Nada como las redes
sociales para proveernos de todo tipo de desórdenes psicológicos,
egos mal resueltos, miserias humanas y gestos bizarros. A pesar de
que medio mundo hacemos uso de estos escaparates vomitando todo tipo
de mensajes, hay usuarios y usuarios...
Dentro de los que las utilizan con poco decoro (no me refiero a aquellos que les dan carácter de herramienta), podemos definir dos facciones... A un lado tenemos a los
inofensivos. Me encantan esas personas que utilizan feisbuq como
vehículo terapéutico colgando todo tipo de mensajes que ponen en
evidencia sus necesidades amorosas o familiares. Feisbuq, tu mejor
amigo: para sentirse querido, buscar algo de apoyo, un abrazo
cibernético. Para que no te digan “¡Triste! ¡Que eres un
triste!”...
También están los
rimbombantes. Éxito por aquí, éxitos por allá. “Acaba de
sentenciar el charcutero que me merezco el cielo eterno”, “Soy la
mejor, mi perro dixit”. Que bien mirado, más que de publicidad, la
cosa peca de propaganda y lo que buscamos es la visibilidad entre el
rebaño. Diferenciarnos, vamos...
Al otro lado están los
dañinos, los que ofenden con descaro. Eso de usar las redes sociales
para poner a la gente a caldo debería estar penado (¡Ah! Que lo
está... “Me se” había olvidado). Lo mejor de todo es cuando
huele a podrido y nos anquilosamos: se muere algún político de un
bando, y los del otro ya se están cagando en su puta madre. Y así
seguimos: involucionando.
También los
entrometidos, bien que joden a la chita comentando. Mucha gente se
enfada porque, claro, le comentan la jugada e, irremisiblemente, se
enzarzan dimedireteando. Esta claro que el que hace uso de las redes
sociales se expone a críticas de toda clase, pero que también sepan
los comentaristas que de elegancia también vive el hombre (¡No
borren los comentarios! Y que cada cual luzca su pelaje). Si ya me lo
decía mi madre: “Nene, no señales, que está muy feo”.
Sin lugar a dudas y pese
a quien pese, los mejores son los que se quedan, a pesar de las
poses, en el medio. No porque nos alegren el día con cirugía
estética, morritos y garbo, sino porque dan muestras de que el
postureo es una lección de vida y para vivir, se nace. Que sí, que
sí, que en ver de hozar en la mierda de otros, buscarse algún
noviete o echar una canita al aire es más saludable (que no sano) y
amable.
Y con tanto lío, ¿por
qué las redes sociales? Feisbuq, tuiter o istagram no dejan de ser
más que una pequeña (o grande, quién sabe...) dictadura impuesta
por nuestras bajas necesidades ya que, a pesar de recitar el “yo
controlo” no nos damos cuenta que el producto, las víctimas
(consentidas, como siempre) somos nosotros. Nos creemos dueños de lo
nuestro, pero actos, imágenes o palabras son la moneda de cambio
para los caprichos de cuatro mang(one)antes. Nos obligan (sutilmente)
a ser sus dóciles mamporreros, perdemos las formas (violenta o
complacientemente amaneradas), y enajenados por una gloria que, al
fin y al cabo, es de tres al cuarto.
Una buena salida sería
leer ¡De aquí no pasa nadie!, un álbum maravilloso de
Isabel Mihnós Martins y Bernardo P. Carvalho editado en castelano
por Takatuka, que tomando como excusa el espacio de la doble página
nos plantea un acto de rebeldía social ante las normas un tanto
ficticias e incomprensibles establecidas por un general. Metafórico
a la par que divertido me ha parecido una historia con un componente
coral maravilloso en la que todos los personajes aportan su grano de
arena a cambiar la perspectiva de las cosas, principalmente el
soldado insurrecto que da el primer paso. Con multitud de detalles,
tanto técnicos (las guardas son una verdadera delicia o el uso del
espacio físico como recurso narrativo para ensalzar el libro como
objeto son verdaderas delicias), como discursivos, me parece un álbum
ilustrado más que recomendable para mostrar los avatares
dictatoriales a pequeños y grandes.
Y si, ni aún así,
logramos enfrentarnos a la dictadura de las redes sociales, les
recomiendo que piensen antes de publicar y comentar en ellas, más
que nada por imprimirles algo de elegancia, que como dice la Miriam,
“para ser hay que estar”. Y si estamos que por lo menos seamos... humanos.
P.S.: Y de propina... mis paisanos:
P.S.: Y de propina... mis paisanos:
La muchachada, qué irreverentes y divertidos. Estoy cansada de tantos señores serios que no toman nada en serio excepto sus propios intereses. De corbatas y caras largas.
ResponderEliminar¡Cuántas dictaduras!
Intentemos divertirnos aunque sea en nuestro propio entierro. Es lo único que no podrán quitarnos, unas buenas risas.
¡Vamos Miriam, sal a bailar que tu lo haces fenomenal!
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