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lunes, 9 de noviembre de 2020

Lunes por equivocación


Como me he levantado bastante fresco (ayer empecé a ver la adaptación cinematográfica de La librería y fue tal el sopor que me suscitó, que a las once y pico estaba roncando), me ha dado por pensar en errores. El primero, la película y el segundo, el lunes.
Sin intención de adscribirme a los topicazos, he hecho un esfuerzo por el desvarío para enriquecer así lo poco que nos queda de sabiduría popular, no sea que me tachen de huero y estéril (que nos vamos conociendo). 


Respecto a los errores hay que decir que en el mundo existen dos tipos de personas, los que son capaces de analizar la situación y buscar las posibles soluciones y aquellos que no cambian ni a tiros su perspectiva y siguen errando una y otra vez en el intento, algo que tiene que ver con el pensamiento prefijado, un aspecto de cómo funciona nuestro cerebro. Eso en lo que se refiere a la tortilla de patatas, olvidarse de un cumpleaños o decir un improperio en una primera cita, pues en otras cuestiones, el error tiene miga… 


Imagínense que uno de los científicos que trabaja en la vacuna contra el COVID cometiera un error y cuando nos la inocularan modificara el material genético de nuestras células provocara una enfermedad crónica. Aquí no hay marcha atrás que valga y el error sería tan imperdonable, como el del ingeniero que yerra en el cálculo de las estructuras que conforman un puente o el radiólogo que interpreta mal el resultado de un TAC en un enfermo de cáncer. 


Quizá las equivocaciones con más usía son las creativas. Y no es para menos pues cualquier artista sabe que el error, más que tara, es una alegría. Sobre todo porque abre la mente, establece relaciones desconocidas, juega con el discurso y provee de nuevos atavíos; vamos, como decía Rodari, un gran aliado. Así es como han nacido el Moisés cornudo de Miguel Ángel (¡Lo que consigue una mala traducción!) o el espejo mágico de Un bar aux Folies Bergère de Manet (el reflejo no coincide con lo que se ve en primer plano). No obstante son obras maravillosas donde el gazapo otorga un valor añadido. 


Sobre este último punto nos quiere llamar la atención uno de esos libros con los que me reencuentro en la biblioteca. Como echo mano del blog y veo que no lo he reseñado, hoy les recomiendo Un libro lleno de errores, de Corinna Luyken (editorial Lumen). 
Todo empieza dibujando un ojo más grande que el otro. Un error pequeño que se soluciona haciendo más grande el otro. Pero la cosa no funciona porque nos pasamos y hay que arreglarlo de otra forma: con unas gafas (una idea estupenda). La alegría dura poco y aparecen un cuello larguísimo, un codo puntiagudo y un sinfín de errores más. Unos se solucionan fácilmente y otros no tanto, pero lo importante es que todo empieza a encajar y el resultado es muy evocador, algo que la autora también nos quiere transmitir sobre el concepto subjetivo de la belleza. 


Disfruten de este álbum con pocas palabras y diversas lecturas que tiene un puntito muy juguetón (¡Perspectivas y bucles narrativos al ataque!), que de seguro les hace olvidarse del lunes y todos esos errores insignificantes que han cometido, como por ejemplo, levantarse.

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