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jueves, 5 de enero de 2023

Un puñado de clásicos ilustrados


De un tiempo a esta parte es bastante frecuente encontrar ediciones de todo tipo de obras clásicas que por una u otra razón son reconocidas dentro del canon literario.
Generalmente esto se debe a la caducidad de los derechos de autor (ya saben, estos prescriben setenta años después de la muerte de quien la escribió), por lo que la obra pasa a ser de dominio público, es decir, puede explotarse de manera libre y gratuita. Aunque hay que tener en cuenta ciertas consideraciones (las traducciones o las adaptaciones de estas obras sí pueden estar sujetas al pago de royalties), es la principal razón por la que muchas editoriales optan por publicarlas de una manera enriquecida para ofrecer al lector una visión más personal y completa de la misma.
Novelas, relatos, cuentos, poemarios y obras de teatro que han trascendido a las modas y siguen vigentes, llenan las librerías. Ediciones ilustradas, comentadas, prologadas y traducidas por Fulano o Mengano hacen más apetecibles la literatura universal y nos amplían la mirada sobre este o aquel autor, aunque también es cierto que hay que tener en cuenta ciertas consideraciones sobre este tipo de libros de los que ya hablé en este post.
Sin más dilación, paso a comentar algunos de los libros de este tipo que han llegado a las librerías este año. Como muchos de ellos son de sobra conocidos, me olvidaré del argumento para centrarme en otro tipo de características que lo realcen como objeto-libro. ¡Allá voy!



Daniel Defoe. Robinson Crusoe. Ilustraciones de Manuel Marsol. Alma. No hace falta que les diga que soy un gran admirador de Marsol, el artista madrileño que nos hace felices a muchos con el uso de la línea y la forma, para mí, sus grandes fuertes. En esta ocasión, además de explotarlas, se sumerge en el mundo de Crusoe desde el punto de vista del naúfrago de tal manera que el lector se puede poner en el lugar del protagonista. No vemos al náufrago, siquiera en alguno de los mapas que se usan como antesala a las diferentes partes de la obra. Contemplamos sus manos como si fueran las nuestras. Señalando, cogiendo caracolas, navegando... Con imágenes a dos tintas (azul y negro), Marsol nos invita a mirar con los ojos de Robinson.




Jakob y Wilhem Grimm. Blancanieves y otros cuentos. Ilustraciones de Minalima. Folioscopio
Margot Suzanne Barbot de Villeneuve. La bella y la bestia. Ilustraciones de Minalima. Folioscopio.
Aunque los textos no tienen nada que ver entre sí, ni en lo que se refiere al género, ni al estilo, he decidido reseñar juntas estas dos obras porque están ilustradas por el estudio Minalima. Encabezado por Miraphora Mina y Eduardo Lima, diseñadores que centran su trabajo en las líneas visibles, las composiciones geométricas y el uso de los colores planos, se ha editado una colección entera de obras muy conocidas. Auténticas y coloristas vidrieras que hacen de cualquier libro una fantasía. Por si eso no fuera bastante se incluyen elementos pop-up que, a modo de juego interactivo y/o elementos tridimensionales, refuerzan la magia de estos dos clásicos de la literatura infantil.




George Orwell. Rebelión en la granja. Ilustraciones de Quentin Gréban. Edelvives. Regresa esta conocida metáfora ilustrada por Quentin Gréban, uno de los ilustradores belgas más reconocidos a nivel internacional que domina la composición de las imágenes y el uso de la acuarela como nadie. Luminosa y cercana (fíjense en unos personajes donde, además de dramatismo, también hay humor), esta versión tiene poco que ver con esa estética lúgubre y gris con la que se suele representar esta alegoría sobre el totalitarismo. Merece la pena revisitarla con otro punto de vista




Louisa May Alcott. Mujercitas. Parte 1. Ilustraciones de Antonio Lorente. Edelvives. Edelvives incluye este clásico de la literatura norteamericana en la colección ilustrada por el almeriense Antonio Lorente, uno de los ilustradores con más éxito en la actualidad gracias a la estética dulce y aniñada que imprime a sus personajes, el brillo de sus ojos y una estética vaporosa que recuerda a la escuela francesa de Dautremer y Lacombe. Composiciones elegantes (el número cuatro favorece la geometría), retratos con mucho carácter, y desplegables a todo color. Esta edición es un regalo.





L. Frank Baum. El maravilloso mago de Oz. Ilustraciones de Iban Barrenetxea. Combel. Gracias a las ilustraciones del ilustrador vasco, la historia de Dorothy y sus compañeros de viaje, recuerda a un antiguo álbum fotográfico en el que, además de incluir estampas descriptivas, recoge las escenas más conocidas de la narración. Tomando ciertos referentes artísticos del realismo y el gótico norteamericano como Andrew Wyeth o Grant Wood, Barrenetxea sigue fiel a su inconfundible estilo (esta vez menos digital) y nos sumerge en un universo donde priman los colores cálidos que recuerdan al mundo rural y unos personajes muy bien caracterizados.




Mary Shelley. El elegido. Ilustraciones de Beatriz Martín Vidal. Avenauta. A partir de un poema que Mary Shelley escribió a su único hijo vivo tras la muerte de su marido y sus otros dos vástagos, se recrea esta edición que echa mano de las ilustraciones de Beatriz Martín Vidal para construir dos narrativas diferentes. Mientras que el poema apela al duelo y el dolor, la historia ilustrada describe la vida de esa mujer y su familia a partir de una metáfora acuática en la que la protagonista finalmente aparece con su hijo superviviente entre los brazos. Al tiempo que acompaña por esa sensación de dolor calmado, ahonda en los lazos familiares que, al fin y al cabo, es el leitmotiv de la obra. Se acompaña de un prólogo, el texto original en inglés, así como de un fragmento de una carta que Mary Shelley envió a Leigh Hunt.





Goethe. El rey de los elfos. Ilustraciones de Borja González. Avenauta. Este poema de Goethe está protagonizado por un jinete que mantiene una conversación con su hijo mientras cabalgan sobre el mismo corcel hacia su hogar. El hijo avisa al padre que el rey de los elfos los acecha en su carrera, hasta que al final, los alcanza. Con prólogo, el original en alemán y una interesante nota del traductor, este corpus central del libro se divide en dos partes, una primera con el texto y una segunda donde solo aparece una secuencia de ilustraciones en blanco y negro que, a modo de álbum sin palabras, relatan la historia.

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