Por
fin han terminado las elecciones andaluzas (Román, no cantes victoria tan
pronto que en breve llegarán las municipales y el resto de autonómicas…
¡Tiembla!) y a pesar del gran reparto de votos, tenemos que re-estructurar
(algo, no demasiado…) el parlamento sureño. Entra una nueva legislatura y
esperamos que con cierto aire de renovador (los pactos puntuales siempre traen
consigo un poco de democracia –iba a anteponer la palabra “más”, pero sería
otra mentira-), ese que necesitan unos cuantos millones de personas, a no ser
que se conformen con el PER, la paga de los 18 y otras limosnas caritativas. Lejos
de todas visiones futuras (no me gusta ejercer de pájaro de mal agüero), me
gustaría centrarme en una campaña electoral que, aunque no he seguido demasiado
porque me tocaba poco, me ha chocado bastante.
Cada
vez que abrían la boca cualquiera de los representantes de los partidos
mayoritarios, no podía evitar echar espumarajos (¡Qué guarrindongos!... El
quítate-tú-para-ponerme-yo tiene mucha usía…). “Nosotros somos mu’ buenos y
aquellos mu’ malos” “Son unas urracas usureras” “Y vosotros una alimañas
codiciosas” “Asquerosos” “Putrefactos”… ¿Y a esto le llaman “el espíritu de la
transición”? Que me cago… El bipartidismo vive de la nostalgia (¿Alguien
conoció a Franco? Porque yo no…), es como una neblina de recubre una realidad
que ya es otra y no nos deja avanzar (luego decimos que los musulmanes viven a
golpe de lastre… ¿y esto qué es?). En lo
único que se han puesto de acuerdo estos dos bandos es en eso de los “andalucistas”, una palabra de nuevo cuño
que me produce arcadas, más todavía cuando viene de los supuestos salvadores de
la identidad nacional (mire usted…). No teníamos bastante con otros “–istas”
para que ahora, por miedo a perder el trono, estos se apunten al carro y quieren
escindirse del estado untando las juntas con aceite de oliva.
A
pesar de la cura de humildad y que sigan repartiendo los mismos, espero que los
recién llegados tomen nota de los que hace que unos y otros sean tan parecidos
para que no cunda el ejemplo entre unos cuervos y otros, entre azules y rojos.
Por favor: ¡No se atavíen de ese mismo traje, de ese mismo disfraz, del mismo
jersey!, ¡Fíjense en los Huguis! En El jersey nuevo han sido capaces de
darse cuenta de que vistiendo el mismo jersey es imposible avanzar, ni aportar
colores diferentes, ni aupar el individualismo en un entorno colectivo… ¡Menos
mal que alguien ha tenido una idea y ha encontrado la solución a tanta moda y mimetismo! Tomen nota de los personajes de este libro del genial Oliver Jeffers y
publicado por Andana Editorial (una editorial valenciana que ha hecho un gran
esfuerzo económico y editorial esta temporada, algo de lo que me alegro): Querer es poder, y este es
el momento en el que los ciudadanos quieren.
Vaya, has creado expectación! El genial Jeffers no puede defraudar.
ResponderEliminarVaya, has creado expectación! El genial Jeffers no puede defraudar.
ResponderEliminarEs tan simple, tan narrativo, que se puede extrapolar a cualquier ámbito de la vida. Pero creo que estos Huguis me van a dar la oportunidad de criticar a los políticos ¡más de una vez! Un abrazo, pájara.
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