Ya
no hay lugar para la poesía… ¿O sí? Lo cierto es que sigue habiendo poetas, de
esos que se camuflan bajo acordes, de los que pintan lo profundo de su corazón,
de los que mezclan el celuloide con el rumor del viento…, pero no poetas de los
de toda la vida, de esos que buscan la rima en lo cotidiano, de los que tachan
palabra a palabra buscando el ritmo de los versos. La menor de las artes
verbales se perdió en la inmensidad de los desiertos, en la línea del
horizonte, en la profundidad del mar. ¿Quién la hará regresar? Quizá seas tú…
[…]
Desde
entonces dicen que a veces los buzos
ven
peces metáfora, adverbios coral,
delfines
esdrújulos, pulpos monosílabos
y algas
muy poéticas con rimas de sal.
Verbos
caracola, tildes oxidadas,
peces
parecidos a la acción de amar.
Y
que de la tinta que va destiñendo
bebe
el chipirón,
y bebe
la jibia;
bebe
el calamar.
[…]
Aurelio González Ovies.
El
poema que cayó a la mar.
Ilustraciones de Esther Sánchez.
2007. Oviedo: Pintar-Pintar.
Un bello poema... tiene buena pinta.. Gracias, Román.
ResponderEliminarQué belleza para los más pequeños y para los 'más mayores'. Lo releo muy a menudo a mis nietos y soñamos los tres. Gracias. Luisa Remis
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