Durante los últimos meses ha llegado a mis manos un puñado de libros donde los protagonistas son los colores, un tema muy recurrente en la Literatura Infantil por varias razones.
En primer lugar se complementa a la perfección con el currículo escolar de educación infantil y el primer ciclo de primaria. Los críos se pasan el día con pinturas de dedos, ceras y lápices y los maestros aprovechan para desarrollar todo tipo de contenidos.
El segundo motivo es que el ojo, nuestro órgano de la visión, experimenta un enorme desarrollo durante esta etapa de la vida y las criaturas, además de diferenciar los colores básicos, también aprecian tonalidades, texturas y volúmenes, lo que les ayuda a afianzar su percepción sobre el mundo y poder representarlo.
Por último, los colores y sus características son ideales para hablar de un sinfín de temas entre los que se cuentan la diversidad, los estados de ánimo o cuestiones curiosas.
Si bien es cierto que se utilizan con cierto simbolismo y mucha metáfora en la ficción dirigida a la infancia, lo cierto es que este fenómeno de la naturaleza que sucede en todo el universo conocido al que llega la luz, es útil por otros motivos, como pueden ser los fenómenos de alerta, tanto positivos (¿Por qué las mujeres se suelen pintar los labios de rojo?), como negativos (Recuerden que muchos frutos y animales venenosos se visten de colores llamativos. Es lo que llamamos aposematismo). Puede servir para cazar o escapar de los depredadores (¿Para creen que servían los plumajes variegados de muchas aves o el color tostado del león?), para controlar la temperatura corporal de ciertos reptiles, comunicarse entre individuos de la misma especie o seleccionar al macho o la hembra más adecuado para reproducirse.
Del mismo modo, tampoco debemos olvidarnos de cómo esos colores se presentan en la naturaleza. Hay patrones a rayas o a manchas. También hay patrones de coloración que cambian con el ángulo de observación. Son los colores iridescentes. Pero, ¡un momento! Hay que recordar que no todos los animales ven los colores como nosotros. Entonces ¿lo que estamos viendo es subjetivo? Por supuesto, ya que nuestro antropocentrismo a veces nos lleva a cometer errores de interpretación, algo que no sucedería si todos los seres vivos y materiales inertes de nuestro planeta fuésemos albinos.
Así que, volviendo a nuestra temática colorística, hablemos de libros…
El primero es el de Ledicia Costas y David Sierra. Su Siete dientes de león, publicado por Nórdica Infantil, es un álbum cuyo texto toma la estructura de un relato tradicional.
En él se cuenta la historia de Iris, una pescadora que habita un mundo gris y que durante sucesivas noches sueña con siete colores diferentes que se transforman en siete infrutescencias de dientes de león. Una mañana decide sembrarlas en el campo y espera que las nubes las rieguen para que florezcan. Pero la cosa parece difícil y tendrá que ingeniárselas para pescar alguna nube que descargue sobre estas semillas tan especiales…
Con ilustraciones de tipo figurativo donde el contraste entre blanco y negro y color imprime dinamismo a una historia que apuesta por los elementos mágicos y la numerología de los cuentos de hadas, también cabe el humor y los guiños a leyendas de otras latitudes como el caldero de los leprechauns irlandeses.
La ciudad gris, el nuevo libro de Torben Kuhlmann publicado por Juventud, su editorial de cabecera en España, aunque bebe de esa línea argumental que, como en el caso anterior, yuxtapone el gris a lo colorista, está ambientado en un universo más realista y actual.
En este álbum, Rita, una niña que acaba de mudarse a una nueva ciudad junto a su padre, se topa con un espacio completamente ceniciento. Incluso la escuela, la ropa de sus compañeros y el cine son de color plomizo. Aquí pasa algo y ella conseguirá descubrirlo gracias a su amigo Alan, unos vecinos muy vitalistas y un libro escondido en una biblioteca clandestina. ¡Esperemos que lo solucione!
Con las siempre detallistas ilustraciones del padre de Lindbergh, ese ratón que tantos éxitos ha cosechado en las librerías, nos encontramos con una aventura llena de misterio y acción que también parece una metáfora sobre la pérdida y los cambios vitales. Con una nota científica al final y una edición impecable, seguro que esta niña les recuerda a la Momo de Ende, otra heroína que luchaba en contra de los mundos tristes e insustanciales.
El color los sentidos escrito e ilustrado por Gustavo Roldán y publicado por Bululú, es el libro más metafórico de esta pequeña tanda.
Con el subtítulo de Un cuento en blanco y negro, a todo color, el autor se adentra en un juego de sensaciones que en gran medida prescinde de representar coloreadas todas las alusiones a las que hace referencia en el texto. Del mismo modo, Roldán quiere invitarnos a una experiencia donde, prescindiendo de la vista, conseguimos recrearnos en sonidos, olores o sabores que también tienen una estrecha relación con los nueve colores que va mencionando en cada doble página.
Ni que decir tiene que el argentino no se olvida de ese humor gráfico tan característico que presentar todos y cada uno de sus libros donde la tira cómica está muy presente y complementa estupendamente a un texto donde campa lo poético.
Terminamos con El rojo orgulloso, un álbum de los uruguayos Alejandra González y Daniel Kondo que tras el éxito cosechado, tanto en su país, como en la Feria de Bolonia, Océano Travesía ha decidido publicar en nuestro país y es la portada de este pequeño monográfico.
Con una puesta en escena que recuerda a otras grandes historias de colores como Flicts de Ziraldo, esta pareja de creadores se da cuenta de que las cerezas, las manzanas, las fresas, Caperucita y la luz más importante del semáforo son rojas, pero ¿quién se cree que es el color rojo para estar siempre llamando la atención? Esta es la historia de cuando el rojo descubrió que era todo menos rojo.
Guiños a otros artistas como la brasileña Tarsila do Amaral o el también uruguayo Joaquín Torres García, este libro con cierto aire informativo en el que hay bastante diseño gráfico en un universo claramente infantil, nos aproxima a las disputas infantiles y una resolución sorprendente en la que el lector, además de reírse y extrapolar los hechos a su realidad, descubre datos científicos muy interesantes.
Un libro con cierta enjundia, vistoso y cercano que no se debe perder ni el más pintado. Sean sus colores los que sean.
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