Se
acerca inexorablemente la feria de Bologna (¡Qué miedo! ¡Hordas de editores orientales
en busca de libros occidentales!), y con ella, el mayor escaparate de venta de
derechos de autor del mundo editorial infantil. Es por ello que, para que
muchos de nuestros editores se vayan a comer mortadela dándole al coco he creído
oportuno ofrecerles hoy este dilema al que muchos no encuentran respuesta.
El
mercado de novedades (entre 2 y 4 veces por curso, depende del tipo de
editorial) está instaurando la inclusión, casi obligada, de títulos foráneos en
los catálogos de las editoriales españolas. Es por ello que el interés por las
agencias de gestión y venta de derechos extranjeros, así como por los espacios
donde se presentan los catálogos y novedades dentro de diferentes contextos
geográficos (véanse las ferias del sector mundiales o regionales), ha crecido
notablemente de unos años a esta parte. Esto se debe -a mi juicio- a dos
motivos principales:
1.
Por un lado, la producción patria de calidad es incapaz de abastecer las
necesidades de las editoriales (y su ritmo frenético).
2.
Por otro, la globalización ha favorecido que muchos consumidores de literatura
infantil se interesen por títulos que se publican al otro lado del charco, las
antípodas o el lejano oriente, y deseen tenerlos en sus bibliotecas personales
traducidos al castellano.
Pero,
¿qué trae esto consigo? La primera consecuencia es que se ha creado una “burbuja
editorial” que la capacidad negociadora, el trueque, el 2x1 y el gitaneo, siguen
hinchando y moldeando irremisiblemente hasta un punto ¿de no retorno…?
La
segunda consecuencia es que para muchas casas editoriales, sobresalir en el
competitivo mercado gracias a obras que se hacen fuera de nuestras fronteras
supone un esfuerzo sobrehumano que compensa más bien poco (Nota: No olvidemos
que el mercado español es un mercado modesto en el que la mayor parte de las
editoriales -excepto una decena- actúan como independientes lo que dificulta el
acceso a obras que aporten cuantías suculentas).
También
hemos de tener en cuenta que no cualquier cosa cabe en cualquier mercado (ni
siquiera los títulos del imperio infantil anglosajón). Cada mercado tiene sus
propias peculiaridades y, en muchos casos, la adquisición de derechos de un “best-seller”
en EE.UU. puede ser un fiasco en nuestro país, algo que supondrá más costes que
beneficios, unos excedentes que asumir y algunos quebraderos de cabeza más.
Al
todo lo anterior hay que sumar el invento por antonomasia: las coediciones.
Cuando uno es un editor en ciernes y va a una feria como la de la próxima
semana tiene que oír más de una veintena de veces “Los derechos de este título
sólo están disponibles en coedición. ¿Qué quiere decir esto,
caballero/señorita? Si Vd. lo quiere, además de anticipo y royalties, tendrá que
tragar con la impresión que le queramos endosar y el precio estipulado por la
misma aunque en España se lo hagan más barato y mejor.” Total, que la broma nos
puede salir todavía más cara…
Y
ahora, las cuentas finales… Si tenemos en cuenta que los derechos de
publicación de un libro oscilan entre 500 y 3000 euros (anticipo), que estos
derechos sólo incluyen la edición en castellano en el ámbito de España (si
quieres español en el mundo ya sabes),
que la venta media de un título en nuestro país está entre 1000 y 1500
ejemplares, y que hay que repartir tantos porcentajes… ¡blanco y en botella!
Hay
dos soluciones posibles (y plausibles) a todo este tinglao… A saber:
A.
Editar poco y bien (y tendríamos el problema con las distribuidoras y sus
demoras en el pago, ya saben los editores a lo que me refiero...).
B.
Hacerse con una buena cartera de autores e ilustradores patrios y adquirir
menos derechos extranjeros (y aquí tendríamos el problema temporal y de edición
de la producción propia, un verdadero calvario para muchos, algo que prometo
tratar algún día con detenimiento…).
En
cualquier caso y sin ánimo de desánimo, les diré (como sonaba la canción) que
todo depende… Depende del tipo de obra que se quiera adquirir (“boardbooks”,
libro-juegos, libros de conocimientos, “activity books” o álbumes ilustrados no
son lo mismo; tampoco es lo mismo un libro premiado que otro que no; ni es
igual uno de Rebecca Dautremer que otro de un ilustrador novel), depende del
tipo de editorial al que deseemos comprarlos (no es lo mismo tratar con el
gigante MacMillan que con una editorial de provincias), depende del tipo de
contrato de cesión que tiene el autor (“royalties”, exclusividad, porcentajes y
demás consideraciones) y, sobre todo, del éxito que esa obra ha tenido en los
diferentes mercados en los que se ha publicado (mucho o poco dinero en juego).
Y
como despedida, un consejo… Si están hartos de comprar, lo mejor que pueden
hacer es intentar vender los derechos de sus libros ¡que aquí también sabemos
hacerlos!
Una estupenda reflexión. Gracias por poner en papel algo que llevamos hablando los autores (de texto e ilustración) desde hace años. Es muy triste ver cómo se compran derechos de libros extranjeros y apenas se exportan los derechos de los nuestros que terminan "muriendo" por falta de ventas.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado Rocío. Estaba en deuda con esta reflexión... Siempre que voy al extranjero me llama mucho la atención no ver títulos patrios que bien podrían llenar las estanterías de las librerías inglesas, francesas y alemanas, bien por su originalidad, bien por su buen hacer. Creo que hacemos cosas bien y hay que exportarlas, ayudar a nuestra industria y nuestros autores... Pero, como siempre, al español le pasa lo mismo (con todo, no es exclusivo de la LIJ): no ve más allá de sus narices y tenemos demasiados complejos.
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