Aunque
digamos que mayo se viste florido y hermoso, es de sobra conocido que abril es
el mes en el que irrumpe la alergia en cualquier nariz a costa de los millones de granos de polen que
flotan en el aire (¡para lo que ha quedado el hombre!). Estornudos, ojos
llorosos, picor de garganta, enrojecimiento y dificultades respiratorias asolan
a esta raza que ha sucumbido al poder de la vegetación, una que, considerada
inerte gracias a la inmovilidad que le confiere la celulosa que cubre y protege
sus células, demuestra su poderío y grandeza a costa de gametófitos masculinos volantes
que dispersan los genes de las gramíneas, las plantagináceas, las cupresáceas o
las oleáceas.
Aparte
de alergólogos, neumólogos y otros seres sanitarios que ven agolparse en la
puerta de sus consultas todo tipo de desesperados mocosos, otros que se ven afectados
por la omnipresente naturaleza son farmaceúticos y laboratorios químicos que,
engordando beneficios a costa de antihistamínicos y otros medicamentos, ayudan
al ciudadano a envenenarse primavera tras primavera para poner en evidencia una
vez más que hemos dejado de vivir en simbiosis con la madre Tierra y cualquier
cosa nos afecta.
Unos
científicos apuntan a una agresividad manifiesta de las plantas hacia la
contaminación, el calentamiento global y otras beldades antrópicas, otros dicen
que nuestro sistema inmune ha perdido la capacidad de reconocer lo mundano e
inofensivo y por último, los que como un servidor, se apoyan en la idea de que
estamos podridos a base de tanto cuidarnos. Si sufren sus propias carnes la
alergia, decídanse por la opción más razonable pero recuerden que sus mastocitos
olvidarán por mucho tiempo que entre las plantas y nosotros existe un vínculo
ancestral y que, como en las mejores familias, se dedicarán a la gresca con el
polen durante unos cuantos años (si no es de por vida…).
En
base a todo ello, que el campo verdea y dehesas, pinares, robledales y hayedos
se pintan de colores, es hora de echar mano de algunas propuestas editoriales
como son el Inventario de los árboles de
Virginie Aladjidi y Emmanuelle Ychoukriel (editorial Faktoría K de Libros) y los
Cuentos del bosque de Leticia Ruifernández
(editorial Ekaré), que nos invitan a conocer la diversidad de la vida y sus
distintas formas.
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