Siempre he pensado que quienes nos gobiernan no viven en este mundo. Si lo hicieran, no dirían todas las sandeces que dicen. Y no es que piense que muchos no tienen ni dos dedos de frente, que también, solo creo que viven de espaldas a la sociedad. Ellos van a lo suyo. A los negocios turbios, sus cuitas de poder y llenarse los bolsillos. Y claro, así les pasa, que se olvidan de prestar atención a lo que ocurre a su alrededor. Con dedicarse a las soflamas y los entremeses, tienen bastante.
Menos mal que echan mano de asesores y consejeros, una buena corte de, llamémoslos, “expertos”, que además de atusarse la barba, cobrar del heraldo público y sacarles brillo a base de lengüetazos, se dedican a hacer el trabajo sucio y (se supone) transmitirles el sentir de la calle.
Lo peor de todo es que, incluso en la política ha cambiado. Si antiguamente los poderosos se rodeaban de hombres inteligentes, mucho más que ellos, hoy en día son más inútiles que quien manda. No es de extrañar teniendo en cuenta que es el refugio de gandules, vividores y arribistas, todo un clásico en una España que rebosa sanguijuelas e ignorantes.
Auguro que les queda poco, pues la inteligencia artificial, esa tan en boga en este tiempo de estulticia humana, les hará la competencia en breve e incluso la democracia quedará a merced de las máquinas (si es que todavía no lo está). Algo que por otro lado me alegra, porque además de superar el coeficiente intelectual de estos cantamañanas, nos hará prescindir de amnistías, mascarillas y horarios de cierre de los bares en el prime time televisivo.
Y hablando de servicios y cortesanos, la editorial Bindi Books acaba de reeditar El mensajero del rey de Jutta Bauer, pero esta vez con un título diferente al que llevaba en la edición de Lóguez y que no reseñé en su día, cosa que me dispongo a enmendar.
El viaje de Tiago, que así se llama este álbum, nos cuenta la historia de Tiago, el emisario personal del rey. Su majestad le pide que lleve un mensaje al rey vecino. Pero aunque Tiago es un tío rápido, a lo largo del camino se topa con un montón de vicisitudes que prolongan muchísimo este viaje. Una familia de ardillas, una niña que acaba de perder su balón, una madre agobiada, una vieja cabra y una marmota se cruzan en su camino. Pero lo peor de todo es que cuando llega a su destino se encuentra con ¡su propio rey! ¿Cómo terminará la cosa?
Cuando lo lean, se darán cuenta de que la autora alemana produce un discurso muy plural en el que caben muchas interpretaciones, que van desde la importancia de la libertad, el viaje como vía de conocimiento, o el clasismo, hasta lo inerte del hermetismo y lo necesario del aperturismo.
Sobre los aspectos técnicos, huelga decir que en esta nueva edición se apuesta por contarnos dos historias en una. Si en el cuerpo principal de la página suceden las correrías del protagonista a todo color, en la franja inferior de la página nos muestra la vida del monarca en blanco y negro. Mientras que los días del rey son bastante anodinos, Tiago disfruta de un sinfín de encuentros enriquecedores, una exposición muy interesante a la hora de yuxtaponer dos modus vivendi ante el lector.
Lo grito a los cuatro vientos: ¡Ojalá todos los gobernantes tuvieran como consejero a Tiago!
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ResponderEliminarGracias, Roman. Un cuento importante en estos tiempos que corren, me lo apunto.
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