Que
la experiencia es un grado lo sabemos todos, no solo porque más sabe el diablo
por viejo que por diablo, sino porque conforme crecemos, nos trata peor la vida,
una que tiene muchas más cosas malas que buenas.
Aunque
muchos piensan que la fortaleza es importante, a mi parecer es el ingenio (que
no la ingenuidad) la cualidad capital a la hora de enfrentarse a los momentos
duros con los que nos golpea el paso inexorable del tiempo… ¿Valdrá más ser
pillo que rebosar bondad? Ahí lo dejo, para que esta España católica y
prejuiciosa piense…
Aunque
creemos que nuestro instinto de supervivencia está implícito en nuestra
condición humana (y por tanto animal… ¿o debería ser al revés?), son demasiadas
las personas que prefieren no enfrentarse a los peligros y avatares de la vida,
tirando así la toalla antes de tiempo. No crean que es una cuestión de
cobardía. Jamás. Quizá sea una decisión bien meditada y respetada, pero
discrepo en su fundamentación. Sobre todo porque siempre tenemos cerca a
personas que ya han sufrido los mismos o parecidos problemas que nosotros, que
han luchado y llorado por los mismos o parecidos principios que nosotros, que
han ganado o perdido las mismas o parecidas batallas, y pueden aconsejarnos
antes de cometer una atrocidad.
Aunque
los viejos y sabios, muchas veces decidan mantenerse al margen de lo que les
acontece a los principiantes e inexpertos, muchas otras toman las riendas y
comparten las vivencias y experiencias con los jóvenes, para templar su
carácter y que puedan así enfrentarse a las adversidades por sí solos.
Escuchemos
la voz de otros que bien nos quieren y dejémonos dirigir por sus palabras y
estrategias, porque quizá algún día, como en la historia de Osito, la vieja jirafa y el muro de piedra tejida
por las palabras de Susanna Isern y las ilustraciones de Betania Zacarías (ediciones
La Fragatina), tengamos la oportunidad de guiar a otros por los tortuosos
caminos de la existencia y sobre todo, no errar en el intento.
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