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viernes, 9 de noviembre de 2018

Gaviotas...



Margaret Winifred Tarrant

Cuando yo era niño, si querías ver una gaviota tenías que ir al mar. Ahora basta con visitar un vertedero o un embalse, prueba de que estas aves, como ratas o cucarachas, han expandido su hábitat a expensas de nuestros desechos. Les parecerá una tontería, pero de esto emerge una nueva y desagradable asociación de ideas que eclipsa otra más antigua y romántica, pues en lo que hace años veíamos belleza, ahora denotamos cierto asco. Es para mirárnoslo…

La gaviota pasa
sobre la bahía;
sus alas, tan blancas,
planean sin prisa:
volando descansa.

El mar es alfombra
de espléndida pana
y, bajo las olas,
hay flores de nácar
y piedras preciosas.

Una caracola
oculta la cara
y esconde la cola
como si intentara
perderse en las sombras.

La gaviota pasa
sobre la bahía,
y es tal su elegancia
que incluso la imita
un barco de plata.

La gaviota.
Antonio A. Gómez Yebra.
En: Menuda poesía.
Ilustraciones Cristina P. Navarro.
1994. Banda de Mar: Málaga.

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