El otro día estaba en una terraza tomando una cerveza con unos amigos, cuando llegó una docena de chavales entre 18 y 22 años. Se sentaron enfrente de nosotros y un servidor, como buen científico, se puso a observarlos.
Primero de todo, no había ninguno feo. Todos parecían modelos en aquella pandilla. Más o menos altos, cuerpos proporcionados y caras bien agradables. Muy bien vestidos, muy bien peinados, muy bien maqueados.
Segundo: no eran nada escandalosos. Más que hablar, susurraban. También es cierto que tenían poco que decirse porque, excepto dos de ellos, el resto estaban centrados en su teléfono móvil.
Se acercaba la hora de la cena y los chicos pidieron comida. Aparentemente, los platos eran muy saludables, y, a pesar de ser unas raciones, para mi gusto, pobres, ninguno se terminó su plato.
Mientras nosotros charlábamos animadamente, nos reíamos, opinábamos de esto y lo otro, aquel grupo de jóvenes se comportaban de la manera más insustancial que he visto nunca. Lo peor de todo es que aquello fue una revelación: ese era el futuro de nuestra sociedad. Silenciosa, inapetente, inerte. Parecían daneses.
Me pregunté cuántos de aquellos chavales se habrían cuestionado la inmensidad del universo. Si alguna vez habían pensado cómo se forman las estrellas o porqué brilla el sol. Si sabrían de dónde vienen las patatas que llenaban su plato o cómo se fabricaban los pantalones vaqueros que tan bien les sentaban. Me dieron ganas de acercarme y darles un coscorrón con el libro de hoy para que despertaran y vieran lo que se estaban perdiendo.
Polvo de estrellas de Hannah Arnesen es uno de esos libros en los que contemplación y reflexión nos cogen de la mano para descubrirnos el mundo desde una perspectiva diferente. En primer lugar se trata de una obra epistolar, pues son tres las cartas que vertebran un texto dirigido a nuestro planeta, al lector presente y al hijo futuro.
Dejando a un lado la crisis climática que la autora toma como línea argumental, me parece una obra muy seductora donde ciencia, conciencia y relato personal maridan estupendamente. Aunque este libro es difícilmente clasificable (¿Libro-álbum? ¿Novela gráfica? ¿Ensayo?), todos convenimos en que es una obra visualmente muy poderosa.
Aguadas, planos muy cinematográficos, metáforas, composiciones que recuerdan a lo infográfico, viñetas. Todo puede verse como idea aislada o de maneral coral. Inspirándose en la obra de otros autores que quedan recogidos en un índice de referencias final, podríamos hablar hasta de fotoperiodismo.
Si bien es cierto que, a priori, puede parecer un tanto caótico, defiendo esa amalgama de sensaciones, emociones y sentimientos que su autora reúne en sus trescientas cincuenta y pico páginas, y que consiguen reverberar en unos lectores que se dejan seducir por su atmósfera tan particular.
Hola, el texto está cortado y no se sabe cómo sigue tu opinión: "me parece una obra..." ¿?¿?
ResponderEliminar¡Subsanado el error! Las prisas, que son muy malas...
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