Sí, Ayuso ha ganado. Y aunque a muchos les parece algo inexplicable, un servidor tiene muy claras las razones de su triunfo. Aparte de demagogias y populismo de los que cualquier político echa mano, la madrileña también ha jugado con buenas bazas.
En primer lugar es una tipa que no se achanta. Y eso que es mujer, condición para que no pocos la tachen de bruja mala, pues parece ser, como dije ayer, que el voto feminista (que no femenino) siempre debe relacionarse con la izquierda, y cualquier candidata de derechas es poco menos que demonizada. Chula como ella sola ha dicho y hecho lo que le ha dado la real gana, algo que a veces es de agradecer, más todavía en un panorama político donde el casting sin fuste recluta a los impostores y prescinde de la gente con carácter.
Por mucho que se empeñe, su gestión de la pandemia no es que haya sido la leche, pero primero, no ha supeditado la economía de la región (y del país, que Madrid es mucho Madrid) al mal pandémico, y segundo, ha construido un hospital (sí, de aquella forma, pero lo ha hecho, que otros los han tenido cerrados) para dar cobertura a los enfermos. En parte ha sido valiente y en parte ha dado la cara. Ya quisieran muchos haber hecho la mitad que ella. Pero no, se han escondido en sus respectivos agujeros para rezar el rosario (¡como si sirviera de algo!) o restringido la vida de los ciudadanos para añadir nuevos males a esto del virus. Salvar el culo es importante, pero demostrar lo que vales, también. Que para eso les pagamos.
A todo esto hay que añadir un montón de factores que van desde la ley electoral hasta la falta de credibilidad del resto de candidatos, los golpes de efecto, las traiciones y otras asociaciones ideológicas, una campaña que ha levantado ampollas en todas las facciones, el hartazgo social sobre ciertos temas, la crisis que está por venir, el aumento de la participación y un largo etcétera que hay que entender desde un prisma muy complejo que no tengo tiempo de poner sobre la mesa.
Y como punto y final a este análisis postelectoral les traigo ¡Abajo Leroy!, un álbum de Davide Cali y Guridi (Raúl Nieto) publicado recientemente por la editorial Tres Tigres Tristes y que ya he incluido en la selección de álbumes de corte político. En él, Leroy, un dictador de tres al cuarto, utiliza su poder para arrestar a todo aquel que proteste y ponga su gobierno en entredicho, aunque sea pacíficamente. El primer manifestante va a la cárcel, el segundo también, y así sucesivamente hasta que ya no hay queda un alma en la calle. Entonces, ¿nadie plantará cara al autoritarismo de Leroy? Las respuestas en el libro.
Con unas ilustraciones maravillosas que juegan con el espacio y donde las escenas a doble página actúan a modo de balanza equilibrada, posee un mensaje extrapolable a cualquier realidad política en la que se desoyen las opiniones que el pueblo lanza sobre sus gobernantes, y también se figura la mejor advertencia, no solo para la flamante ganadora de las elecciones a la Comunidad de Madrid, sino para todos aquellos que endiosados en su sillón, se creen intocables y no actúan con honradez y coherencia. Por lo tanto, ¡que se pongan las pilas y nos dejen de milongas!
Ahy, madre! No puedo con la Ayuso y su libertad. Si Libertad pudiese hablar
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A veces las palabras, son solo eso: palabras... ¡Un besete!
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