Las redes sociales dan para
mucho, no sólo para poner a caldo a este o a la otra, sino para debatir sobre
los temas más variopintos. Y teniendo en cuenta que mis redes sociales quedan
enmarcadas en el mundo de la Literatura Infantil y Juvenil, la mayoría de las
veces toca hablar sobre el panorama que se divisa en este mundillo del papel
impreso.
Uno de los temas más recurrentes
es la (aparente) endogamia y repetitividad de la LIJ en nuestro país (N.B.: Quizá
también podemos hacerla extensiva a otros contextos, pero como el que más
conozco es este mercado, me centraré en él)… Muchos tienen la impresión de que
no sólo argumentos y temáticas son repetitivas en nuestros libros para niños,
sino que también se escuchan los mismos nombres, que ciertos escritores e
ilustradores copan el mercado, muchas veces con obras sin trascendencia, y no
dejan hueco para otros autores que también tienen cosas interesantes que decir.
También hay profesionales del sector, generalmente los que pertenecen al mundo
editorial, que aducen que esto no es así, que no es un capricho, que las
razones debemos buscarlas en la industria ya que escapan a su control.
Como yo hablo con unos y otros (soy
un tanto marítimo, ya saben), creo que hace bien a todo el sector traer hoy a
la palestra algunas consideraciones sobre este tema para poder abrir así un
debate sobre esta imagen que proyecta la industria de LIJ española.
Como primer punto hay que hablar
del tamaño de la industria de LIJ española. Sí, es pequeña comparada con las
industrias de otros países occidentales, como la anglosajona o la francesa,
sobre todo en lo que se refiere al número de ventas, uno que limita la
producción y por tanto el número de títulos, tanto de producción propia, como
ajena, algo que se relaciona directamente con las oportunidades que puede
ofrecer a los autores de este tipo de literatura.
No obstante y aunque soy
consciente de esto, también hay que tener en cuenta que en los últimos veinte
años, el número de sellos y casas editoriales, sobre todo independientes, ha
crecido mucho. Esto ha ampliado la oferta, algo que también ha llevado consigo
cierta diversidad en lo que argumentos, temáticas y estilos de la LIJ se
refiere. Son muchas de estas editoriales las que han ido necesitando nuevos autores
que dieran a la Literatura Infantil patria un empujón, un nuevo rumbo hacia las
corrientes europeístas, sobre todo en lo que a libro-álbum, narrativa ilustrada
y narrativa infantil se refiere. Han abierto las puertas de sus editoriales a
creadores desconocidos que han dado los
giros necesarios para que la LIJ española de finales del siglo XX abandonara
esa costra casposa que la recubría.
A pesar de que este escenario ha
presentado una cara bastante halagüeña, no todo el monte es orégano y esa
tendencia dinámica hacia las oportunidades ha ido ralentizándose durante los
últimos años por diferentes motivos...
En primer lugar tenemos que
hablar de la supervivencia. La de los autores, la de las editoriales… Todos
necesitan salir adelante, más todavía considerando que la precariedad es un hecho
dentro del sector. Cada uno se busca la vida como buenamente puede. El autor
vende su producto al mejor postor. Las editoriales sopesan el trabajo, valoran
las posibles ventas, y ¡voilá! Aquellos quienes han tenido algún “best-seller”
o han sido tocados por la varita mágica de la crítica, tienen las puertas abiertas
de par en par en este competitivo entorno donde la rentabilidad también manda,
para de paso, establecer también cierta jerarquía dentro de los diferentes
gremios de autores.
En segundo término contamos con
un clásico español, el amiguismo. En el pequeño ecosistema de la LIJ española casi
todos nos conocemos. Editores, ilustradores, escritores, críticos, mediadores
de lectura, lectores y otros monstruos se dedican a departir en esta mesa
camilla de los libros para niños. Todos hemos oído hablar de todos, bien o mal,
alto o flojito, y, evidentemente, surgen afinidades y diferencias que se
trasladan al plano personal. No nos debe extrañar entonces que algunos autores
sean blasón y bandera de ciertas casas editoriales, que no falten en las
colecciones de ciertos sellos, que pasen a ser escritores e ilustradores
fetiche.
Otra circunstancia curiosa es la
imitación de los catálogos editoriales. Si Fulano, que tiene una editorial muy
vistosa y bien considerada, ha publicado cierto libro con este ilustrador, Mengano,
que es bastante aspirantón y quiere despuntar en la industria, copia al primero
y también publica algo del mismo ilustrador, una práctica que se traslada a
otros muchos Zutanos que piensan de igual manera. Por tanto no nos debe
extrañar que si un autor ha tenido un éxito manifiesto una temporada, en la
siguiente nos bombardeen con otras tantas.
Otro factor a tener en cuenta en
esto de la LIJ endogámica es la escasez de buenos textos e imágenes… No se
pueden imaginar la cantidad de editores que me escriben lamentándose de la poca
calidad que tienen las propuestas de publicación que llegan a diario a sus
buzones. Es tanta la morralla, que la mayor parte de las veces se ven obligados
a recurrir a sus escritores e ilustradores de cabecera para cumplir con sus estándares
y expectativas, con las de sus lectores, y sobre todo, con el mercado de
novedades.
Al hilo del mercado de novedades,
hay que hacer una parada obligada en esta práctica cada vez más habitual (a mí,
personalmente, me abruma) que también condiciona las oportunidades de unos y
otros autores. Si tenemos en cuenta que todas las editoriales del ramo tienen
que sacar tres o cuatro libros nuevos cada temporada, es lógico que los autores
consagrados o con más éxito, salten de una a otra con diferentes obras, y que
el que publicaba un título con esta, la temporada siguiente publique otros con
las editoriales vecinas.
No obstante y para verle el lado
positivo en lo que a autores noveles se refiere, debemos darle gracias al
mercado de novedades ya que muchas casas, hastiadas de ver impresos sobre las
tapas los mismos nombres propios, prefieren buscar en ferias o encuentros
nuevos artistas que escriban o ilustren obras que se alejen de lo ya visto y
encontrar nuevos nichos ecológicos que explotar.
Lo mismo opino de los concursos
que muchas editoriales organizan por sí mismas o junto a otras instituciones,
ya que son muy favorables para todos aquellos autores que pretenden abrirse un
hueco en el universo LIJero, primero, porque
se espera imparcialidad de los jurados que seleccionan las obras ganadoras
y finalistas, y segundo, porque se supone que todos los participantes parten de
una situación de igualdad de oportunidades.
Antes de dar el punto y final a
este escueto panorama, me gustaría dar dos toques de atención. Uno se refiere a
la gran cantidad de aspirantes a escritores e ilustradores que proliferan
últimamente. Bien por los deseos personales, bien por la gran cantidad de
escuelas creativas, de arte y estudios artísticos que han proliferado estos
últimos años, nos encontramos ante una ingente cantidad de personas que quieren
entrar a formar parte de la industria, algo que también lleva aparejados
competencia voraz y frustraciones mayores. El segundo toque tiene que ver con
la relación del arte y la industria, ya que en mi humilde opinión, las
producciones artísticas deberían quedar exentas de todos estos vericuetos sobre
pérdidas y ganancias o estrategias de marketing, es decir, de todas las teclas que
rigen hoy día cualquier ámbito con cierta productividad.
Con esto y un bizcocho (de
zanahoria, que está bien rico) sólo me queda invitarles a dejar sus comentarios
y, sobre todo, a no tirar la toalla, pues quedan muchas buenas historias que
encontrar (algunas las tienen acompañando esta entrada aunque sean primeras oportunidades) y muchos sueños que
hacer realidad.