Cómo es la vida… Mientras algunos viven agobiados en sus
casas por la falta de actividades productivas o en su defecto distractores,
otros no damos a basto para hacer montones de cosas. Unos se pasan el día
teletrabajando, cuidando de sus hijos, estudiando alguna asignatura pendiente,
cocinando, colocando sellos o leyendo todo lo pendiente, y otros se pasan el
día quejándose del aburrimiento, bacineando en las redes sociales o arrastrándose
en el sofá como verdaderas sierpes. ¡Qué mal repartido está el mundo!
Creo que más de uno debería hacer autocrítica constructiva y
admitir que tiene menos mueve que una piedra. Ahora me dirán que no, que no son
macetas, floreros ni armarios, que ustedes le ponen mucho empeño a disfrutar de
la vida y tienen multitud de intereses, cuando lo único que saben hacer es
rascarse primero un huevo y, tras unos minutos, el otro. Y claro, así pasa, que
terminan pronto sus quehaceres. No me vengan conque tanto tiempo encerrados les
aboca a la desidia, que ya me sé la cantinela.
La razón más plausible es que en este país, como en otros,
el entretenimiento, aparte de estar fuera de casa, muchos lo asocian con los
bares. Y claro, así nos va, que nos encierran y estamos perdidos. Mientras en
otros países (véase los nórdicos) están acostumbrados a desarrollar gran parte
de la actividad en el interior de las viviendas, nosotros, animales de sol y
calle, nos hemos hundido como el Titanic.
¿Todos? No, todos no. Hay algunos profesionales que,
acostumbrados a trabajar en sus casas, no han sufrido sustancialmente este gran
cambio. Un ejemplo lo tenemos en todos los ilustradores que nos acompañan en
esta entrada de hoy (piquen sobre sus nombres y disfruten de sus perfiles en
Instagram). Incluso algunos de ellos me comentan que, a pesar del agobio y la
claustrofobia, necesitaban este tiempo extra para dar forma a proyectos
aparcados u olvidados.
Se lo he dicho una y mil veces: aprovechen este “regalo”.
Sáquenle rentabilidad, véanlo como una oportunidad para cambiar sus hábitos,
para internarse en universos inexplorados, para desarrollar sus inquietudes, y
sobre todo, su curiosidad. Dejen las series, la tele a la carta (yo no sé cómo
no se quedan ciegos con tanta pantalla) y sumérjanse en algo nuevo. En el yoga,
en la escritura, en la fotografía, en la papiroflexia, en la pintura, en la
economía, en la jardinería, en las restauración, en la arquitectura… Y no me vengan
con que no hay maestros ni materiales. No quiero que pinten la Capilla Sixtina
ni que construyan el Taj Majal. Sean creativos y busquen una pasión de puertas
hacia adentro. Todo es posible EN CASA.
Pues claro que sí, todo es posible.
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