Si el otro día hablábamos de la desinfantilización de la infancia hoy toca hablar de la infantilización de los adultos.
La primera vez que oí hablar de este fenómeno fue durante las ponencias de CAP (para los no familiarizados, el antiguo master del profesorado de educación secundaria). Me resultó bastante curioso que la socióloga que hablaba desde la tarima contase que los adultos de los países desarrollados exhibían aficiones y comportamientos propios de la niñez. Era como si la infancia se prolongara más allá de los cuarenta palos.
Esto podía observarse en muchas facetas de la vida, no solo por querer un pellejo de porcelana, sino por otras muchas actitudes. La necesidad de sobreprotección, un rechazo constante del compromiso y la responsabilidad (léase amoroso, social o laboral), victimismo y narcisismo, tanto en la vida pública, como en la privada, o el presentismo son los rasgos más definitorios de estos pseudoadultos que, apoyados por el "establishment", siguen autoperpetuando una creencia errónea que poco tiene que ver con la complejidad del adulto de ayer.
Si no me creen solo tienen que fijarse en los libros para niños, un mercado donde afloran todo tipo de productos que, sin definirse como literatura infantil y desde esos puentes que construye el fenómeno "crossover", son consumidos por muchísimos adultos que, elusivos y juguetones, se resisten a bajarse del carro a costa de magia, cuentos de hadas e ilustraciones de niñas cabezonas, labios jugosos y ojos brillantes, todo un (des)propósito en el que muchos ven perversión pornográfica y fetiches no consumados.
Y no me quiero poner yo muy agorero, que ya saben que tiendo a lo negro, pero esto de cambiar los roles entre niños y adultos, tampoco es que sea una maravilla para los segundos. Frustración, ansiedad, impulsividad, pero sobre todo miedo son muchas de las consecuencias que sufren quienes se resisten a abandonar ese universo donde la vida se simplifica y nadie es dueño de sus acciones o pensamientos. Todo es líquido y la consistencia moral arruina muchas vidas que creen subsistir gracias a esa libertad ficticia que populistas y redes sociales han creado para uso y disfrute de los incautos.
Sinceramente, viendo este panorama, no sé como muchos de mis alumnos quieren hacerse mayores antes de tiempo. Es lo que debieron pensar Inma Muñoz y Gustavo Roldán mientras daban vida a Me lo he pensado mejor, un álbum publicado por Thule donde ponen en tela de juicio ese deseo tan recurrente.
El protagonista de este libro se hace mayor por culpa de un terrible picor de nariz y un tremendo estornudo. Al principio todo es maravilloso. Luego la cosa se pone un poco fea, sobre todo cuando tiene que conducir o sufre un percance con. ¿Será capaz de volver a su estado de niño o vivirá condenado a ser un adulto el resto de sus días?
Con situaciones jocosas y una estructura de sketch, los autores indagan en los pros y los contras de la infancia y la edad adulto. Una disyunción desde una perspectiva humorística que aborda este anhelo infantil desde la cotidianidad sin olvidarse de que nunca llueve a gusto de todos. Y cuando lo hace, ¡de qué manera!
Muy interesante y si vienen con esas imagenes mas deseable.
ResponderEliminarGracias por compartirlo!
Hola Román, soy Inma Muñoz. No sabes lo que me ha gustado tu entrada. La leí con cierto miedo....jaja...pero me ha encantado lo que dices. Gracias.
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