Hace
cosa de un año escaseaban los españoles que se declarasen abiertamente
antimonárquicos (¡Pasen y vean las encuestas del CIS de hace unos años!... “¡Qué
majetes los Borbones!”, “¡Qué bien representan a esta España nuestra!”, “¡Eso
es elegancia y saber estar!”…), pero hoy las tornas han cambiado y hasta mis compañeras
sexagenarias de la universidad popular piden la guillotina para toda la familia
real, cosa harto llamativa dado que a muchos se les caía la baba con el mensaje
navideño de su majestad, el fondo de armario de nuestra princesa “popular” y
las gracias “armadas” de Froilán. Me descojono a pierna suelta con tanto
súbdito desleal que ahora, con tal de vengarse de su situación laboral y la
temida cola del paro, los tachen de mangantes, tunantes, trapaceros, parásitos,
trincantes, e incluso gorrones.
Quizá
sea una conspiración, quizá sea otra amarga verdad (algo en lo que no me
entrometo, sumándome así a toda esa prudencia que destila la clase política: “dejemos
trabajar a la justicia” dicen… ja, ja, ja, ja, ja… ¡que me descojono!), pero ¿no
creen que reyes, príncipes e infantas desempeñan el mismo arcaico papel que
históricamente se les ha concedido?, ¿de qué se extrañan?... SS. MM. -las de
cualquier reino-, feudales, socialistas, liberales, exiliados, negros o
blancos, llevan siglos exprimiendo al currante para vivir a todo trapo, a costa
de sus ganancias o del erial público (tanto monta, monta tanto…). Déjense los
juicios paralelos, los consabidos deslices, o las espantadas a Qatar, en
definitiva, el marujeo, y tomen nota por si alguna vez amenazan con una
república.
Es
por ello que prefiero llevar una vida modesta, sin agasajos, tributos, ni
grandes lujos, en vez de encontrarme de bruces con coronas y cetros sin tener
idea de cómo darles uso, no sea que me ocurra como a ciertos batracios que, sin
sangre azul y corrompidos por el ansia de poder, pierdan la razón de ser… Y si
no, lean La reina de las ranas no puede
mojarse los pies, de Davide Cali y Marco Somà (Libros del Zorro Rojo), y
aprendan a conformarse con esas cosas mínimas: saltos desde los nenúfares, chapoteos, sonrisas, un libro, o incluso
una violeta, pa’ lucirla en el ojal.
Después de tan crítico y sagaz comentario me entra una gran curiosidad por averiguar qué historia esconde esta reina de las ranas. Mi más sincero reconocimiento por la forma en la que presentas en este blog las novelas o a la inversa, tus reflexiones.
ResponderEliminarUn saludo,
Isa Romero Cortijo.
"Pablito" está a punto de nacer...