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lunes, 8 de mayo de 2023

Llegó, nos cambió y se fue


En mitad de un bar, en la cola de la pescadería o en la piscina. De repente y como caídas del cielo aparecen personas que nos enganchan ipso facto, tienen un magnetismo especial. Solo un instante, solo un par de horas son suficientes para quedar envenenados de por vida con sus palabras, pensamientos y ademanes.
Gente con la que coincides por mera casualidad y con la que sabes que podrías establecer un vínculo muy especial. Que os comprendéis mejor que con vuestros propios amigos y familiares, con la que puedes hablar de cualquier cosa y puedes ser tú mismo, errores, taras y prejuicios incluidos.


Es extraño pero a la vez hermoso, porque te arrebujan en su presencia y sientes que algo se enciende por dentro, te rompen los esquemas y dejas de ser el mismo durante el resto de tu vida. Puntos de vista que no conocías, lugares que nunca habías visitado o sensaciones a las que nadie te había acostumbrado. El descubrimiento y la sorpresa se mezclan en una suerte de remolino que te aturde y llena.
Y lo mejor de todo es que no es amor, no es atracción sexual, no es ninguna obviedad a la que los simples aluden con frecuencia, simplemente es un hallazgo, toparse de bruces con lo humano, con uno de esos reflejos que nos invitan a seguir disfrutando de nuestra existencia. 


Por eso me gustan tanto los libros de Heena Baek, y ella, tan agradecida, nos vuelve a sorprender con Una visita muy rara, el último título publicado en nuestra lengua por su ya editorial de cabecera Kókinos.
En esta nueva historia nos cuenta las aventuras de dos hermanos que ven alterada su rutina (bastante aburrida por otra parte) con la llegada de un misterioso ser. Truenos, relámpagos, niebla y lluvia. Todos los fenómenos atmosféricos parecer estar muy ligados con los cambios de humor de este niño tan especial que intenta por todos los medios encontrar el camino a casa ¿Logrará regresar?



La ausencia del adulto, la magia como interruptor narrativo, personajes que rompen el marco discursivo, cuidados efectos especiales e inesperadas vueltas de tuerca. Una vez más la narrativa de la autora coreana bebe de una serie de recursos que se adueñan de cada obra y empiezan a calar en los lectores, algo que agradecemos sobremanera en este mundo del álbum ilustrado donde la creatividad anda algo estancada.
Si en otros libros la crítica se construye sobre la conciliación laboral, la búsqueda de la amistad, la imaginación como herramienta lúdica, o el sentido de comunidad, en esta ocasión Heena Baek se centra en la relación entre dos hermanos con cierta diferencia de edad cuyos intereses no encuentran un punto intermedio, una realidad que se vive en muchos hogares y que necesitaba un reflejo dentro del género.


Fantasmas dentro de huevos, algodones de azúcar, inundaciones caseras o cuescos que producen tormentas son algunos de los elementos que me han conquistado durante la lectura y que espero que a vosotros también. Así que, ¡a por lo último de la Baek!

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