Durante el fin de semana pasado, además de podar (no se me
ocurre otro verbo más visual) mi barba, cortar el poco pelo que cubre mi
cabeza, ejercitar un poco los músculos y bucear entre toneladas de ropa sucia,
he sido testigo de primera mano de un hecho que me ha dejado atónito y que, a
continuación, les relato… Estaba yo compartiendo risas y alguna cerveza
vespertina con unos amigos, y dos de ellos decidieron salir fuera del local de
copas a tomar el aire para dedicarle unas bocanadas de humo al cigarro, cuando
la persona (por llamarle de alguna forma) sobre la que recae la (in)seguridad
de dicho bar, decidió propinarle un empujón y dos galletas a uno de ellos.
Evidentemente, entre las hostias y el cigarro, hubo unas palabras, de
incitación más que amables, de este individuo hacia mis amigos, cosa que no
convenció a los policías nacionales que al lugar de los hechos acudieron, ya
que, en vez de defender al magullado, se dedicaron a ofrecer todo tipo de
gestos cariñosos y alabanzas al homínido encargado del derecho de admisión.
Ante semejante estampa, uno se debate entre empuñar un machete y descuartizar a
los que integran los llamados Cuerpos de Seguridad del Estado (N.B.: Y que
según el Sr. Rajoy no se merecen la bajada de salario que nos aplican al resto
de funcionarios…) o enrolarse en la marina mercante e irse lejos de una nación
cutre en la que cualquier exlegionario de los países del Este que cuida del
orden de un garito que apesta a colonia barata y al que cualquier chotona
minifaldera podría asesinar con un caramelo bañado en cicuta, tenga más
credibilidad que un ciudadano de comportamiento intachable… Así nos va…
Por todo ello, haciendo alarde del individualismo más
castizo y siguiendo el ejemplo de ese oso serio y firme que va buscando su
gorro rojo en la obra de Jon Klassen, Yo
quiero mi gorro (editorial Milrazones), les conmino a que en época de
crisis, aboguen por tomarse la justicia de su mano (antes de hacerlo asegúrense
de no estar bajo los efectos del alcohol o los psicotrópicos) y repartir equitativa,
proporcional y severamente los castigos que crean menester.
3 comentarios:
En todos lados se cuecen habas. Por aquí no es nada diferente. Unas ganas te dan de repartir a troche y moche, como quien regala mastuerzos o claveles, unos manotazos cuando te involucran en asuntos donde eres víctima y no victimario. Sigo tu blog. Un abrazo va desde mi morada de Barranco.
Y menuda impotencia que te causa... Yo llevo, en una semana, dos veces que me abren mi negocio y me roban, como si fuera Pedro por su casa. La policía ni caso, solo amedrenta a la juventud poniéndoles multas por beber en la calle y a las 1 de la noche pican billete.
El tema que hoy prepararé trampas de cuchillas afiladas y un par de alambres electrificados para celebrar la tercera vez que me roban con algo de carne muy hecha. Un saludo y me apunto el álbum.
Pero, vamos a ver, ¿cómo se te ocurre frecuentar un garito que tenga a un menda así en seguridad? Eso da muestra de la infra-categoría del sitio. Sinceramente, no hay nada como los baretos: "bares, ¡qué lugares!"
Te ahorrarás recibir, porque dar, lo que se dice dar, me temo que ni tú ni nosotros podemos dar. Es lo que hay... Eso sí, me he reido un rato. Respecto al libro, me lo apunto...
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