Como
si de un instrumento demoníaco se tratase, Internet está cambiando nuestras
vidas a pasos agigantados. Desde la compra en establecimientos extranjeros, la
adquisición de billetes de tren a bajo coste, la información inmediata, pasando
por la conciliación de la vida laboral y familiar, o la tele-formación, la Red
nos ofrece una gran cantidad de facilidades que mejoran el día a día… aunque,
lamentablemente, también lo empeoren…
Fraudes
cibernéticos, desfalcos bancarios, publicidad engañosa, casinos virtuales o
pornografía a espuertas, son algunas de las malas prácticas que más abundan en
ese espacio de la banda ancha y que están modificando muchos hábitos y
comportamientos de esta especie humana tan estúpida a la que pertenecemos.
De
entre todos ellos y uno de máxima actualidad, es el hecho de que nuestras
relaciones amorosas y sexuales están cambiando descontroladamente. La mayor
parte de los jóvenes (y no tan jóvenes) de nuestro país indican que, el consumo
masivo de pornografía, las redes sociales, y la ingente cantidad de chats y
páginas para establecer contacto con otros iguales, hacen disminuir la edad a
la que se tienen las primeras relaciones sexuales, disparan la promiscuidad,
potencian el contagio de enfermedades de transmisión sexual y producen trastornos
psicológicos basados en el déficit de la autoestima, la incompetencia emocional
y sexual, y, tristemente, el vacío interior. En una frase: hemos profanado el
amor.
Como
ha ocurrido a lo largo de nuestra historia y debido probablemente a nuestra naturaleza
pecadora, nos sentimos atraídos hacia la parte más instintiva y animal, dejando
a un lado la faceta social que tanto necesitamos en el mundo estructurado a
golpe de siglos. Es por ello que ambas entran en conflicto y sufrimos el
desorden que nos lleva a no distinguir entre A y B, una realidad que, gracias a
los adelantos tecnológicos, se apodera de nuestro yo adolescente y nos guía por
otros caminos.
El
amor, cuando es amor, es algo intenso, en ningún caso desbocado. El amor,
cuando es amor, es algo mutuo, nunca egoísta. El amor, cuando es amor, es
sincero, no corrupto. El amor, cuando es amor, es algo real, jamás virtual. Si
todas estas premisas quedan extrapoladas al sexo, tenemos que amor y sexo,
aunque distintos, se sostienen por pilares idénticos que debemos conocer y
valorar por nosotros mismos, dejando a un lado fantasías y mundos irreales.
Y
como buen ejemplo de estas sensaciones, en vez de pantallas, teclados y
ratones, lean Los indomables pensamientos
del señor O, con texto de Amalia Boselli e ilustraciones de Vero Gatti
(editorial Adriana Hidalgo – Pípala), un libro que habla de la locura que
acarrean los amores de verdad.