Siete
años. Se dice pronto. Siete años han pasado desde que puse el primer ladrillo
de esta casa. Todo empezó como un simple juego que, poco a poco, se fue
complicando. Al principio sólo eran sugerencias de lectura acompañadas de
pensamientos cotidianos. Después llegaron los comentarios y los seguidores
habituales. Decidí establecer cierta periodicidad para las publicaciones, añadí
etiquetas, enlaces de interés e incluso le di una mano de pintura para hacerlo
más llamativo… De vez en cuando me exprimo la sesera: intento ser original,
añado temáticas nuevas, selecciones de libros, y compagino aspectos teóricos,
críticos o meras reflexiones en torno a la literatura infantil con otras más
banales y mundanas. Intento que los contenidos les resulten atractivos, útiles,
y que, sobre todo, disfruten (tanto como lo hago yo) de los libros para niños.
También
he visto cómo a otros lugares donde moran los libros ilustrados se les hace
cuesta arriba el tiempo… No añaden sugerencias de lectura, ni lanzan opiniones
al ciberespacio con la frecuencia esperada, su visibilidad disminuye e, incluso,
echan el cierre (véase como por ejemplo la pequeña y maravillosa morada de
Darabuc…, una pena…). Quizá sea el vértigo de este mundo nuevo el que nos lleva
al agotamiento, quizá sean la inversión de nuestro tiempo libre, quizá sea el
sacrificar el cariño a nuestros amigos y familia, quizá la impresión de que
poco nuevo hemos de decir…, ¡quizá sean tantas cosas…!
Es
por ello que hoy quiero compartir con todos mis compañeros “blogueros lijeros” estos
pasteles de cumpleaños tan monstruosos, enviarles un dulce abrazo y mucho ánimo.
Esas personas que, desde sus minúsculas parcelas globales y (casi siempre) de
manera altruista, defienden la literatura infantil, los libros ilustrados y la
lectura.
Llámenlo
pasión, llámenlo compartir, llámenlo satisfacción, llámenlo sentirse vivo, pero
les diré que no me rendiré a pesar de tantos aniversarios. He trabajado tanto
en este sitio que me da pena terminarlo…, así que seguiré haciendo más altos
sus muros, para que quepan aquí todos los monstruos que vivimos como niños
siendo adultos, para que la magia de la LIJ revolotee en el metro, en la cola
del supermercado o, lo más importante, para que empape nuestros corazones.
Mil gracias a todos.