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martes, 24 de marzo de 2015

De lo salvaje...


Todos tenemos un punto salvaje que aflora en las más diversas circunstancias. Desde un concierto donde la euforia nos desata, hasta ese partido de fútbol con el que hemos soñado desde niños, el decimoctavo cumpleaños que todos celebramos con tantas ganas, ese cabreo monumental que hemos tenido horas atrás, o cuando nos vemos solos ante un peligro inminente, pueden producir una sensación de libertad total y despojarnos de  todo convencionalismo. En esos momentos algo instintivo se apodera de nosotros y volvemos a ser los animales que fuimos antaño. Gritamos, danzamos, saltamos, el vello se nos eriza, nos golpeamos sin mesura, no controlamos nuestra fuerza y los músculos se tensan.
A pesar de ello, son muchos los que rechazan por completo unos comportamientos que suponen la renuncia a toda civilización, una prueba más que clara de la clara influencia social que acarrea nuestra espacie desde algún que otro milenio. Todo se encuentra encorsetado, hay que seguir los cánones establecidos y no desviarse del camino que el saber estar ha señalado a golpe de pescozones. Algo que nos debería hacer pensar si es lícito obligar a los demás a incluirse en la masa y abominar su propia naturaleza, sus pensamientos y sentimientos.


“¿Hasta qué punto debo  ser otro borrego? ¿Está todo permitido en un mundo como este? ¿Es la subversión la salida?” Son las preguntas que frecuentemente se instalan en nuestra cabeza cuando los demás nos recriminan un comportamiento no apto para con el llamado “saber estar”, pero no debemos olvidar que la rebelión contra esas reglas pre-establecidas debe equilibrarse con el respeto hacia el resto. Es esta y no otra la forma más clara de libertad, esa que, aunque permita a los niños enfrentarse a las imposiciones de los adultos (la llamada corriente canalla y subversiva de los libros infantiles), les haga saber que hay que ser respetuoso y bondadoso con sus congéneres. 


Sin irnos muy lejos, podemos encontrar en las librerías una muestra de este bello mensaje y que lleva por título El señor tigre se vuelve salvaje (Editorial Océano-Travesía). En este libro de Peter Brown (que aunque tiene un aspecto muy digital, tiene su base en las técnicas tradicionales de ilustración), un tigre la mar de educado siente la llamada de una jungla que, poco a poco, se va apoderando de él… Primero es el sombrero, luego el traje… y el final no se lo cuento porque es verdaderamente hermoso y creo que deben descubrirlo por ustedes mismos.

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