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viernes, 5 de mayo de 2023

El humor en la LIJ. Una reflexión y algunos títulos de reciente publicación.


Generalmente, cuando alguien habla de literatura infantil, también lo hace de humor, pero, ¿qué tipo de humor prima en los libros infantiles? ¿A qué se debe esta predisposición? ¿Son posibles otros tipos de humor en la LIJ? ¿Y necesarios? He aquí algunas reflexiones al respecto.


El humor que predomina en los libros dirigidos a los niños es el llamado “humor blanco”. Con este término solemos referirnos al humor que carece de referencias sexuales, burlas o ataques contra alguien o algo, y que no se considera virulento o ácido, de manera que se supone que no puede ofender a nadie, concretamente a niños, abuelitas, tullidos, minorías u otros colectivos.


Esto se debe a una serie de circunstancias. En primer lugar, debemos tener en cuenta que, cuando hablamos de literatura infantil, siempre partimos de esa asumpción de pureza que rodea al concepto de infancia desde el siglo XIX y que llega hasta nuestros días, no solo para ser ensalzado con el paternalismo o el didactismo, sino también para ser corrompido por ismos mucho más draconianos (léase feminismo, racismo o ecologismo) que en realidad no dejan de ser parapetos tras los que se esconde la censura. Nuevamente nos debemos hacer una pregunta recurrente: ¿Debe ser inofensiva, casta y pura la literatura infantil y por tanto prescindir del humor?
En segundo lugar, tenemos el nivel intelectual del lector-espectador. Considerando que muchos adultos buscan una equivalencia entre intelecto y cognición (y presuponen que los niños son seres inferiores…), lo correcto es referirnos al grado de instrucción-formación o nivel cultural de críos y quinceañeros. A la hora de impregnarse de ciertos elementos humorísticos, es necesario tener una experiencia previa o cierta comprensión de la realidad, cuestión en la que una gran mayoría se ven limitados. Por esa razón el humor en los libros infantiles se suele encasillar como simple o tonto (N.B.: Si esto se lo dijeran a Gila o Faemino y Cansado, se lía...).


A pesar de esta realidad la literatura infantil y juvenil bebe de un sinfín de registros en lo que a humor se refiere. Sátiras, caricaturas, parodias, bromas, irreverencias, ironías… Todo cabe en un ecosistema donde humor blanco, negro, rosa o amarillo pueden transmutarse e hibridarse. La única necesidad es que parta de la libertad de expresión y la inteligencia, para alejarse de la vulgaridad extrema.


Como cualquier otro producto cultural, la LIJ necesita el humor, blanco o negro, da igual. Lo verdaderamente necesario es que se construya desde una perspectiva elegante, rezume calidad, y pueda ofrecer alternativas al mal gusto imperante en otras parcelas dirigidas a esta franja de edad, como los videojuegos y los programas televisivos que abusan de la ofensa, el escarnio y la ideologización.


Para terminar, me gustaría llamar la atención sobre el concepto mismo de humor. Teniendo en cuenta que en la elaboración del humor intervienen numerosos parámetros, esta cualidad humana adolece de mucha complejidad y subjetividad, lo que desemboca en una discusión voluble e imprecisa que se evita en los círculos académicos del entorno LIJero.


Como deberes, les invito a leer un par de artículos al respecto. El primero es Agresividad, humor y corrección política, un monográfico de Celia Blanco Vallejo que fue publicado en 2021 por la revista CLIJ, y el segundo es Laugh Lines: Exploring Humour in Children's Literature, un pequeño volumen de Literature Support Series que escribió Kerry Mallan para la Primary English Teaching Association de Australia.
Y como punto y final, unos cuantos álbumes con mucho humor en sus páginas, algo que no quiere decir que gusten a todo el mundo, pues como bien he dicho, cada uno se ríe de lo que quiere.


Mo Willems. ¡No dejes que la paloma conduzca el autobús! Andana. Llega otro título de la serie protagonizada por esta paloma tan cansina (hoy la cosa empieza y termina con aves callejeras). En esta ocasión está empeñada en conducir un autobús y no creo que debamos dejarle ¿o sí?. Una parodia de la insistencia infantil ante las prohibiciones que plantean los adultos, pero llevada al extremo. Alternancia, dinamismo, recursos del cómic y una situación descabellada juegan con nuestra perspectiva y nos hacen disfrutar.


Mac Barnett y Jon Klassen. Las tres cabritas y el troll. Andana. El tándem Barnett-Klassen se lanza con los cuentos tradicionales. En este caso adaptan el clásico noruego recopilado por Asbjornsen y Moe que narra la historia de un troll que vive debajo de un puente y aprovecha la coyuntura para zamparse a todo bicho viviente que intente cruzarlo. Con lo que no cuenta es con tres cabras muy inteligentes que se aprovechan de su insaciable apetito para darle una lección. En esta ocasión los autores juegan con la repetitividad, la expectación y las ironías vitales en las que el ingenio vence al mal. Si le ha sacado una sonrisa a miles de escuchantes desde tiempos inmemoriables, ¡únete a ellos!


Camilla Pintonato. Detective Topo. Liana Editorial. Topo es un gran chef pero su mayor ilusión es convertirse en un detective como los que protagonizan sus novelas policiacas favoritas. Cambia la cuchara y el delantal por la gabardina y la lupa, y se lanza a resolver su primer caso: la desaparición de una ardilla. La burla sobre la torpeza del protagonista y los detalles que pasan inadvertidos para él, pero no para el espectador, son los dos principales recursos humorísticos en un libro simpático del que estamos esperando la segunda parte.


Jory John y Pete Oswald. La mala pipa. Serres. Nuestra protagonista es una pipa muy mala, pero tiene razones para serlo. La vida la ha tratado fatal y se ha transformado en un ser despreciable. Pero a veces, las cosas pueden cambiar y, poco a poco, conseguirá portarse bien e incluso dar las gracias. La personificación (me encanta ese testimonio vital de la pipa protagonista) y lo irónico se abren camino en un libro que, si bien pretende ser una fábula pedagógica, a mí, personalmente, me ha robado más de una carcajada.


Sean Taylor y Jean Jullien. Súper Búho. El maestro del disfraz. Pípala. Búho es todo un peligro, el terror de la noche. Se camufla como nadie para hacerse con sus presas. Es capaz de transformarse en una fuente, una oveja o una zanahoria para hincarle el diente a cualquiera. Aunque la mayor parte de las veces lo pesquen in fraganti, él lo sigue intentando. Situaciones cómicas que se van repitiendo, una caracterización del personaje muy reconocible y un final decepcionante (y un tanto vergonzante) hacen de este libro una historieta muy cómica llevando al extremo esa de "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda".



Víctor Aldea y Cristina Losantos. ¿Para qué sirve un pedo? Corimbo. En esta pequeña selección de libros humorísticos no podía faltar un representante de lo escatológico, esa parcela que se refiere a nuestras secreciones y excrementos, un clásico dentro de la literatura infantil. Así nos topamos con un álbum que se centra en los pedos y sus utilidades. Ganar una carrera de sacos, conseguir sitio en el autobús o incluso ahuyentar a los mosquitos en verano son algunas de las cosas que podemos hacer con ellos. Ingenio e inverosimilitud se articulan en un título ideal para primeros lectores.


Serenella Quarello y Mikel Casal. Héctor o el lado optimista de la vida. Tres Tigres Tristes. En este último libro de hoy y segunda historia de palomas, Héctor, su protagonista, nos hace reír desde el momento cero gracias a su mirada. La imagen que los seres humanos tienen de su especie dista mucho de la suya, mucho más positiva. No me extraña que el lector se parta de risa con la disyunción entre texto e imágenes, pues al tiempo que invita a la paradoja y el extrañamiento, es un tanto burlesca y peyorativa, canalla y divertida.

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