Escribir de buena mañana es una sensación bastante placentera, pero lo que no me explico todavía es cómo el encéfalo se encuentra despejado para estas ocurrencias después de un colapso a base de vino de cartón…
Hablando de escribir, hace tiempo que no escribo carta alguna. Creo que la última se remonta al pasado abril. Recuerdo la sensación de la tinta sobre el papel, de cómo me las ingeniaba para ahorrar sobres, de los errores manuscritos, de su sabor tangible, real, de esa emoción al recibir la correspondencia… Todo está extinto. Todo empezó con el telegrama, siguió con el teléfono, el e-mail y el WhatsApp. No es de extrañar que el mundo avance, que las nuevas tecnologías suplan a las antiguas y que la pérdida del romanticismo sea otra de las muchas consecuencias de este mundo loco, fugaz.
NOTA: Fíjese, amigo lector, si mi mente está activa, que acabo de tener una idea pasmosa… Mañana, a no más tardar, mis queridos pupilos deberán escribir una carta al científico que deseen, de tal forma que, en ella, deben incluir, de manera indirecta, datos biográficos de éste y algunos de sus descubrimientos y/o investigaciones. Perfecto: otra actividad más. Lástima que estas contribuciones no se contemplen en el salario.
Tan importantes han sido las cartas en la cultura, que me vienen a la mente un montón de libros que tratan de cartas y carteros. He aquí todos lo que conozco para que ustedes le saquen rentabilidad y puedan hablarles a los niños que hace no mucho, en vez de estar todo el día con el móvil, nos enviábamos misivas utilizando sellos y sobres.
Empiezo con uno de mis favoritos. Los versos del Papelitos de María Cristina Ramos y Claudia Regnazzi (Fondo de Cultura Económica) hablan de cómo vuelan los mensajes de un lado a otro de la clase mientras el maestro explica qué es una carta. Una hermosa paradoja que comienza así:
El maestro quería
una carta explicar:
cómo armar su escritura,
qué pensar, qué anotar.
Pues la carta –decía-
tiene un efecto tal
que hace que los lejanos
se vuelvan a juntar.
Otro gran ejemplo de lenguaje epistolar lo encontramos en la obra de Lygia Bojunga Nunes (imprescindible), concretamente en su relato El bistec y las palomitas incluido en su recopilación de relatos Adiós donde la denuncia social y la amistad se encuentran gracias a la gastronomía. Por desgracia está descatalogado, así que hagan uso de sus impuestos y diríjanse a una biblioteca.
También encontramos cartas en un buen puñado de libros que tienen como protagonistas a destinatarios muy especiales. Papá Noel, los Reyes Magos o el Ratoncito Pérez son personajes de la cultura popular a quienes los niños suelen enviar cartas. En la actualidad son el último bastión del correo físico ya montones de críos aprenden cómo escribir una carta o qué es un buzón de correos gracias a ellos.
J. R. R. Tolkien. Cartas a Papá Noel. Minotauro.
Yukiko Tanno y Mako Taruishi. La carta de Papa Noel. Corimbo.
Elvira Lindo. Olivia y la carta a los reyes magos. Ilustraciones de Emilio Urberuaga. SM.
Antonia Rodenas. Cartas a Ratón Pérez. Ilustraciones de Carme Solé Vendrell. Anaya.
Emma Yarlett. Una carta para Papá Noel. Edelvives.
¿Se acuerdan de aquellas secciones que había en periódicos y revistas para entablar relaciones por correo? Seguramente si las vieran los niños de hoy se extrañarían, pero lo cierto es que fueron las precursoras de las actuales redes sociales y apps de contactos, prueba de que el hombre es el ser comunicativo por excelencia (NOTA: Por cierto, en esta selección hay un libro basado en aquellas secciones de "amigos por carta").
Esa es la razón por la que las cartas son protagonistas en muchos libros que nos hablan de amores y amistades, la mejor de las excusas para coger papel y boli y dedicarle unas bonitas palabras a esas personas. Seguro que se te ocurren las palabras idóneas, y si no, siempre puedes probar una y otra vez hasta que las encuentren. Aquí siguen cuatro historias que bien merecen atención (hay otras muchas que he ido añadiendo a lo largo del post, pero he tenido que elegir estas para ilustrar esta consideración).
Martin Baltscheit. El león que no sabía escribir. Lóguez.
Megumi Iwasa y Jun Tanabatake. Jirafa africana. FCE.
Toon Tellegen. Cartas de todos para todos. Ilustraciones de Jessica Ahlberg. Noguer.
También hay libros en las que las cartas son una vía para fortalecer los lazos sociales (o romperlos). En unos libros es el cartero quien las escribe para poner algo de orden en el vecindario, otras esconden historias muy personales, y en otros, las palomas se permiten la licencia de repartirlas entre quienes van al parque. Una idea hermosa sobre la que seguramente descansan otros libros.
Susanna Isern y Daniel Montero Galán. Cartas en el bosque. Cuento de Luz.
Son muchos los autores que se han dedicado al género epistolar, tanto dentro de la literatura Infantil, como fuera de ella. Libros enteros donde podemos leer cartas enteras que nos transportan a lugares jamás vistos e historias que no podríamos imaginar.
El género epistolar nos envuelve por completo en la acción ya que, por un lado utiliza el lenguaje directo (el autor parece hablarnos) y por otro, eso de inmiscuirse en la correspondencia ajena tiene un puntito excitante que no deja indiferente (saltarse las prohibiciones a base de voyeurismo).
Ensayos, biografías o como marco espacio-temporal de una novela, las cartas tienen su hueco en el universo de la ficción y la no ficción infantil desde que el género alcanzara su cumbre en el siglo XVIII.
Cabe destacar que en los últimos tiempos, este género ha continuado pero con formato de correo electrónico, que sigue siendo lo mismo pero exento de ese romanticismo que tiene la supuesta tangibilidad. Obras como Pomelo y Limón de Begoña Oro dan prueba de ello.
Rudyard Kipling y Mauro Evangelista. Carta a un hijo. Edelvives.
Christine Nöstlinger. Querida Susi, querido Paul. Iustraciones de Julia Bereciartu. SM.
Leo Meter. Cartas a Bárbara. Lóguez.
Anna Sakowicz. Cartas al señor A. Ilustraciones de Ewa Beniak-Haremska. Thule.
Begoña Oro. Pomelo y Limón. SM.
Llegamos a la sección estrella de esta selección en la que hablaré de la ingente cantidad de páginas que se han dedicado al oficio de cartero y otros mensajeros en la Literatura Infantil. No se deben extrañar pues es una profesión que da mucho juego. Conocen gente de todo tipo, realizan una labor social, son los perfectos intermediarios, portadores de buenas (y malas) noticias y tiene mucho encanto (más todavía si son amables y simpáticos, que hay algunos por ahiiií...).
Anécdotas llenas de humor, líos de todo tipo y alguna que otra víctima llenan estos libros sobre la vida de unos personajes que gustan mucho a los pequeños lectores.
Ruth Villar y Arnal Ballester. Don Queharé. La Galera.
Antonis Papatheodoulou e Iris Samartzi. Una última carta. Kalandraka.
Lilith Moscon y Francesco Chiacchio. Un regalo para Nino. A buen paso.
Jutta Bauer. El mensajero del rey. Lóguez.
Kate Hindley. Marcelo, el cartero. Edelvives.
Marianne Dubuc. La ruta del ratón cartero. Juventud
Tor Freeman. Otto el perro cartero. Blackie Books.
Michael Escoffier y Matthieu Maudet. Hola, cartero. Océano Travesía.
Caracolino y Canizales. Carteras y carteros. NubeOcho
Mercedes Pérez Sabbi y Renata Gallio. Las dentaduras de Paco Palma. OQO
Alfredo Gómez Cerdá. El cartero que se convirtió en carta. Ilustraciones de Emilio Urberuaga. Edelvives.
Guillaume Perreault. El cartero del espacio. Juventud
Si lo piensan bien hay montones de historias que comienzan con una carta. Perdidas, importantes, estúpidas, llenas de sentimientos, informativas o informales. Las cartas son interruptores narrativos de primera magnitud en torno a los cuales se desarrolla cualquier tipo de acción. Conspiraciones de poder, embrollos familiares, denuncia social, misterios sin resolver, enfrentarse a la timidez, el cuidado del medio ambiente, y mucha magia y fantasía. Prueba de ello aquí tienen un buen montón de historias donde pueden sumergirse.
Julia Donaldson y Axel Scheffler. Las tres cartas de oso. Juventud.
Philip C. Stead y Matthew Cordell. Entrega especial. Océano Travesía.
Roser Rimbau y Rocio Araya. La carta. TakaTuka.
Txabi Arnal Gil y Julio Antonio Blasco. La ladrona de sellos. Edelvives.
Jacques Goldstyn. El prisionero sin fronteras. Picarona.
Michael Morpurgo y Jim Field. La carta del abuelo. Andana.
Cat Min. Tímida Willow. Pijama Books.
Magali Attiogbé. La carta. Un viaje extraordinario. mtm
Sergio Lairla y Ana G. Lartitegui. La carta de la señora González. A buen paso.
Irene Verdú y Verónica Aranda. Una carta. Algar.
Vicente Muñoz Puelles. Óscar y el león de correos. Ilustraciones de Noemí Villamuza. Anaya.
Beatriz Osés. Los escribidores de cartas. Ilustraciones de Kike Ibáñez. SM.
Daniel Hernández Chambers. La chica que coleccionaba sellos y el chico que esperaba un tren. Ilustraciones de Xavier Bonet. Anaya.
Ana María Machado. De carta en carta. Ilustraciones de Juan Ramón Alonso y Natascha Rosenberg. Loqueleo-Santillana.
John Bellairs. La carta, la bruja y el anillo. Alfaguara. (De la serie La casa del reloj en la pared).
Marcos Sánchez Calveiro. El cartero de Bagdag. Edelvives.
Andreu Martín y Jaume Ribera. El cartero siempre llama mil veces. Anaya.
Amaia Cía Abascal. Nada o qué tienen en común un mago y un aprendiz de cartero. Edelvives.
Tonke Dragt. Carta al rey. Siruela.
Cuando hablamos de cartas en el universo del libro-álbum tenemos que referirnos irremediablemente a la carta como objeto. Y es que unir en un mismo formato eso de pasar las páginas con abrir un sobre para descubrir lo que hay dentro, tiene mucho encanto.
Todo lo que tenga que ver con la manipulación tiene mucho sentido en el objeto-libro algo de lo que ya he hablado en muchas ocasiones con el libro pop-up, el libro-juego, los peritextos o los libros de artista, es por ello que cuando nos encontramos con libros como El cartero simpático o unas cartas especiales de Janet y Allan Ahlberg que aúna ambos espacios narrativos -libro-álbum y carta- quedamos gratamente sorprendidos gracias a un discurso emergente que brilla en multitud de facetas. Metaliteratura, juego de descubrimiento, literatura epistolar, humor implícito y explícito, reinterpretación actual de los clásicos... Los textos multimodales son así y hay que valorarlos como merecen.
Otros libros a los que quiero apuntar aquí son aquellos cuyo formato bebe de las colecciones de tarjetas postales y que además sirven como galería de arte de ilustradores que articulan su discurso en base a una línea narrativa que puede ser continua o fragmentada. Una poética textual y narrativa que en cierto modo recuerda al arte postal (en inglés"mail art") que tanto se cultivó durante los siglos XIX y XX, gracias a los movimientos vanguardistas y contemporáneos.
Janet y Allan Ahlberg. El cartero simpático o unas cartas especiales. Baobab.
Emma Yarlett. El correo del dragón/. Edelvives.
Jacques Prévert. Carta de las Islas Baladar. Faktoría K de libros.
Alejandra Correa. Si tuviera que escribirte. Libros de las malas compañías.
Para finalizar también hay que hablar de aquellos álbumes que utilizan como línea argumental mensajes que van de mano en mano, una cadena de destinatarios que alarga la vida de las cartas, crea confusiones y juega a las adivinanzas desde una perspectiva detectivesca. Aquí un ejemplo estupendo en formato acordeón y totalmente desplegable.
Pilar Serrano Burgos y Daniel Montero Galán. La nota. Kalandraka.
Y con este selección, me despido hasta la próxima con un cómic que me encanta, que no podía faltar en una selección como esta y que todos deberíamos regalar a nuestros carteros, profesionales a los que desde aquí enviamos un saludo por su labor.
¡¡Hola Román!! tengo ese cuento en casa, lo descubrí en la biblioteca y unos años más tarde me encontró a mi en un puesto de libros de segunda mano :) un abrazo y gracias por mencionar y rescartar las cartas que vuelven a juntar a las personas.
ResponderEliminarHola Roman soy uno de tus alumnos en el i.e.s Jorge Manrique de Motilla del Palancar tengo un libro tuyo y hoy me he dado cuenta un saludo.
ResponderEliminarPapaito piernas largas!
ResponderEliminar