La extraordinaria poesía infantil de Miguel de Unamuno (1864-1936), crea un mundo didáctico, con un interesante juego de ideas, palabras, letras, más el encuentro con la naturaleza. En la obra El grillo asierra la siesta, en los versos se halla la sonoridad por esa continua onomatopeya, los usos de las “rr”, permite ver al grillo emocionarse prolongando su pertinaz canto; por otro lado, la letra “ll”, no se quedaría apartada en los leves rasgos que intenta espigar y emerger en el laberinto de las fúlgidas ideas. El juego de estas letras “rr” y “ll” se dirigen a observar sus pasos reiterativos, la una, se arrastra entre tarea y tarea, y no deja de ser la que “asierra”; pero las otras, agigantadas, imponen sus nombres “pillo”, “pillín”. Los adjetivos no descansan, se pasan animando dudas: entre poco, mucho, oscuro, puro y crean su primer epíteto “sol puro”; un sol que en todo su resplandor no ha perdido la cordura sigue siendo sencilla y cristalina. Todo el texto es un conjunto, se encuentra animado por sustantivos, adjetivos, verbos y otras palabras variables e invariables. Con “su cri cri cri aserrín/aserrán” una línea de ritmos y figuras; el grillo reitera su alegría y mediante el encabalgamiento, la producción del remedo, no cesa de ser ese sonido en movimiento. En el poema, el autor ha personificado al grillo dejándolo en un ambiente cálido. Miguel de Unamuno se aparta de las palabras turbulentas, y deja en su mágica antología de poemas que fluyan las ideas hasta convertirse en un lector apasionado.
Autor de la reseña: Pablo Rafael Idrovo Recalde. Quito (Ecuador).
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