Siempre he tenido la sensación de que, en nuestro país, las historietas de Charlie Brown no han tenido la misma aceptación que en otros territorios del mundo. Creo que esa especie de repulsa se debe a los prejuicios por uno de sus personajes, Snoopy, ya que durante un tiempo fue auténtico icono del “pijismo” en muchos entornos de esta España criticona y cateta, cosa que denota, en estado máximo, que aquí, por no leer, no se leen ni las señales de tráfico, otra prueba más de que así nos va en la circulación rodada (no sé si existirá una correlación entre tener las bibliotecas vacías y sufrir las carreteras infestadas de gilipollas al volante). Si en vez de prejuzgar, hubiésemos disfrutado con el humor inteligente que destilan todos los personajes de Peanuts, nombre que recibieron las tiras cómicas de Charles M. Schulz, creador de Lucy, Sally, Linus, Marcie, Patty y el resto de la familia de Charlie Brown, probablemente, no los hubiésemos erigido como símbolo de “niñatos” repeinados con brillantina y ropa uniformada y bien planchada. Hubiesen sido más. Nos hubiesen ayudado a comprender un poquito mejor la vida, que no es poco…
Me gusta Charlie Brown. Esa inocencia tan patente, despistado y tímido hasta la saciedad, con tan mala suerte… Es la figura del eterno perdedor, pero que pese a todo guarda una chispa de optimismo, cree que todo puede ser mejor, base del espíritu americano. Si nos fijamos con mayor detenimiento, él sería el único niño que encontramos en todas las viñetas, los demás, aunque con aspecto infantil, son verdaderos monstruos, contaminados por el saber hacer y decir adulto, son un fiel reflejo del mundo, de la crueldad que nos rodea a cada paso, por ello, loar al pequeño Charlie es un ejercicio de reconocimiento hacia el representante de la honestidad, de la simpatía, de la bondad.
¡Estoy harto de que Lucy maltrate a ese pobre chaval! ¡Estoy harto de la maldad que encierran mis iguales! ¡Viva Charlie Brown! ¡Viva!
Me gusta Charlie Brown. Esa inocencia tan patente, despistado y tímido hasta la saciedad, con tan mala suerte… Es la figura del eterno perdedor, pero que pese a todo guarda una chispa de optimismo, cree que todo puede ser mejor, base del espíritu americano. Si nos fijamos con mayor detenimiento, él sería el único niño que encontramos en todas las viñetas, los demás, aunque con aspecto infantil, son verdaderos monstruos, contaminados por el saber hacer y decir adulto, son un fiel reflejo del mundo, de la crueldad que nos rodea a cada paso, por ello, loar al pequeño Charlie es un ejercicio de reconocimiento hacia el representante de la honestidad, de la simpatía, de la bondad.
¡Estoy harto de que Lucy maltrate a ese pobre chaval! ¡Estoy harto de la maldad que encierran mis iguales! ¡Viva Charlie Brown! ¡Viva!