y le regala a Zakia un pañuelo con una rosa roja y un bosque de fondo. Este será el comienzo de una aventura que habla de sabiduría, respeto e ingenio. Una relación entre dos seres humanos que tiene como tapiz unas composiciones luminosas donde el collage es la técnica principal.  

Ana Cristina Herreros y Jesús Gabán. Paporco. Libros de las malas compañías. Ambientado en Córcega, este cuento popular narra la historia de un niño que es enviado a alimentar a un ogro para que, cuando tenga hambre, no se zampe a las criaturas. Una historia de valentía y talento que todos debemos conocer. Sin las ilustraciones del gran Jesús Gabán que imprimen suspense, elegancia y cercanía, este relato que he conocido en esta versión, quedaría un poco huérfano.

Alice Bossut y Marco Chamorro. La laguna del gigante. Yekibud. Un gigante agradable y soñador busca una laguna donde poder bañarse. En su camino descubriremos parajes y montañas, bosques y volcanes, donde la imaginación puede perderse. Un álbum vertical y en acordeón que nos ayuda a perdernos en la región de Imbabura, norte del Ecuador, tomando como excusa esta leyenda kichua donde azul, amarillo y bermellón se articulan a la perfección.

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