Si bien es cierto que no han trascendido demasiados datos sobre su infancia y juventud, se sabe que empezó a trabajar en el Nipon Design Center como asistente del diseñador de carteles Kazumasa Nagaï, que en aquellos años estaba centrado en la abstracción.
En 1977, Komagata se trasladó a Estados Unidos, donde además de trabajar para empresas como CBS o Schecter Group, se empaparía de las nuevas corrientes del diseño gráfico en Los Ángeles y Nueva York.
Tras seis años en América y recibir la medalla de plata del Art Directors’ Club de Nueva York (1981), regresó a Japón, donde, en 1986 y con un buen portfolio de su aventura americana, fundó su propio estudio de diseño, al que denominó One Stroke y en el que seguiría trabajando para muchas compañías.
En 1990 nació su hija Aï, una niña que le cambiaría la vida. Fue la necesidad de comunicarse con ella mientras era un bebé incapaz de hablar, la que lo llevó a desarrollar un lenguaje exclusivamente visual.
Así vio la luz Little Eyes, una serie de tarjetas organizadas por cajas de contenido que se dirigen a los niños dependiendo de las capacidades que van desarrollando visualmente conforme crecen. Si en la primera caja tenemos tarjetas desplegables con troqueles y formas geométricas básicas (cuadrados, círculos y triángulos) en blanco y negro, en las siguientes encontramos figuras y formatos más complejos donde los colores, las formas, las acciones y las palabras van apareciendo paulatinamente para acompañar a los niños en su desarrollo visual y verbal desde los primeros meses de vida hasta los dos años.
Al principio, Komagata no encontró editores adecuados para aquellas cajas y decidió autoeditarlas. Como siempre terminaban hechas un desastre en las librerías japonesas y no podía hacer frente al deterioro del producto, siguió intentando una edición convencional. Tras escribir a la tienda/editorial del MoMA de Nueva York e interesarse por ellos, comenzó a comercializarlos durante la Navidad de 1991 y dar visibilidad a un trabajo exquisito que miraba a la infancia desde una nueva perspectiva.
A Estados Unidos le siguió Europa, principalmente Londres, y de ahí, la fama internacional. Esto provocó la organización de dos exposiciones, una en Niigata (1992) y otra en Osaka (1993) con la serie completa, que auparían una gira por Italia, Portugal, Suiza o Corea.
A Little Eyes le siguió Blue to Blue (Del azul al azul). Publicado en 1994, fue su primer trabajo en forma de libro que cuenta una historia de crecimiento personal en la que los pequeños salmones viajan hacia el mar y los adultos suben al al río que los vio nacer. El formato contaba con una serie de elementos como una tapa troquelada, páginas de bordes sinuosos que recordaban al agua, papeles texturizados, siluetas de animales recortadas y toda una gama de azules que creaban movimiento y profundidad.
Komagata siguió explorando este tipo de formato con Green to Green (1994) y Yellow to Red (1994) y que completarían una hermosa trilogía dedicada a los colores y sus transiciones como vehículo narrativo. En el primero se perdió en la vegetación que se observa desde la ventana que atraviesa la tapa, y en el segundo abordó el cambio de la luz en una historia diurna de un pollito que busca a sus padres y que, con el paso de unas páginas que viran del amarillo al rojo, termina en el ocaso.
En el mismo año, Komagata publicó The Sounds Carried by the Wind (Los sonidos del viento), otro libro con el mismo formato que los anteriores, pero en el que nos proponía traspasar esas corcheas troqueladas en la portada, e internarnos en un juego de adivinanzas en el que escuchar la voz de los diferentes animales que se esconden tras los árboles, dando una nueva vuelta de tuerca a su trabajo narrativo.
Un año más tarde se publicó I’m Gonna Be Born! (¡Voy a nacer!, 1995), un libro que, además de recrear el nacimiento de un bebe a través de unos troqueles circulares concéntricos que sirven de elemento de unión entre sus páginas, simulan el canal del parto y el cordón umbilical. Articulado en páginas rojas, anaranjadas y rosadas, sirve como regalo a las madres utilizando para ello un elemento móvil de la tapa donde podemos escribir una dedicatoria.
Llegó el año 2000 y con él, el primer reconocimiento en la Feria de Bolonia, que le otorgó una mención especial en la categoría de libros que acercaban el arte a los niños, concretamente por su serie Mini Book (como parece imposible conseguir imágenes, se las he tomado prestadas a Elena de su maravilloso perfil de Instagram) donde, con unos pocos elementos (círculos, paralelepídedos o líneas) y enormes contrastes de color, acerca a los niños un universo lleno de posibilidades.
Ese mismo año aparece Pacu Pacu, un libro donde la secuenciación es muy importante, sobre todo si tenemos en cuenta que va narrando cómo un pez -que me quiere recordar al Nadarín de Leo Lionni- devora todo lo que encuentra en su camino y conforme vamos pasando las páginas. Si además tenemos en cuenta que se respira cierta estructura que recuerda a esos libros circulares de Iela Mari en los que las cadenas tróficas nos invitan a seguir la acción, se pone de manifiesto la inspiración que el autor japonés capta de estos dos grandes del álbum gráfico. Posteriormente se hicieron otras ediciones que lo convirtieron en un álbum sin palabras.
Katsumi Komagata siempre estuvo muy interesado en la forma en que la gente con diferentes discapacidades visuales interactuaba con sus libros y comenzó a experimentar con ellos. De este modo en 2001, gracias a Centre Pompidou, publicó dos libros Feuilles (Hojas) y Plis et Plans. Más tarde, en 2003, comenzó a colaborar con Les Doigts Qui Rêvent, una asociación para niños con discapacidad visual. De esta colaboración que duraría hasta 2009, nacerían como coedición entre Les Doigts Qui Rêvent, One Stroke, Editions des Trois Orses y el Centre Pompidou, los dos libros anteriores al que se añadiría Montagnes (Montañas). Los tres exploran las texturas, las siluetas y la tridimensionalidad de diferentes elementos para acercarse a un público con limitaciones.
A Place Where the Stars Rest (Donde duermen las estrellas), es un libro que le fue encargado por el ayuntamiento de Grenoble, ciudad francesa con un proyecto que consistía en regalar libros artísticos a todos los niños nacidos durante el mismo año. El de Katsumi Komagata se publicó (y regaló) en 2004. Papel blanco como la nieve que cubre los Alpes, tinta plateada, animales que aparecen, y estrellas que van surcando las páginas, fueron los motivos escogidos para la ocasión.
En 2006 ganó el Tokyo Design Award con el proyecto para el Hospital Infantil de Kyushu, para el que desarrolló toda una serie de infografías, pictogramas y elementos decorativos, donde no solo presto atención a su carácter infantil, sino también a los aspectos lúdicos, informativos y escenográficos. Así convirtió los espacios asistenciales en lugares llenos de vitalidad donde la cohesión y la estética jugaban a favor de la mirada.
Recogiendo el formato que inicia con I'm gonna Be Born, Komagata publicó One Cloud (Una nube, 2007). En este libro, el autor japonés va llenando un cielo inmaculado gracias a unos troqueles con forma de nubes que superponiéndose, ofrecen una imagen en movimiento en la que la profundidad tiene mucho que decir. En su ultimísima edición, Komagata decidió establecer cuatro escenarios posibles para ese cielo nublado: las estaciones del año. Si te decides a comprarlo, tendrás que elegir entre una edición veraniega o invernal.
Durante ese mismo año, Komagata, del que ya se podía decir que era uno de los discípulos más aventajados de Bruno Munari, se encargó de realizar el catálogo de la exposición organizada con motivo del centenario del maestro italiano en el Museo Itabashi de Tokio.
Llegó el año 2008 y comenzó a participar regularmente en la Feria del Libro Infantil de Bolonia gracias a un stand llamado Small World.
Durante ese año también publicó la que quizás se ha convertido en su obra más premiada y admirada, Little Tree (El pequeño árbol). Dedicado a un ser querido, Komagata elabora un libro articulado sobre un elemento pop-up, el árbol dispuesto en la mitad de la doble página que va cambiando conforme lo leemos. Metafórico y muy elegante, habla del ciclo de la vida utilizando un álbum circular en el que los colores y las estaciones fluyen gracias a una figura solitaria e imponente que nos embelesa y emociona. Fue ganador del certamen francés Plus Beaux Livres en 2009 y recibió una mención especial en la categoría de ficción en los premios Bologna Ragazzi en 2010.
En 2011 se atreve con Kakera, una historia visual en la que se sumerge en emociones como el miedo y la tristeza. Su protagonista las va experimentando junto a un puñado de animales. La vaca, la mariposa o el cuervo irá superando esas sensaciones y descubrirá un mundo en el que es posible crecer a pesar de los sobresaltos.
En 2012 publicó junto a la Editions des Trois Orses, esa gran colaboradora en Europa y con la que coeditaría gran parte de su obra, un libro que sigue internándose en las emociones menos deseables recuperando el formato de su, podríamos decir, primera trilogía. Es Tears / Histoire d'une larme (Lágrimas / Historia de una lágrima). En ella, el niño protagonista tiene una discusión con un amigo. De la tristeza nace una lágrima que cae rodando por su mejilla hasta llegar a la tierra para presentarnos multitud de formas de vida. Todo gracias a un troquel que atraviesa todas las páginas y dibuja multitud de paisajes.
El mismo año publica After the Rain (Después de la lluvia, 2012), una obra donde recrea el paisaje bíblico del arca de Noe y en cuyo interior viajan numerosos animales. En un formato acordeón convencional, Komagata juega con las siluetas de montones de animales que, desde la oscuridad, se van abriendo camino hasta descubrir lo que se dibuja tras la puerta de la embarcación.
Durante esa época, a petición de la Escuela Nacional de Arte de Amiens (Francia), comenzó a producir un libro de imágenes en lengua de signos, una labor que se vería recogida en un programa documental que se transmitió en WOWOW Prime, y sería nominado para un premio Emmy internacional.
No todo sería vino y rosas, pues ese mismo año le fue diagnosticada una leucemia linfocítica aguda que le obligó a paralizar todos sus proyectos. Un año más tarde fue dado de alta después de recibir un trasplante de médula ósea, lo que convirtió 2013 en el inició de una prolífica etapa en la que, además de enseñar en la Universidad Rikkyo y la Universidad Joshibi de Arte y Diseño su Komagata Method para profesiones de todo el mundo, produciría montones de libros, juegos y diferentes tipos de productos.
En 2015 continuó su colaboración con la casa francesa de la mano de Jean Widmer, la diseñadora de los pictogramas que llenaban las carreteras francesas gracias a Aller-Retour (Ida y vuelta). Komagata recuperó el formato de tarjeta de su primera colección y disfruta de los pliegues y las formas para crear vínculos entre imágenes, establecer secuencias bastante sorprendentes y dejar que nuestra imaginación vuele sin muchas palabras alrededor. Sí, Komagata le da al interruptor, pero somos nosotros quienes ponemos la historia.
Durante el mismo año, salió a la venta Ichigu (2015), otra colección de tarjetas cuadrangulares plegadas y troqueladas, que por el haz son blancas y por el envés son negras. Las luces y las sombras se abren camino a través del papel, sus orificios y dobleces para crear uno de sus juegos más estéticos donde lo visible y lo invisible van de la mano en esta escenificación visual del ying y el yang a modo de vidrieras mínimas.
En 2016 sacó del horno Misterious Hole (El agujero misterioso) un proyecto que le había rondado la cabeza durante más de veinte años y que hasta entonces no supo muy bien cómo darle forma. En esta historia de troqueles ovalados, Komagata juega con la superposición de dos mundos paralelos, uno humano y otro animal, que se conectan a través de un agujero misterioso a través del cual suceden cosas. Utilizando el giro de la página y dos colores (marrón y azul) establece un juego que recuerda a algunas páginas del Nella Notte Buia de Bruno Munari. Todo el proceso de elaboración de este libro se publicaría en forma de exposición un año más tarde.
Durante el mismo año, Katsumi desarrolla un nuevo libro dirigido a niños con problemas visuales referidos a la identificación de los colores y que recibe una mención especial en el Bologna Ragazzi Award en 2017. When the Sun Rises (Cuando sale el sol) nos presenta a una serie de animales que se dibujan en la doble página gracias a grandes manchas de colores próximos en el espectro, de tal manera que intenta solucionar la identificación de los mismos mediante la separación de la figura blanca. Todo ello articulado mediante una historia que sucede a la luz de ese sol que aparece tras una lluvia gris.
Centrado en esa distinta percepción del color que desarrollan los seres humanos, en 2019 publicó Moon Phase (Fases lunares). Este es un libro sin palabras donde el genio nipón despliega todo su conocimiento sobre el color y crea unas imágenes muy hermosas gracias a la geometría, las transiciones y unos troqueles que emulan las diferentes fases lunares.
Entre los dos libros anteriores, Komagata desarrolló otro de sus formatos más experimentales, el de Sea Is Blue When The Sky Is Blue (El mar es azul cuando el cielo es azul, 2018). Aunque se podría definir como un libro-acordeón, cuando empezamos a desplegar sus páginas, nos damos cuenta de que el formato no es lineal y el sentido de plegado varía de unas páginas a otras. Es porque se trata de un pliego espiral que vuelve a jugar con nosotros estableciendo una narración circular. Este formato fue diseminado por Komagata en multitud de talleres que realizó por todo el mundo, por lo que no nos debe extrañar encontrarlos en los trabajos de otros ilustradores.
Llega la década de 2020 y con ella una época muy activa gracias a Murmure des Mousses, un libro que realiza junto a Karin Serres (Le Cosmographe éditions, 2020) o Piece of Mind (2022), un libro con edición limitadísima (100 ejemplares) que se zambullen en lo conceptual y la abstracción más sencilla para, con el uso de los colores planos y un puñado de palabras, construir en nuestra mente paisajes evocadores o figuras dinámicas. Todo está ahí, solo hay que verlo.
Aparece su Arigato (Gracias), la serie de los animales afortunados (Lucky Dog, Lucky Hen, Lucky Rabbit, Lucky Mouse, Lucky Tiger, Lucky Mow y Lucky Wild Pig) que intentan celebrar el año nuevo oriental, unas publicaciones sobre el trabajo de Iela Mari o el de Josef y Anni Albers (2022), la exposición Pop Scope (2023) o unos trabajos para la línea infantil de la firma francesa Hermés.
En marzo de 2023 se le diagnosticó un cáncer de esófago, y en el transcurso de la enfermedad continuó celebrando el arte y la vida con dos libros intimistas (si es que alguno de los anteriores no lo fue). Los tituló Rain (Lluvia, 2023) y Alone (Solo, 2023). En abril de 2024 falleció, no sin dejarnos antes otros tres regalos...
Los boardbooks Et aprés?, Pon Pan y Bon salieron a la luz en el mercado francés de la mano de Éditions des Grandes Personnes (2024). Aunque los tres álbumes toman el círculo y los troqueles como hilo conductor de historias muy gráficas, en el primero, Komagata disfrutó con los animales y sus formas, en el segundo jugó con el negro y el rojo a modo de diálogo, y en el tercero se inclinó por el lenguaje y los tamaños para arrancarte una sonrisa a base de metáforas visuales.
Considerados libros de artista, las creaciones de Komagata, además de adscribirse al hecho narrativo, se internan en nuevas formas discursivas donde libro y espectador conectan en la simplicidad, lo lúdico y lo ingenioso.
Si bien es cierto que muchos comparan su obra con la de Bruno Munari, he de añadir que su discípulo Komagata se aparta un poco más de lo lúdico y desarrolla más el aspecto estético desde ese teatro que es el libro.
El uso del espacio como escenario visual, la calma de las tintas medias, la combinación de las texturas, la minimización de las formas o la superposición de los troqueles, además de invitar al juego, tienen una función. No hay nada al azar. Es algo más que evidente. Todo está mucho más controlado y dirigido, pensado y medido.
El círculo, como el Ensō en la filosofía oriental, es su gran protagonista. Sin el círculo, esa forma que atraviesa montones de páginas de sus libros, la obra de Komagata estaría, paradójicamente, vacía y sinsentido.
La naturaleza es una constante en su afán por descubrir el mundo. Animales, vegetación, ríos y océanos, el cielo y las nubes, la luna y las estrellas. Todo se vislumbra desde una posición campestre en la que el conocimiento interior pasa por el descubrimiento del exterior.
Esta pequeña retrospectiva se ha realizado gracias a la información que recoge la página de One Stroke, la conferencia que el autor realizó en el Máster de Ilustración y Diseño ELISAVA, algunos artículos académicos como Komagata’s “Paperscapes”: Theatricality and Materiality in Blue to Blue de Honglan Huang, el libro monográfico Komagata (Lazy Dog) y sobre todo, a partir de la lectura de algunas de sus obras.
¡Bravo! Besos, Miriam
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