Se acerca la Navidad y el entorno de la LIJ se llena de
recomendaciones y listados (en breve llegará el de este monstruo) donde generalmente
se reparten las mieles los mismos títulos, los mismos autores. Aunque se
agradece que exista cierto cuorum a la hora de seleccionar los libros más
llamativos, también echo de menos aquellos años en los que, de repente,
aparecían bastantes libros que, sin comerlo ni beberlo, se colaban entre los
mejores.
Hay libros con los que a los enteraos de LIJ nos gusta
toparnos (el de hoy y yo nos conocimos gracias a Instagram, que aparte de
postureo, tiene sus bonanzas). Así, de golpe y porrazo. Por un lado nos llevamos
una sorpresa, por otro empezamos a creer que el mundo del álbum todavía tiene
mucho que ofrecer. Y si el libro en cuestión viene de una editorial pequeñita,
la cosa es todavía más agradable, sobre todo porque piensas que detrás de ese
trabajo hay mucha pasión e ilusión.
Aunque no me gustan demasiado los premios (lo confieso una y
otra vez), no es de extrañar que Yovoy
recibiera el Nacional de Ilustración Infantil y Juvenil de Uruguay en 2014, un
reconocimiento más que merecido a Juan Manuel Díaz, su autor. Porque en este
libro sin palabras se conjugan numerosos elementos narrativos y artísticos
sobresalientes… Es un libro lineal, como el viaje de su protagonista, una
circunstancia que ayuda al paralelismo con otras historias (fíjense en ese
submarino, no lo pierdan de vista). También es un libro con muchas puertas y
ventanas, ramificado como el árbol que ese niño va a plantar en una tierra
lejana. Igualmente funciona como un vehículo de crítica social, pues apunta a la
contaminación de los océanos, a la indefensión de las víctimas de los
conflictos armados, o al aislamiento y soledad de nuestras vidas.
Con multitud de detalles (me encanta que la paginación prescinda
de números y se realice con ilustraciones de objetos) que en parte recuerdan a
mundos oníricos y surrealistas (también futuristas, ¿por qué no?) como los de Jimmy Liao o Shaun Tan, este libro
es un ejercicio sobresaliente de creatividad donde lo humano tiene mucho que
decir.
Una aventura que podríamos calificar como excelente, sobre
todo si tenemos en cuenta que nos podemos detener en cada página el tiempo que
queramos, no sólo para hurgar en la mente del autor, sino para rebuscar en nuestra
propia imaginación otros mundos en los que vivir, en los que soñar.
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