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lunes, 16 de septiembre de 2013

Empezando el curso y terminando la feria


Tras dos meses y medio de vacaciones queda inaugurado el nuevo curso escolar, y con él, se abre la puerta de este lugar donde la L de libros, letras y lecturas, campa a sus anchas. Aunque con bastante desgana (no olvidemos que la depresión postvacacional hace estragos en cualquiera), intentaré mantenerles informados de todo lo que acontezca en la actualidad lijera, y, por qué no, de todo lo que nos rodea y provoca encontradas opiniones (no tiemblen, sólo les tensaré la fibra cuando sea estrictamente necesario, que luego muchos hacen acopio de insultos gratuitos e inmerecidos y ya estoy viejo para guerrear contra la estupidez humana…).
¿Y qué mejor para terminar las vacaciones y empezar con la rutina septembrina, que una feria? Llenas de luces, de bullicio, de bailoteo a doquier, de coches de choque y norias incansables, de mazorcas asadas, de manzanas de caramelo, de vino dulce y barquillos, de bolas de anís y berenjenas encurtidas, de caballos al mediodía, y de charangas bullangueras, las ferias llenan nuestra geografía hasta la entrada de octubre, acompañan la vendimia y auguran un otoño de recogimiento y trabajo, que, aunque nos pese, necesitamos más que nunca.
Ferias hay para todos los gustos…, de postureo o callejeras, de corto o de largo…, las tenemos breves e interminables, taurinas o ecuestres, de botellón y de gasto desmedido. Las hay sucias y muy limpias, alegres y no tanto, a rebosar y también vacías, mayoritarias y para las minorías. Pero eso sí, como la de Albacete, ninguna.



 Ya termina la feria…, sólo quedan dos días. Es por ello que, si les pilla cerquita y tienen ganas de jolgorio, no duden en visitarla, y ver así su tronío y valía. Y si no, siempre pueden conformarse con Luces de feria, una propuesta de Fran Nuño y Enrique Quevedo (editada por Cuento de Luz) que, aunque no es lo mismo, transmite ese sentimiento que llena todas ellas.

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