Ayer entró el verano en
el juego de las estaciones. Con él, muchos se prometen descansar de
los avatares de los meses anteriores, mientras que otros seguiremos
explorando derroteros distintos a la educación o la LIJ (no sé
ustedes, pero hay que desconectar...). Aunque se podría definir como
una locura, algunos necesitamos embarcarnos en otros viajes, otros
rumbos, para seguir con la aventura, no sé si del vivir o del morir
(que todo nos puede acontecer), pero al fin y al cabo, hurgar en ese
saco que habíamos apartado, abrir nuevas cajas donde encontrarnos
sorpresas.
Sí, sí, la curiosidad
mató al gato, pero hay felinos que también mueren de inanición
cuando prefieren mantenerse al margen, decantarse por la comida
granulada y echarle poco arrojo a eso de cazar ratones. Mi opción es
la de salir de la madriguera y exponerme al mundo, a sus bondades y
maldades, quizá no de cualquier manera (los hay muy suicidas), pero
sí de una, la mía.
Pasar página, prestar
atención a lo vivido -llámenlo compañeros de trabajo, jefes
inútiles, ex-parejas, enemigos torpes, hijos desairados, amores no
correspondidos, muertes inesperadas, guerras estúpidas y una ristra
de circunstancias más-, limpiar el polvo sucio y gris que se acumula
en la superficie y lanzarse al vacío, es una buena forma de resetear
cuerpo y alma para dejar el suficiente hueco a nuevas pilas de
apuntes que generen pensamientos, sentires o pesares, si no
diametralmente opuestos a los ya experimentados, quizá sí
parecidos.
No hay que frustrarse ni
empeñarse en nada: lo que viene, conviene. Si los demás se
mantienen obcecados, inamovibles o desilusionados, el aquí firmante
prefiere algo de cambio y adrenalina, al menos por el tiempo que me
reste para vivir deprisa (que luego uno va cumpliendo años y todo se
mueve lento y pesado), en vez de llorar como un pusilánime, ahogarse
en un vaso de agua o amasar las cuitas del pasado.
No se engañen: no es
necesario poner tropecientos kilómetros entre el pasado y el futuro
para encontrar lo nuevo. La única distancia que no nos deja ver el
brillo de las estrellas está en nuestro cerebro. Así que, imiten a
los protagonistas de Explora, la segunda entrega de la trilogía (el primer libro Imagina) de
Aaron Becker (editorial Kokoro), y dibujen otro devenir en el que pasarlo bien con el tiempo que vendrá.
Eso sí, también piensen
en lo que todavía pueden disfrutar: nunca es tarde si la dicha es
buena. No sean resignados, es el vicio que mata a la esperanza.
1 comentario:
Sabías palabras... el poder de disfrutar con lo pequeño, de valorar lo que somos y vemos es lo que nos eleva y nos permite avanzar y mantener la vida con pasión. Gracias, Román. Espero que disfrutes de tu verano y cargues pilas.
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